«¿Por qué no he de hacer también una interviú con mi hija?». Carmen de Burgos (Colombine), la periodista más admirada de principios del XX, entraba por puertas disimuladas para llegar al camerino y hablar, en esos momentos en bata después de la función, con las estrellas del teatro y el tablao. Entrevistó a María Guerrero, a Loreto Prado, a Rosario Pino, a Margarita Xirgu, a la Niña de los Peines.
Y un día de mil novecientos diecipoco le asaltó un dilema. ¿Debía interviuvear a María Álvarez de Burgos? «Ella es una actriz de vocación y, además… es mi hija. Recomendación inapelable que me obliga a hacer la única entrevista quizá injusta». Ahí se disipó la duda: la intelectual más aclamada de principios del XX hizo la interviú y la empezó con esas palabras.
—¡María! ¡María! ¡Ven! Voy a tener una conversación contigo, una conversación como esas que tú has leído y que yo he hecho sobre las otras artistas —le dijo, y María, como siempre, tardó en recorrer el largo pasillo de su casa para llegar hasta la habitación donde estaba su madre. Apareció como sorprendida, como si acabara de despertar.
—No es esa actitud para hacer una entrevista seria, en la que nos debemos hablar de usted. ¿Cómo voy a decir «Me recibió la ilustre actriz desarreglada, displicente, con un libro colgando de la mano, como si no fuese con ella la entrevista»?
—Bueno —contestó ella arreglándose súbitamente, de ese modo con que las mujeres, sorprendidas en su naturalidad casera, se arreglan al saber que las espera la visita de etiqueta—. Bueno… Ya estoy… Pregunta… Pregúnteme usted lo que quiera… Me coge usted leyendo el último libro de Anatole France.
Desde aquella escena ha pasado un siglo. Esta tarde de otoño de 2019, ¿dónde pillamos a Carmen Sánchez Molina?
—Acabo de llegar a casa.
Esta actriz interpreta a Carmen de Burgos en la obra de teatro Tardes con Colombine, que se representa todos los sábados de noviembre en la Sala Nueve Norte de Madrid. Y el presente ha decidido volver a poner a la escritora en una tesitura extraña: la Carmen de entonces va a entrevistar a la Carmen actual que ahora le da vida.
Las mismas preguntas que Colombine hizo a Rosario Pino, en la intimidad de su habitación en el Gran Hotel de Madrid horas después de debutar en la obra La noche del sábado, van a dibujar el retrato de la actriz Carmen Sánchez Molina.
—Cuénteme usted su vida, Carmen.
—Mi vida es especialmente hermosa porque tengo mucho amor a mi alrededor, sufrimientos suficientes para hacerme fuerte y risas suficientes para sobrevivir.
—¿Y cómo pensó usted en el teatro?
—Pensé en el teatro cuando era pequeña porque era un lugar donde podía expresar todo lo que sentía y no me dejaban en otro lugar. Podría expresar emociones que en la vida real no sabía cómo. Me parecía mágico.
—¿Recuerda usted el debut de la obra (Tardes con Colombine)?
—No se me olvidará jamás en la vida. Fue en Aranjuez. Hacía un frío horroroso. Yo estaba tremendamente nerviosa. Era la primera vez que escribía algo y tenía una responsabilidad muy grande porque la mayor parte del público eran amigos y por el personaje: Carmen de Burgos. Estaba tremendamente feliz y emocionada porque muchos amigos habían participado en el proyecto y me seguían con un amor incondicional. Fue algo hermoso, a pesar de que mis nervios no me dejaron disfrutar como actriz. Sentía a la señora Carmen de Burgos. Sentía una mirada todo el tiempo. Me sentía feliz. Era un batiburrillo de emociones.
—¿Qué género le gusta a usted más?
—Disfruto mucho con el drama. Me encanta esto de llorar y… Aunque la comedia me parece la mejor herramienta para hacer pensar. Porque con la risa puedes hacer pensar, sentir, reír, llorar. El drama limita a la tristeza, la pena, el dolor… La comedia te lleva a otras lugares… Aunque no la practico mucho… ja ja ja… Me río mucho de todo. Tengo que escribir algo cómico.
—¿Y qué pasión es la que más le conmueve?
—La empatía. Tener empatía hacia lo que pasa a tu alrededor te hace mejor persona.
—¿Qué proyectos tiene usted?
—Tengo el proyecto de escribir un monólogo sobre la soledad y las mentiras. Cómo necesitamos creernos mentiras para ser felices o para destruir. Las mentiras propias y las mentiras sociales que necesitas creer para no sufrir.
—¿Tiene usted algún capricho?
—Sí, tengo un montón. Me encaaanta fumar sola en el coche con música a todo volumen. Eso, para mí, es un capricho. Comer frambuesas; me encantan. Y comer cruasanes. Cuando como cruasanes en la cafetería del Teatro Pavón me siento en París, me siento millonaria.
Rosario Pino dijo en aquella entrevista de principios del XX que las malas lenguas decían que bebía y tomaba éter. Aunque «¡no lo he probado en mi vida!», protestó la actriz. Carmen de Burgos dijo entonces:
—Fábulas de envidia en torno a toda mujer que vale. Fábulas de ese deseo que hay como de matar y descuartizar a toda mujer que vive dignamente de su vida y de su independencia. Cuénteme usted, para concluir, alguna anécdota.
—Tengo unas anécdotas maravillosas. A mí me hacen mucha gracia —contesta hoy Carmen Sánchez Molina—. Yo estoy casada y en un momento decidí que no podíamos vivir juntos porque él tiene una forma de vida que no es la mía de actriz. Él lleva su hotel; vive en Zamora, en una aldea, y yo vivo en Madrid. Una vez me encontré a una mujer y me dijo: «Qué morro tienes. Él allí currando y tú aquí viviendo la vida». Y te dan ganas de contestar: «Perdona… Perdona… ¿Cómo que viviendo la vida?». Otra mujer, cuando íbamos a casarnos, me dijo: «Bueno, ahora dejarás el teatro y te irás con tu marido». Y dices: «¿Por qué? ¿Por qué me tengo que ir con mi marido? Mi trabajo es otro».
Una respuesta a «‘Tardes con Colombine’: la puesta en escena de la vida de Carmen de Burgos»
Qué ganas tengo de pasar por fin mi primera Tarde con Colombine. Con las tres… No es calaverada ni serrallo.