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El bloqueo del escritor es un invento

Un niño pequeño cae, se levanta, sigue adelante.

—Te has caído —dice un adulto— ¿Te has hecho pupa?

Durante uno o dos segundos el niño parece pensar. Y llora. Un ejemplo de cómo la palabra —pupa— daña más que la realidad. Los adultos no somos diferentes.

Tres palabras inocuas se vuelven peligrosas para un escritor al unirse: bloqueo de escritor, concepto inventado por el psicoanalista alemán Edmund Bergler en 1947.

¿Acaso los escritores no se bloqueaban antes de 1947? Quizá no tanto como después de esa fecha. El número de escritores y aspirantes que dicen estar bloqueados aumenta cada año, igual que muchas personas afirman padecer estrés postraumático por lo cotidiano:

«La lluvia/conducir/mi jefe/los horarios… me produce estrés postraumático».

Quienes así se expresan lo hacen por ignorancia o para hacerse notar. ¿Cómo, si no, se atreverían a comparar los horarios o el tráfico —molestos, pero no más— con una violación, el acoso escolar o una guerra?

Con frecuencia Kafka (que murió en 1924) es citado como ejemplo de escritor bloqueado. Pero los diarios del autor demuestran que no sufría bloqueo, sino insatisfacción por los resultados. Kafka sufría de perfeccionismo.

Elizabeth Gilbert (Come, reza y ama) expuso en TED que los griegos y los romanos pensaban que la creatividad era ajena a las personas. Criaturas mágicas eran responsables de las creaciones. El artista solo era un traductor.

«Con esta idea el artista se protegía a sí mismo», dice Gilbert.

Los artistas griegos no se bloqueaban. 

El bloqueo de escritor no es una protección: es una carga para unos; una excusa para otros. Una carga porque el autodiagnóstico castra. Una excusa que parece sonar mejor que «estoy cansado o aburrido»; «nada me ilusiona»; «estoy satisfecho porque tengo para pagar la próxima factura»; «prefiero cortocircuitar mi cabeza picoteando en las redes sociales»; «tengo miedo a la imperfección».

Bergler no observó nada de esto. Simplemente habló con autores que consideraban que se habían secado y no encontró causas objetivas. Sí consideró que la terapia era la solución.

Una solución que en nuestros días se ha convertido en un lucrativo negocio. Talleres de escritura de Nueva York ofrecen a sus alumnos alojamientos en París como terapia de desbloqueo. Estos cursos sugieren que las calles y los locales que pisaron Hemingway, Fitzgerald y Ezra Pound inspiran historias. Medianoche en París, la película de Woody Allen, como idea de negocio.

Asimov no creía en el bloqueo del escritor: «Mi padre era tendero. No tenía bloqueo de tendero. Trabajaba».

Hay circunstancias verdaderamente paralizantes como una ruptura sentimental traumática o el duelo por un ser querido o una enfermedad grave o ser víctima de la violencia. Estas son situaciones que verdaderamente pueden impedir la escritura.

Para otras situaciones hay soluciones: el descanso para el cansancio; que la ambición no sea grande ni lejana; permitirse la imperfección.

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Algunas técnicas funcionan:

La ecuación de Lynch para tener buenas ideas

Conviene pensarse como un niño. Que te caes y sigues adelante. Un niño que ignora la palabra pupa.

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