Estaba cansado pero eso ya poco importaba, pronto estaría muerto. Escuchó gritos de terror, el viento los empujaba hacia él, pero la distancia los había convertido casi en susurros. Frenó las piernas, dejó caer los brazos y alzó la vista, contemplando la escena. Era, cuanto menos, impresionante. En el horizonte se erigían edificios altos como montañas, un oasis de cristal y hormigón en medio del desierto. Tras ellos, un enorme planeta tapaba el cielo casi en su totalidad. Por sus márgenes se colaban pequeños resquicios de luz que bañaban la ciudad en un brillo apocalíptico. Era bonito. Era el final. El monje solo iba a poder presenciarlo a distancia, con una pasividad bovina, catódica, frustrante. Pero no se sintió mal, sabía que todo aquello estaba sucediendo gracias a él así que, un segundo antes de que todo terminara, sonrió.
Podría ser una historieta de fantasía pero es una ilustración de Stuart Lippincott. Al menos es lo que sugiere, de forma subjetiva, una de sus piezas. Funciona con todas ellas. Puedes probar tú mismo admirando cualquiera: observa fijamente e intenta inventar una historia alrededor. Los mundos son tan sugerentes, tan ricos en detalles, tan ajenos a nuestra realidad y a la vez tan familiares, que es fácil montar un mundo sobre ellos.
Pero, ¿cuáles fueron las historias que originaron estos diseños? ¿Hay realmente un cuento tras cada dibujo o solo se crea en la imaginación del espectador? «La verdad es que creo según mi estado de humor y la música que estoy escuchando», contesta Lippincott. «A veces me baso en cosas que pasan en el mundo real», concede, «y me gustan mucho las películas de ciencia ficción». Nada más. Tampoco es que se le pueda echar en cara. Este ilustrador crea a ritmo de una ilustración por día, ni siquiera Stephen King podría escribir tantas historias.
Mantener un ritmo diario no parece agobiar a Lippincott. «En realidad me sirve para aliviar el estrés», explica. «Puedo ponerme los auriculares y hacer desaparecer el mundo durante un par de horas». Además este proyecto tiene una última ventaja: ahora este diseñador estadounidense tiene una colección de imágenes que representan su evolución, su crecimiento como artista. «Estoy contento con la forma en que las cosas han progresado», reconoce. «Puedo regresar y ver de dónde vengo».
Este progreso no solo se puede ver en su resultado. Lippincott desgrana en su canal de Youtube todos los pasos seguidos, unos videotutoriales en los que comparte todos sus secretos. «Creo que es importante pasar la información que vas aprendiendo para ayudar a otros», comenta sobre este gesto de altruismo. «A mi me ayudó mucho ver tutoriales y he hecho amigos de todo el mundo con esto».
Antes de devorar tutoriales y aprender las herramientas del que es hoy su trabajo, Stuart Lippincott era un hombre creativo que no acababa de encontrar su sitio. Siempre le gustó dibujar, pero su estilo no acababa de encajar en los cánones estéticos actuales. «Era una mierda», dice él sin más florituras. «Todavía lo es». Así que Lippincott empezó a estudiar 3D porque quería entrar en el vibrante mundo de los videojuegos. «Nunca acabó de despegar, la verdad», resume sobre esta etapa.
Fue entonces cuando consiguió un trabajo rutinario, un puesto en el que no tenía que usar modelado y diseño 3D. Cualquiera habría tirado la toalla en ese momento, pero Lippincott decidió empezar a hacer un diseño cada día. Lo haría en su tiempo libre y confiaba en poder aguantar el ritmo varios meses. Era octubre de 2016.
[pullquote author=»Stuart Lippincott» tagline=»Diseñador Gráfico»]Hacer un diseño al día me sirve para aliviar el estrés[/pullquote]
Si algo se puede afirmar de este artista es que es tenaz y concienzudo. Compagina su proyecto diario con encargos paralelos, renders más o menos en la misma línea, y saca tiempo para componer canciones y hacer fotografías. Se enamoró de la música escuchando el Unplugged de Nirvana y desde entonces no se ha separado de su guitarra. Puede que el dibujo no fuera su fuerte, pero no se puede negar que es un artista todoterreno.
Lippincott ha compuesto un puñado de canciones que usa como banda sonora para algunos de sus vídeos. Porque sí, Stuart LIppincott también hace vídeos. Sus animaciones dan vida a sus ilustraciones. Son buenas, pero difícilmente podrán competir con las historias que se monta uno en la cabeza viendo su trabajo.