Cuando se es joven se tiene la sensación de que el sexo es un descubrimiento casi personal. Que sí, que puede que las anteriores generaciones tuvieran relaciones sexuales, aunque fuera para concebir a la siguiente, pero desde luego no han podido vivir la misma experiencia.
Sin embargo, solo hace falta adentrarse un poco en la historia, en las orgías de la Edad Media o de la época de los romanos, para deducir que las anteriores generaciones puede que incluso supieran más que las actuales del tema.
O puede que en el fondo las dudas sean exactamente las mismas. Solo hace falta echar un vistazo a este manual de sexo de 1861 para darse cuenta de que los conocimientos sobre sexualidad no han avanzado tanto.
Tal y como recoge el texto, aún hay personas que creen que la postura sexual ayuda a elegir el género del bebé, una gran mayoría de amantes que desconocen que el clítoris es mucho más grande que el glande que se ve de forma externa, o hay todavía quién piensa que la educación sexual es un método para pervertir a los niños.
Quizás no haga falta retroceder dos siglos para hacer una comparativa entre la sexualidad actual y la de nuestros antepasados vivos más cercanos: los abuelos.
No hace mucho, el suplemento Tentaciones de El País recogía dos artículos paralelos, en el que abuelas y abuelos relataban sus vivencias sexuales. Algo que pocos nietos se atrevían a preguntarles, pero de la que el resto de nietos españoles aprendía mucho.
‘Conversaciones sexuales con mi abuela’
No parece ser el caso de la sexóloga madrileña Ana Sierra, que estas navidades sacaba a la venta el libro Conversaciones sexuales con mi abuela (Kailas Editorial), en el que, de hecho, ha querido desterrar mitos y tabúes sexuales, que se mantienen con el paso de los años.
De esta forma, a lo largo de su experiencia profesional, la sexóloga ha ido conversando con su abuela, que ahora tiene 92 años, sobre los temas sexuales que a veces surgían de forma causal en la tele o en la radio, o que al final, ella misma sacaba en la conversación.
La idea del libro es que «mi abuela somos todas las personas», porque las dudas de una generación a otra no parecen ser tan diferentes, porque «mi abuela podría ser cualquiera de las personas que pasan por mi consulta», asegura la sexóloga.
De esta forma, Conversaciones sexuales con mi abuela, «ayuda a hacer un reconocimiento personal, para darse cuenta de esas falacias culturales, asociadas con todas las áreas de la sexualidad, y que sepamos de donde nos viene».
Educastración
En cuanto a cuáles son esos mitos y tabúes que se han ido perpetuando, Ana Sierra señala que hay algunos tan clásicos como «que las mujeres somos el sexo débil, más vulnerables, o que ellos siempre quieren y ellas no», incluso el hecho de que la mujer sigue siendo juzgada por su deseo sexual.
Asimismo, señala que sobreviven «los tabúes asociados a nuestro cuerpo y a hablar sobre sexualidad o el reservar el derecho al placer solo a determinadas personas», donde aborda el tema de la sexualidad y la discapacidad. No olvida tampoco «cuestiones en torno a la menstruación o nuestras medidas corporales, que estaban y están presentes en nuestros días».
El origen de estos mitos es lo que la sexóloga denomina la «educastración», es decir, la perpetuación de tradiciones y formas de pensar a través de «nuestro ADN cultural». Todo lo cual tiene mucho que ver con «los estereotipos de género, los sexismos y la sombra de nuestros miedos y proyecciones».
En opinión de Sierra, «ahora han cambiado muchas cosas, entre ellas leyes y el acceso a la información y soy optimista, pero no se han integrado tanto como nos creemos. Aún queda mucho por conseguir».
Por último, la sexóloga añade que su abuela fue su «primera paciente, pero también mi primera maestra» y que su caso puede ser un ejemplo de superación. Al fin y al cabo, el texto no es sino la historia de un crecimiento erótico, que sirve para demostrar que «si mi abuela pudo, la persona que lo lea, que tendrá más tiempo y recursos, también puede».