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Tatiana Brodatch y la erótica de la plastilina

Pudo escoger cualquier material para realizar sus esculturas, pero Tatiana Brodatch, artista moscovita afincada en Italia, eligió la plastilina como materia prima. «Es muy física, muy manejable. Es rápida y la velocidad es importante en mi trabajo», explica a Yorokobu. «Pero también creo que el uso de materiales más resistentes me aportaría otras perspectivas en mi trabajo, por eso busco otras alternativas. Acabo de hacer un proyecto, una pequeña serie de figuras en cristal de Murano; una experiencia increíble».

Brodatch trabajaba como arquitecta y no le iba mal. Estudió la carrera en su Moscú natal y pronto empezó a trabajar con éxito en estudios de allí y de Milán, ciudad que visitaba con frecuencia y donde acabó estableciéndose. En sus ratos libres, cogía un bloque de plastilina y le daba forma minuciosamente hasta crear una figura. Luego fotografía la escena y a veces incluso montaba vídeos de stop motion para darles vida. Necesitaba contar historias que hablaran de amor, que mostraran todo el interés que sentía por la naturaleza, la vitalidad y la energía humana.

Y así, como sin darse cuenta, esa faceta fue tomando más peso en su vida hasta dejar de lado la arquitectura y llenarlo absolutamente todo. «Ya sabes, la arquitectura es un trabajo que exige tiempo completo y en cierto momento de mi vida el arte tomó el papel principal. Así que tuve que reducir mi actividad como arquitecta a prácticamente cero», explica.

«Tuve éxito en la arquitectura y realmente me gustaba tanto como el diseño, pero me faltaba velocidad, espontaneidad; y la posibilidad real de hablar sobre lo íntimo, los sentimientos». La plastilina, sin embargo, sí le permitía hacerlo. «Es rápida, no se seca y me permite darle forma y contar historias con las fotos o los vídeos de stop motion».

Foto: Valentina de Gaspari

Para hablar de sentimientos, las figuras de Brodatch no necesitan tener rasgos faciales. Sus esculturas, afirma, son pequeñas y afinar los detalles de sus rostros convertiría su trabajo en arte hiperrealista, cuando ella se siente más expresionista. En palabras de la artista rusa, en lugar de retratos, dibuja miradas. «Mis personajes no tienen rasgos ni ojos, pero tienen una expresión, una mirada».

Sin embargo, contemplar esos cuerpos sin rostro pero tan minuciosamente detallados, lejos de despertar inquietud, emociona al espectador. Son figuras que se aparecen tal cual son, desnudas, sin complejos. Tan naturales que muestran incluso su sexualidad de una manera explícita.

«En cierto modo, el sexo siempre ha sido un tema central en el arte», comenta Tatiana Brodatch. «Desde la antigüedad, el sexo es el proceso más creativo que existe. Crea vidas. También supongo que es la manera más explícita que tienen los humanos adultos de transmitir sus emociones. Es parte del amor físico que necesitan para sobrevivir. La gente necesita contacto físico durante toda su vida y el sexo es lo que tenemos, lo que nos da esa cercanía con otro ser. Pero también creo que es el único espacio donde nos relacionamos realmente con nosotros mismos: estamos desnudos, somos sencillamente nosotros».

Hay quien considera pornografía esas escenas tan tremendamente eróticas, algo con lo que la artista moscovita no está del todo de acuerdo. Para ella, pornográfico es aquello en lo que no se comunican sentimientos y no es el caso de sus esculturas. «Comunico sentimientos a veces a través del sexo. Es bastante raro llamar pornográfica a una escultura de plastilina, pero en ocasiones una escena sensual artística puede excitar más que otra de sexo duro. Quizá sea porque el sexo ejecutado en el porno no se percibe como propio. Son actores practicando sexo, pero es su sexo, no el nuestro. Y en el arte o la animación es como un sueño, como algo que puedes descargarte y que es tuyo y suyo. Lo compartes, tomas parte en él».

El erotismo de sus figuras le ha ocasionado algún problema cuando ha querido compartir su obra en redes sociales. «Me han bloqueado a veces en Instagram, pero nunca tengo el propósito de provocar a nadie, así que no subo ninguna escena explícita. Una vez un vídeo en Youporn. Es una red realmente popular, tuvo muy buena difusión».

Son bastantes los artistas a los que Brodatch siente como referentes: Freud, Rodin, Chagall, Edward Hopper… pero también otros no figurativos como el artista inglés David Tremlett. «A veces tomo una foto y hay algo en ella que me recuerda a algo que ya he visto: la luz, la composición… Tengo un enorme archivo artístico en mi cabeza y, naturalmente, esa experiencia de manera inconsciente se deja ver también en mi obra».

Tatiana Brodatch habla del proceso de creación de sus obras como algo duro e intenso. «Normalmente, cuando estoy de humor, voy al estudio a esculpir y hacer fotos. Cuatro horas, no más; es bastante agotador en realidad. Es un proceso de creación, pero también una terapia: puedo resolver muchos de mis problemas solo con esculpir mis sentimientos».

La experimentación también es importante para ella. Acaba de pasar una semana en el museo Santo Sospir de Cap Ferrat, en la Riviera francesa, como residente de arte. Allí ha pasado seis días completamente inmersa en su trabajo como escultora. «A diferencia de la arquitectura, el arte es muy difícil de programar», asegura. «Fue un trabajo increíblemente intenso y agotador para mí, pero muy satisfactorio también».

De vuelta a la realidad, Brodatch continua con sus delicadas esculturas de plastilina, sus fotografías y sus vídeos. «Mi mensaje no es verbal. Es como una sonrisa, un abrazo. Quiero comunicar buenas vibraciones».

 

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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