Cuando al poeta Ricciotto Canudo se le ocurrió asignar al cine el puesto número 7 del listado de las artes, lo hizo por considerar que estaba a la altura de las seis que lo precedían. A su entender, el cine era un compendio de todas ellas: pintura, escultura, arquitectura, poesía y literatura, danza y música confluían en él. El séptimo arte era algo así como la idea de Gesamtkunstwerk que acuñó Wagner para hacer referencia a la obra de arte total, la que daba cabida a todas las demás disciplinas.
La fascinación de Canudo por el cine se extendió rápido, trufando el mundo de cinéfilos. En unas pocas décadas, aquel arte se convirtió también en industria y las salas de cine proliferaron como setas. Los locales en los que se proyectaban las cintas comenzaron a crecer en tamaño y suntuosidad a medida que el número de espectadores aumentaba. Algunas de estas salas se convirtieron en un espectáculo en sí mismo.
[pullquote]«He visto el mundo deslizarse hacia la fealdad: lugares muy hermosos destruidos o terriblemente reemplazados. Solo la arquitectura oficial parecía conservarse: iglesias, castillos, ayuntamientos… Pero los cines no escapaban de esa ola de destrucción»[/pullquote]
Pero llegó un día en el que al cine le salieron otros competidores en eso de entretener a la gente. Después, las salas perdieron la exclusividad de las exhibiciones cinematográficas. Ahora los espectadores podían devorar películas y películas en sus casas sin tener que sacar entrada ni hacer colas. Muchas de las salas se vieron abocadas, entonces, a cambiar de negocio y acoger otro tipo de actividades en su interior. Otras directamente cerraron.
Desde hace más de una década, Simon Edelstein visita muchas de estas salas abandonadas para tomar fotografías. Con una larga trayectoria como cineasta en la televisión suiza, Edelstein estaba acostumbrado a viajar por todo el planeta y a toparse con la decadencia en muchos de sus rincones: «He visto el mundo deslizarse hacia la fealdad: lugares muy hermosos destruidos o terriblemente reemplazados. Solo la arquitectura oficial parecía conservarse: iglesias, castillos, ayuntamientos… Pero los cines no escapaban de esa ola de destrucción».
Edelstein no entiende la pasividad o, más bien, la complicidad de las autoridades ante la desprotección de esta «no siempre audaz arquitectura». «Mi amor por los cines también estuvo condicionado por la belleza de muchos de estos edificios. No podía tolerar la idea de que esas magníficas estructuras fueran reemplazadas por locales sin alma y sin encanto. Así que hace 15 años comencé a fotografiar cines abandonados antes de su destrucción definitiva», explica.
A su modo de ver, la situación de estas salas es una metáfora de nuestras vidas: «El paso del tiempo nos vuelve frágiles y vulnerables, como estos cines que desaparecen para caer en el olvido». Desde el objetivo de Edelstein, estas salas de proyección cogían el relevo de Gloria Swanson en una suerte de remake de Sunset Boulevard (El crepúsculo de los dioses). Ahora la protagonista no era la otrora estrella de cine mudo relegada al ostracismo, sino los propios cines abandonados a su suerte por los espectadores y las autoridades locales.
«Los cines abandonados provocan emociones intensas; recuerdos de películas maravillosas muchas veces olvidadas, de salas abarrotadas de público entusiasta, recuerdos de esplendor pasado, pero sobre todo, el sueño de un tiempo desaparecido para siempre».
[pullquote]«La exigencia con la que fueron construidos muchos de estos cines, en los que se cuidaba cada detalle, los convertían en algo así como catedrales inmortales»[/pullquote]
En lo que antes rezumaba la belleza («la exigencia con la que fueron construidos muchos de estos cines, en los que se cuidaba cada detalle, los convertían en algo así como catedrales inmortales»), ahora se acumulan basuras, pintadas, asientos destrozados…
En su ruta «arqueológica» por los cines abandonados de todo el mundo, Edelstein aprendió mucho de los países por los que anduvo y de la relación de estos con el cine. También se hizo con un buen número de anécdotas: «Guardo recuerdos especiales, como en el Cinema Majestic de Bridgeport, donde mi pareja, Elisabeth Christeler, y yo nos quedamos encerrados un día entero a oscuras. Solo teníamos una linterna para fotografiar un maravilloso cine abandonado con el que las autoridades locales no sabían qué hacer. ¡Qué emoción!».
Sirva de apunte que las fotos que Edelstein recopiló después en un libro titulado Cines abandonados en el mundo (editorial Jonglez) fueron tomadas antes de 2020. Son previas a la pandemia que cerró, durante un tiempo, las salas de muchos países. Algunas no han vuelto a abrir. Más material (quizás, demasiado) para el fotógrafo y su cámara.