La serie de fotos Short-term, But Long-Term, de Federico Vespignani, que estos días se expone en Getxophoto*, tendría que ir precedida del clásico aviso que antecede a los contenidos visuales que pueden herir la sensibilidad de quien los contempla. No por su violencia explícita, sino por lo que significan. Son soldados israelíes que posan para su perfil de Tinder y otras apps del estilo. Y lo hacen con la guerra de Gaza como escenario.
Si nos fijamos estrictamente en el tipo de fotos, extraídas directamente de sus perfiles, no difieren demasiado de las que circulan por estas aplicaciones: hombres jóvenes, con poses perfectamente estudiadas para evidenciar sus entrenados cuerpos. Son el resto de elementos los que erizan la piel. Porque, en lugar de sujetar una mancuerna o posar con una piscina de fondo, estos usuarios empuñan su arma y, en la mayoría de las ocasiones, se muestran sobre una montaña de escombros o con el polvo levantado por los tanques a su alrededor.
«Las imágenes incomodan porque rompen con la lógica clásica de la representación bélica. No son documentos filtrados ni reportajes de guerra. Son ofertas de amor (o sexo) transmitidas desde el frente, a veces con ubicaciones activadas y miradas sugerentes. El uniforme y el arma ya no representan solo autoridad o amenaza; se convierten en símbolos de deseo, en capital sexual», explican el activista Adam Broomberg y el escritor Ido Nahari en el prólogo del libro en el que se recogen las más de 500 fotos recopiladas por Vespignani.
Él no las interviene ni las manipula. Simplemente las muestra como testimonio de una realidad perturbadora donde la crueldad y violencia de la guerra se vuelve mercancía erótica. «En estos perfiles, la guerra se vende como virilidad, como potencia, como atractivo», apuntan los prologuistas del citado libro.
Ambos, incluso, llegan a relacionar esta idea con el concepto de judaísmo muscular que acuñó el pensador Max Nordau a principios del siglo pasado. «Una idea que celebraba el renacimiento del judío fuerte, armado, vencedor. Hoy esa fantasía ha mutado. Como denuncian algunos críticos, ese ideal corporal ya no es solo una afirmación identitaria: se ha convertido en una forma de dominación, de propaganda visual, de supuesta superioridad moral y física».
En Short-term, But Long-Term, esta idea se actualiza y se traslada al universo de las redes sociales, donde el cuerpo del soldado pasa de ser una máquina de guerra a un producto deseable. «Y su contexto, aunque sea un genocidio retransmitido en directo, apenas sirve de fondo», añaden Broomberg y Nahari.
La invasión sobre el terreno no es la única que rezuman las fotos. La de las vidas privadas de las personas que un día vivieron en aquella zona queda patente en las fotos en las que los soldados posan con la ropa interior femenina encontrada en los cajones de las desvencijadas casas. Porque, al igual que la violencia puede ejercerse de muchas formas, también puede visualizarse de mil maneras. Quizás lo más temible de todo esto es la naturalidad con la que este tipo de imágenes circulan en estas aplicaciones.
«En esa banalización de la violencia hay una trampa. Porque cuando lo atroz se vuelve familiar, dejamos de reconocerlo como tal. Vespignani no lo denuncia explícitamente, pero sí lo pone en evidencia. Y lo hace con una precisión quirúrgica: recopilando, encuadrando, y devolviéndonos ese reflejo incómodo de lo que ya está ahí, a la vista de todos», rematan los autores del prefacio.
* El festival de fotografía Getxophoto se celebra en la localidad vizcaína hasta el próximo 22 de junio. La de Vespignani es una de las muestras de los 20 artistas invitados en esta edición, que esta edición lleva como apellido REC. «Primero pulsamos PAUSA, luego PLAY y ahora le damos al botón de REC. La abreviatura del inglés record, que significa grabar y aparece habitualmente como un círculo rojo en nuestras pantallas, remite al registro, a la memoria, al relato sobre el pasado y a la condición de la imagen como testigo de la realidad».
Bajo este concepto, la organización quiere reabrir el debate sobre el rol al que la tecnología puede llegar a relegar a la fotografía o, más bien, a la idea de lo que algunos entienden sobre esta disciplina. «¿Cuál es la diferencia entre acumular archivos y elaborar un relato? ¿Cuál es el futuro de la imagen –y de la memoria construida a través del registro visual– en un mundo de REC extremo, inmaterial, manipulable y aparentemente infinito?».