O mejor dicho, si el petróleo no tuviera ya ninguna utilidad. El desplome en los precios del barril de referencia Brent ha desatado toda clase de especulaciones al respecto, pues la dependencia de nuestra civilización del llamado oro negro ha provocado situaciones geopolíticas que rozan el absurdo, como por ejemplo la legitimación de un país tan repugnante como Arabia Saudí.
(Opinión)
Es un estado que no respeta los derechos humanos más elementales, donde las mujeres no pueden ni salir de casa sin un varón, ni conducir, ni abrir una cuenta bancaria, y donde los blogueros son encarcelados y castigados con latigazos. Pero nuestro gobierno hace negocios con ellos y tiende el AVE de Medina a La Meca, con los consiguientes sobrecostes para que los del Ibex35 se metan en el bolsillo unos pocos cientos de millones de euros adicionales.
Todo ello propiciado por los estrechos lazos de amistad del Rey Emérito Juan Carlos. No quedan muy lejos los tiempos en que Marbella era colonizada cada verano por la familia real de Fahd y sus secuaces, y las caras horteras del papel cuché se peleaban por coincidir con miembros de la familia saudí en cualquier sarao de la Milla de Oro.
De todos los Emiratos Árabes solo uno no depende del petróleo: Dubai. En ninguno existe nada remotamente parecido a la democracia, en ninguno se tolera la homosexualidad, ni la diferencia, ni la disidencia política, y solo se puede conseguir alcohol en los clubs de los hoteles de lujo, lo que pone de manifiesto la hipocresía del Islam al respecto.
Los hijos díscolos de unos y otros reyezuelos del Golfo dilapidan fortunas de manera insultante en Europa. Allí son enviados a estudiar alguna carrera en las escuelas y universidades más exclusivas, lo que a menudo es sinónimo de que permiten comprar los títulos por elevadas sumas o mediante la cesión de importantes donaciones. Algunos de esos príncipes protagonizan escándalos que dan lugar a conflictos diplomáticos por tratar de encubrir delitos como violaciones a mujeres a bordo de sus yates, consumo y tráfico de drogas, toda clase de abusos… Nuestros ministros de Asuntos Exteriores se han afanado todas estas décadas por arreglar los entuertos y que nada trascienda.
Estos tipos son los mismos que regalaban a Juan Carlos I los Ferrari Testarossa que hoy languidecen en un garaje del palacio de la Zarzuela.
El caso de Venezuela, cuya única riqueza es el petróleo, es paradigmático. En los años 60 del pasado siglo, del lago Maracaibo se extraían tales cantidades que cualquier oscilación en su producción afectaba al precio global, ya que era miembro fundador de la otrora poderosa y hoy casi irrelevante OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). La inminente irrupción de Irán como productor y exportador va a favorecer aun más el abaratamiento del crudo.
Por si esto fuera poco EE.UU. se ha convertido en energéticamente independiente gracias al empleo de técnicas de fracking, cuya seguridad todavía despierta muchos recelos, aunque son acallados por el rendimiento económico que están produciendo.
Que hace cientos de años el mercado de las especias fuera el termómetro económico del mundo ahora nos parece casi ridículo. Clavo, pimienta, canela, nuez moscada… Por estas sustancias cuya única utilidad era y es darle un sabor más interesante a los guisos, se fletaban barcos, se hundían aseguradoras, se cometían crímenes de estado y se entablaban guerras para modificar fronteras ¡Por un puñado de botes de especias que hoy podemos encontrar en los lineales del Carrefour!
Si el petróleo llegara a ser tan irrelevante (en términos geoestratégicos) como lo son hoy las especias, todo el equilibrio de poderes pivotaría.
Si el petróleo se empleara simplemente para procesos químicos o para fabricación de polímeros, plásticos y otras utilidades, pero dejara de ser el eje de la economía mundial, sin duda ello tendría muchas ventajas, aunque no para todos, obviamente.
A ello habría que sumar el obvio beneficio para el medio ambiente y la reducción drástica en la emisión de gases para evitar el efecto invernadero, pues la quema de combustibles fósiles tiene los días contados. China sigue quemando millones de toneladas de carbón, pero se le están empezando a morir y a enfermar decenas de miles de ciudadanos por la contaminación insoportable de aquel país, y en breve las cuentas no le saldrán al Dragón.
El documental de National Geographic Aftermath, the world without oil (2013) se enmarca en esta corriente catastrofista que preconiza el fin de la civilización si se acaba el oro negro. Hambrunas, guerras civiles, cierre de las Bolsas, millones y millones de muertos…
Los lobbies son muy poderosos, y por eso siguen alimentando la industria automovilística convencional, para que las grandes petroleras sigan manteniendo sus valores en bolsa. Como la familia Bush, por ejemplo. Casi todos los negocios del expresidente de EE.UU. tienen que ver con el petróleo, lo que explica sus lazos estrechos con la mencionada monarquía saudí, que tantos quebraderos de cabeza le dieron después del 11-S. Sin embargo el enfoque del documental parte de que un día el petróleo se agota, sin más. La tesis de este artículo no es esa, sino fantasear con que un día el petróleo ya no fuera necesario. No es lo mismo.
Nuestro país vende armas a Arabia Saudí (más de 440 millones de euros en 2015), con las que sus gobernantes se emplean a fondo en reprimir cualquier atisbo de rebelión. Recordemos las malogradas primaveras árabes no llegaron ni siquiera a asomar la nariz por el férreo control de una de las naciones más opacas del mundo.
Si no necesitáramos su petróleo es bastante dudoso que estas transacciones se produjeran, por ser sonrojantes, incoherentes e incompatibles con todos los discursos y acuerdos. Y no es un tema de color político, tanto los gobiernos de PP como los de PSOE han continuado esta viciada relación comercial cuyo objetivo último es mantener el régimen saudí con mano de hierro.
Existe una innegable correlación entre la falta de derechos y libertades civiles y el nivel de producción de petróleo de los países que manejan este mercado. Cuanto más petróleo menos democracia.
Si el petróleo fuera gratis el régimen de Arabia Saudí colapsaría. Venezuela se regeneraría. Y Rusia dejaría de intentar invadir ex repúblicas soviéticas ¿no es un escenario tentador? ¿no sugiere eso alguna pista acerca del desplome del precio del oro negro?
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