Sherlock, orígenes podría ser otro título para el capítulo Las seis Thatchers (4×01) de la serie creada por Mark Gatiss y Steven Moffat. El héroe termina la historia en circunstancias similares al comienzo de la saga: como el único inquilino de la señora Hudson en el 221b de Baker Street. Sin embargo, el héroe ha sufrido un cambio importante: está roto por dentro.
Sherlock, la serie, comienza como muchas historias clásicas: con un viaje, sólo que en lugar de territorios que están en los mapas, son territorios sentimentales, direcciones que escapan a la mente analítica del detective consultor. En las historias de viajes, a mitad del relato o poco antes del final, el héroe regresa con nuevas habilidades, heridas y pérdidas. Con la vuelta a casa, el artista busca dar fin a la ficción (venganza o justicia) o un nuevo comienzo. Para situar a Sherlock en los orígenes, Gatiss y Moffat tienen necesariamente que aligerar peso: la muerte de Mary Watson es inevitable. El triángulo investigador formado por el matrimonio Watson y Sherlock opacaba la relación de amor-odio entre colegas del detective y el médico, elemento destacado en las distintas versiones de Sherlock.
La historia de Mary Watson es la crónica de una muerte anunciada que no sorprende tanto a los lectores de Conan Doyle: Mary Morstan, la esposa de Watson, muere en los relatos cuando al escritor se le antoja que ella estorba en la dinámica entre ambos hombres. Que un personaje sobrante desaparezca o sea asesinado por los guionistas es una práctica antigua que no siempre convence a los espectadores. Gatiss y Moffat retoman así el canon holmesiano, pero con una enmienda: en los libros, Mary es una institutriz que muere por causas desconocidas (quizá, enferma), y por la que Holmes no siente aprecio ni desprecio. Una Mary para la que Doyle no ha preparado una salida digna del drama.
Los guionistas quieren convencer y convierten a Mary en una espía, una asesina eficaz, un personaje fuerte. Ningún guionista con talento hubiera creado un personaje tan rico en recursos como Mary para dejarlo arrinconado en una vida doméstica o matarlo con una enfermedad. Con esta Mary espía, los guionistas plantan una semilla que más tarde recogerán. No hay aquí agujeros lógicos ni dramáticos. El relato Cita en Samarra —recortado del original— sobre el mercader y la muerte que abre el episodio es profético.
Para los creadores de la serie, Mary ha ayudado a explorar facetas de Sherlock Holmes que de otra manera hubieran sido impensables. Sólo Sherlock podría ser el padrino de bodas de Watson y Mary (3×02). Episodio con el que Gatiss y Moffat se atreven a romper con el argumento-tipo holmesiano, pero no traicionan al personaje: Sherlock sigue siendo Sherlock, pero en una nueva circunstancia. La vieja fórmula del guionista de Hollywood: coloca a un personaje corriente en un mundo extraordinario o un personaje extraordinario en un mundo corriente.
En este caso, Sherlock es el personaje extraordinario colocado en una situación mundana (la boda) con procesos engorrosos (la elección de invitados, la despedida de soltero, el discurso del padrino…). En las entrevistas a los invitados, Sherlock lleva a la práctica su juramento de proteger a los Watson, descartando a aquellos que pudieran traer problemas. Un juramento que no cumple a su pesar cuando Mary Watson sacrifica su vida para salvar al detective en Las seis Thatchers. El guion de 4×01 muestra así que Sherlock no es infalible: no ha previsto de ningún modo el resultado final del caso de las estatuillas.
La muerte de Mary recupera el esquema de la ruptura dramática entre los dos amigos que ya vimos en el episodio 3×01, en el que Holmes reaparece tras su supuesta muerte, algo que Watson considera un engaño intolerable. Repetición, podrían decir los críticos; poesía, los entusiastas. Hay una simetría de argumento: como el estribillo de una canción que vuelve recargado de instrumentos. Ahora el abismo entre Watson y Sherlock es mayor tras la muerte de Mary que tras la supuesta muerte del detective. Aquí no caben fingimientos. No hay vuelta atrás.
