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Siete fobias para siete hermanos

El nombre de Alex Torrance no les dirá nada, pero ha sido noticia estos días. Padecía una extraña aversión llamada kompounofobia ¿traducción? Miedo a los botones. Suena cómico, pero el tipo no podía mantener relaciones sexuales (tarde o temprano al desnudar a una chica aparece algún botón) ni tener un trabajo normal en el que haya que vestir uniforme, o ver clientes al otro lado del mostrador… o ser camarero.

Alex logró curarse mediante técnicas de hipnosis por un equipo de psicólogos, como explicó en el canal británico ITV, que acaba de celebrar la “Semana de la Fobia”, donde afloran las manías más extremas a las cosas más absurdas. Allí aparecía el doctor Elliot Wald, que ha invertido los últimos 14 años de su vida viajando por el mundo tratando fobias extrañas, mediante lo que él llama reprogramación de los patrones de pensamiento.

Por ejemplo, la emetofobia es el pánico a la gente disfrazada, que no puede llevar a sus hijos a Disneyland, porque su peor pesadilla es un Mickey Mouse de tamaño natural, o los numerosos Bob Esponjas que menudean por las calles de las ciudades.

Las películas de fobias constituyen un subgénero en sí mismas. Quizá la decana sea la magistral e inquietante “Phobia” (John Huston, 1980), en la que Paul Michael Glasser (más conocido como el moreno de “Starsky y Hutch”) es un reputado psiquiatra que cura a sus pacientes con tratamientos de choque. Veamos algunas fobias y sus filmes fetiche (o viveversa).

Agorafobia (miedo a las masas de gente o a los espacios abiertos o al cine de Amenábar): “Con la muerte en los talones” (Alfred Hitchcock, 1959), ”En el punto de mira” (Pete Travis, 2008), “Agora “(Alejandro Amenábar, 2009.)

Aracnofobia (miedo a las arañas): “Arachnophobia” (Frank Marshall, 1990), “Starship Troopers” (Paul Verhoeven, 1997), “Arac Attack” (Ellory Elkayem, 2002). Y cualquiera de Wes Craven, donde siempre hay un plano de una araña chunga.

Automatonofobia (miedo a los ventrilocuos, a José Luis Moreno y a algunos políticos): “El muñeco diabólico” (Richard Attenborough, 1978), “Silencio desde el mal” (James Wan, 2007).

La barofobia no es pánico a tomarse unas cañas en el bar, sino miedo a la gravedad, y afecta a quienes han de tomar un ascensor o usar una escalera mecánica. Impagable la película holandesa “Das Lift” (Dick Maas, 1983).

Coulrofobia (miedo a los payasos): “Los payasos de Fellini” (Federico Fellini, 1971), “Killer Clowns from Outer Space” (Stephen Chiodo ,1988), “Balada triste de trompeta” (Alex de la Iglesia, 2011).

Odontofobia (miedo a los dentistas): “Marathon Man” (John Schlesinger, 1976), “La pequeña tienda de los horrores” (Roger Corman, 1960), “Novocaína” (David Atkins, 2001).

Ofidiofobia (miedo a las serpientes): “En busca del Arca Perdida” (Steven Spielberg, 1981), “Conan el Bárbaro” (John Millius, 1982), y la película que Elsa Pataky querría borrar de su currículum, pero no puede por culpa del IMDB: “Serpientes en un avión” (David R. Ellis, 2006).

Musofobia (miedo a ratas y ratones): “Willard” (Glen Morgan, 2003), Ben (1972), “Ratatouille” (Brad Bird, 2007).

La pedofilia tiene un reverso, llamado pedofobia (que no es horror a las ventosidades, sino miedo a los niños.: “Mala semilla” (Mervyn LeRoy, 1956), “Los hijos de los malditos” (Anton Leader, 1963), “¿Quién puede matar a un niño?” (Narciso Ibáñez Serrador, 1976).
Pero volvamos al mundo real, donde se generan nuevas fobias que hay que bautizar. Por ejemplo, el miedo a los telediarios, a la paella de menú… o a Mario Vaquerizo.

“Siete novias para siete hermanos” (Stanley Donen, 1954 ) se estrenó antes de que la necesidad de clientes (antes conocidos como pacientes) hiciera aflorar insospechadas fobias que no son sino expresiones legítimas de nuestro comportamiento. Léanse fútbolfobia, torerofobia, duquesadealbafobia… O la más compleja y difícil de tratar: Fobofobia, o miedo a las fobias.

Foto: Adam Monkhouse bajo licencia CC.

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