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Spanish Starter Packs: memes para un país con más personajes que personas

Pocas cosas más desternillantes que una definición bien cincelada de una persona, un colectivo, una tribu urbana o una forma de ser. A eso se dedica el estudiante de Filología de 23 años Carlos Martín en su cuenta Spanish Starter Packs: con cada nueva imagen recuerda que somos más personajes que personas, y que eso, en realidad, es mucho más interesante.

Martín reivindica el costumbrismo meme a la ibérica a través del esquema clásico de los starter packs: son cuadros que recogen los objetos, complementos o herramientas necesarias para ser una «china de la uni», un «señor que siempre va solo a la discoteca», los chavales que «solo aceptan el reguetón si les dices que es cumbia electrónica», los tipos que «hablan de importantes sumas de dinero en duros» o los que recuerdan constantemente que su «viejo conoce a Rosendo».

Estos paquetes de iniciación recuerdan al enfoque Pantomima Full pero en formato de imágenes. Parecen diseñados por un pureta del Paint o por un maquetador de libros de fiestas patronales. O mejor: es como si Wallapop o eBay fueran manuales de sociología y psicología en vez de portales de compraventa.

«Me salió la idea espontáneamente, tenía otra cuenta con 200 seguidores, subía cosillas, y un día empecé a hacer esto sin más. Y se me fue de las manos», recuerda. Hoy le siguen 100.000 usuarios. Su historia se repite en muchos proyectos exitosos en Instagram: empiezan por diversión y acaban sobrepasados. La espontaneidad todavía surte más efecto que la estrategia.

Hay épocas que piden costumbrismo a gritos. En el siglo XIX, los periódicos se llenaban de artículos sobre anécdotas ocurridas en calles y bares reconocibles. Eran pequeños sucesos, simples, instrascendentes. Daban risa, y lo hacían porque su intrascendencia era solo aparente: en realidad, ayudaban a reflejar la realidad social desde el suelo, por debajo de las grandes teorías.

El costumbrismo es una urgencia en tiempos de cambios, ansiedades y desorientación. Y España es un país que suma a todo eso una forma de vida enfocada a la calle. «En general, muchísima literatura española está atravesada por el costumbrismo, sin necesidad de ser costumbrismo como género. Desde pequeño, te lees los libros de Manolito gafotas. Estamos expuestos a ese rollo».

El lema de su cuenta es «Making costumbrismo great again». Asume, sin embargo, que la articulación del costumbrismo a través de memes puede provocar un impacto menor que, por ejemplo, a través de la literatura o el cine. «Internet es más inmediato, y esto está bien y mal. Puedes conseguir que se propague rápido una vaina, pero, por otro lado, la gente la mira mientras espera el autobús o en su casa, y a los diez minutos no se acuerda».

A los starter packs (a los ibéricos y a los internacionales) les basta con un epígrafe y cuatro o cinco imágenes para definir a un tipo de personalidad, un perfil o una tribu urbana. ¿Habría funcionado este sistema en otras épocas?

Quizás sí, pero sus posibilidades expresivas habrían sido mucho menores. En el pasado, variaban las estéticas, los gustos y las rutinas en función de las regiones y la clase social, pero era mucho menor la diversidad (o, más bien, el conocimiento de esa diversidad: las comunidades no se comunicaban entre sí ni se veían como hoy).

Hoy, las personas se definen adornándose, publicando sus aficiones, practicando lenguajes variados. La gente compra y consume no solo para poseer sino para construir su personalidad al modo de un collage.

El éxito de un starter pack depende de la precisión al escoger los objetos y las imágnes para que, son solo mostrarlas, se perciba una realidad concreta.

Nos pone que nos retraten bien, aunque sea en caricatura, porque significa que nos reconocen. «La gente se lo toma a risa. Son más los que se lo toman guay que los que se ofenden», dice Martín. «Te provocan [los memes] la necesidad de mandárselo a tus colegas, decirle: mira este es no sé quién. La gente busca sentirse identificada o identificar a alguien de su entorno».

No todos lo celebran. «Siempre hay gente dispuesta a enfadarse por cualquier vaina, incluso con las tonterías que menos te esperas. A veces, la gente se cabrea porque cree que tengo voluntad de crítica, y para nada. Lo hago desde el cariño a los personajes. Muchos se refieren a amigos de siempre o a gente de la familia.», asegura.

Martín se arrepintió, cuando su número de seguidores se catapultó, de haber revelado su identidad a través de stories o de su cuenta de Facebook. Ya no lo hace. Cuenta que un día lo reconocieron por la calle y que aquello le inquietó: «A ver si con la tontería puedes empezar a ser famoso de verdad… Que yo no sé si quiero, y mucho menos gratis».

 

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Por Esteban Ordóñez Chillarón

Periodista en 'Yorokobu', 'CTXT', 'Ling' y 'Altaïr', entre otros. Caricaturista literario, cronista judicial. Le gustaría escribir como la sien derecha de Ignacio Aldecoa.

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