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Svalbard: el lugar donde la normalidad es extraña

Podía decirse que en Svalbard es más fácil toparse con un oso polar que con una persona. El número de estos plantígrados (algo más de 3.000 ejemplares) supera al de humanos en el archipiélago: cerca de 2.300. Pese a su carácter esquivo, la fiereza de los animales alentó a las autoridades a aprobar, hace un par de años, una ley por la que se prohíbe salir de Longyearbyen, la capital, sin portar un arma por temor a un más que posible encontronazo con alguno de estos úrsidos.

A Julia de Cooker los simulacros antioso que se realizan en las escuelas fueron una de las cosas que más le llamaron la atención en su primer viaje a Svalbard. Aunque no más que el descubrir que el párroco se desplaza en helicóptero o ver circular una limusina en pleno ártico.

Era octubre de 2013 y todas aquellas situaciones forjaron la primera impresión de la fotógrafa: la de llegar a un lugar insólito. «Su singularidad puede que resida en su posición geográfica (es el lugar habitado más septentrional del planeta)». Aunque la francoholandesa sospecha que, en realidad, esa «extraña normalidad» que caracteriza al lugar procede de la total ausencia de tradiciones. «Svalbard no dispuso de población indígena, lo que significa que es uno de los pocos países sin un acervo cultural propio».

Tras ser descubierto en el XVI por parte de Willem Barents, Svalbard acaparó la atención, primero, de la industria ballenera y, después, de la del carbón. El Tratado de Svalbard, firmado tras el fin de la I Guerra Mundial, otorgó a Noruega la soberanía del territorio, aunque con la condición de garantizar los derechos a los países con intereses económicos para poder seguir desarrollando su actividad en la zona. El lugar se convirtió pronto en el «crisol» de nacionalidades que es hoy: sus algo más de dos millares de habitantes proceden de 40 países distintos, a los que hay que sumar los miles de turistas que visitan el lugar cada año.

En opinión de De Cooker, Svalbard suple su carencia de población autóctona y tradiciones con innovación e importaciones: «Todo allí es nuevo, todo tiene que ser construido o importado, y su modernidad y comodidad contrastan con la hostilidad propia del entorno polar».

En Svalbard impera la fugacidad. «Parece como si allí todo fuese efímero. Es un lugar que no pertenece a nadie y nadie pertenece a ese lugar». La fotógrafa confiesa no haber experimentado esa sensación en ninguna otra parte del planeta.

A través de las fotografías de Svalbard: An Arcticficial Life, De Cooker muestra la combinación de elementos contrapuestos que definen la vida en el archipiélago. «¿No es sorprendente que, pese a estar tan cerca del Polo Norte, las viviendas disponen de balcones?», vuelve a recurrir a otro ejemplo cotidiano para explicarnos su punto de vista y la esencia del libro. Las imágenes fueron tomadas durante los tres viajes que De Cooker realizó a Svalbard desde octubre de 2013 hasta febrero de 2016.

Por Gema Lozano

Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutenses de Madrid. Parece que fue ayer, pero lleva ya más de veinte años escribiendo -aunque no seguidos, :)- en distintos medios. Empezó en las revistas de Grupo Control (Control, Estrategias e Interactiva), especializadas en marketing y publicidad. Más tarde pasó a formar parte de la redacción de Brandlife, publicación gratuita de Pub Editorial.  Y en los últimos años sigue buscado temas y tecleando en Yorokobu, así como en el resto de publicaciones de la editorial Brands & Roses.

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