Sherlock Holmes no puede sostener ya que es un «sociópata funcional». La muerte de Mary le afecta, pero más la ruptura con Watson aunque este se considerara a sí mismo como un globo: «Lleva ahí desde las 9:30. Es mi sustituto». Pero si Sherlock repara en el globo es porque necesita la presencia de su compañero. Este globo rojo reaparece cuando Sherlock pide a la señora Hudson que actúe como Watson. El globo está atado a unos libros y ha perdido gas, por lo que descansa sobre el brazo de un sillón. El globo sin fuerza representa no tanto a Watson como la relación destruida en parte por la obsesión de Sherlock por Moriarty, que le vuelve un tanto ineficiente y poco precavido ante el peligro.
Sherlock falla por momentos: el diamante de los Borgia no se encuentra en la estatua como había previsto —lo que hubiera sido un golpe de efecto propio de Conan Doyle— ni el ladrón y asesino es un secuaz de Moriarty. La teatralidad de Sherlock se diluye; su seguridad se tambalea. Y sucede con el Sherlock en su peor estado anímico, en pleno proceso de desintoxicación de las drogas, que quiere eludir la fama y que acabará por tomarse a sí mismo a burla simulando ignorar quién era Margaret Thatcher, y que acabará citándose a sí mismo como en aquel chiste de Gila: «Porque soy Sherlock Holmes» cuando finge ante Mary Watson cómo la ha encontrado antes de revelar que ha empleado un método prosaico: un localizador.
Sherlock Holmes no es el único personaje en deconstrucción. Descubrimos que el fiel y abnegado Watson es un hombre sujeto a debilidades que inicia una aventura extramarital por casualidad y con tanto deseo como sentido de culpa. Apenas son un puñado de escenas en las que Watson siente que la mujer del autobús le profesa una atención que echa a faltar por parte del detective y la esposa desbordada entre el bebé y las pesquisas criminales.
Finalmente, Mary Watson acaba como vivió parte de su vida: con violencia. La simetría de argumento reaparece para cerrar el ciclo de un personaje complejo que, por momentos, ejercía como madre de dos hombres adultos. Quedan Sherlock Holmes y John Watson solos, desamparados, y enfrentados, a pesar del detective. Conan Doyle no creó en torno a la muerte de Mary Watson un drama, sino que la mató de un plumazo para que el médico volviera de inmediato con el detective. Gatiss y Moffat no se lo han puesto fácil, pero saben que el público de las series contemporáneas es exigente y no hubieran digerido la muerte accidental de Mary. En este punto queda el episodio 4×01 de la serie de BBC.
2 respuestas a «Sherlock, el globo rojo y la simetría de argumento»
Me encantaaaa!!!
Pues a mi me ha parecido un episodio flojisimo, el mas flojo de toda la serie y mira que había algunos ya que rozaban el aburrimiento. Es una serie que mezcla episodios magistrales con otros muy carentes, no tiene termino medio. OJO SPOILERS:
Para empezar nunca entendí la elección de la Actriz para el personaje de Mary. No me da, es que la veo y soy incapaz de creer ni por un segundo que fuera lo que me quieren decir que fue. Ademas de demasiado mayor. No estoy pidiendo que pusieran a una veinteañera espectacular ni mucho menos, pero es que parecía mas la abuela de la niña que su madre.
Tampoco tiene sentido que siendo quien eres y dándote el pendrive quien te lo da no desconfíes. Trazas un plan que te lleva por medio mundo y no sospechas que pudo meterte un localizador. Hombre yo lo mismo no, pero la espia elite de la elite deberia. Y el final ya no hay por donde cogerlo. Tengo un marido amantisimo y una hija recién nacida y me pongo en mitad para recibir el disparo destinado a un amigo, que sera muy amigo pero voy a dejar a una hija huérfana. Eso sin contar que el entrenamiento de espía le da pocos recursos, nada de empujarlo al suelo, mejor paro yo las bajas a pecho descubierto… En fin y montones mas de cosas. Es entretenido y se ve del tiron, pero esta muy muy muy por debajo del nivel esperado.