Olvídate, solo hay dos cosas que definen el verano: una, el calor, por supuesto. El calorazo abrasador que se te pega al cuerpo y hace que supliques por un aparato de aire acondicionado más que por tu vida. Y la otra, su consecuencia: el sudor.
A este último, por asqueroso que te resulte así, a simple vista, hemos querido dedicar un momento de reflexión en nuestro número de verano que acaba de ver la luz del sol (y se ha vuelto a esconder en la web buscando la sombra de unos y ceros cuando ha sentido el percal ahí fuera). Esas gotas de agua que afloran por tu piel, recorren tu canalillo y dibujan rodalones bajo las axilas cuando usas camisa (o camiseta, lo que prefieras) pueden ser mucho más que química corporal y el paraíso del desodorante.
El sudor ha sido el protagonista de magníficas películas, como describe Javier Meléndez en su artículo.
Y es eso con lo que dicen que nos ganaremos el pan, una metáfora del esfuerzo. Algo que analiza concienzudamente Sergio Parra en este número.
Hablando de esfuerzos, ¿sudan las máquinas cuando las ponemos a trabajar para nosotros? ¿Será el sudor lo único que nos diferencie de ellas? Son preguntas que nos plantea el filósofo Javier Céspedes.
Pero no solo el sudor está asociado al verano. ¿En qué otra estación vas a lucir más y mejor un hermoso sombrero de paja?
¿Y cuándo vas a disfrutar más de una piscina que cuando aprieta el calorazo?
El verano es también el momento de contar grandes historias. Como la que conocimos sobre la amistad entre Dalí y su fotógrafo, Melitó Casals.
O para desmentir bulos sobre reinas y sus promesas poco higiénicas.
En fin, el verano, esa estación que debería servirnos para desconectar y cargar pilas. Y si, de paso, aprendes algunas cosillas que no sabías, pues mucho mejor.
Puedes empezar a leer este Yorokobu de verano, con esta portada tan rechulona que se ha currado Mario Barrachina, pinchando aquí.
Y puedes acompañar su lectura con la playlist que nos hemos currado, abanicándonos muy fuerte y soñando con las vacaciones.
¡Feliz verano, prima!
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