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¿Te insultan? Tírales un beso

tirar un beso

Hay gestos que parecen pequeños pero cambian el sentido de una historia. Uno de ellos es tirar un beso. Rubén, un chaval de instituto al que hacían fila para darle collejas, decidió responder así, lanzando besos. Lo llamó su «método diva». Cuando alguien se metía con él, se preguntaba: «¿Qué haría una diva en esta situación?». La respuesta, teatralizar la herida, transformarla en brillo. Convertir el insulto en gesto y la violencia en escena.

De esa anécdota nació el título de un libro que no solo habla de resistencia, sino de imaginación, Me insultan y yo les tiro un beso (Bellaterra Edicions). Editado por Lucas R. Platero, Irene Blanco y José Antonio Langarita, el volumen reúne más de setenta voces que reflexionan sobre las infancias y adolescencias LGTBIQA+. Niños, niñas y niñes que inventan palabras para decir quiénes son, porque las adultas no les sirven. Que viven el género y el deseo sin manual de instrucciones. Que convierten la rareza en brújula. «La infancia queer tiene libertad para pensarse más allá de los límites adultos —explica Lucas Platero—; a menudo no hay palabras para lo que sienten, así que se inventan cómo nombrarse. De ahí salen neologismos que luego las personas adultas buscamos en Wikipedia».

Lo que asusta no es su diferencia, sino su libertad. En tiempos de nostalgia reaccionaria, donde muchos sueñan con un pasado que nunca existió, sin maricas, sin migrantes, sin mujeres libres, la sola existencia de una infancia diversa se convierte en un desafío político. Este libro, luminoso y coral, es una forma de documentar esa insumisión con humor, ternura y muchas ganas de vivir. «No queríamos un manual. Queríamos que se escucharan las voces de quienes normalmente no son escuchados. En todos los encuentros con adolescentes LGTBIQ+, nos repetían lo mismo: las personas adultas no nos escuchan. Creen que no sabemos, o que no tenemos nada que decir», dice Platero.

El libro propone un giro radical: escuchar antes de hablar. Porque el mundo adulto, tan convencido de su experiencia y tan seguro de sus categorías, a menudo olvida que la identidad también puede ser un experimento, una pregunta abierta. Como le dijo a Platero una criatura de siete años, «soy un chico probando qué es eso de ser una niña». Una frase que, en su inocencia, desactiva toda la obsesión adulta por la certeza.

Y sí, también hay humor en este libro. Mucho. Ese humor que transforma la vergüenza en fiesta, el miedo en ironía y la diferencia en espectáculo. «El humor es una estrategia de resistencia muy potente — afirma Platero—. Ojalá mi yo adolescente lo hubiera sabido».

Porque resistir no siempre implica enfrentarse: a veces significa reírse, bailar en los márgenes o convertir un insulto en canción. Tirar un beso, hoy, es justo eso: encontrar la forma más ingeniosa y bella de responder al odio, dentro y fuera de las pantallas. «Al final, Me insultan y yo les tiro un beso no es solo un libro. Es una coreografía colectiva. Una pancarta hecha de risas, ternura y dignidad que podría decir “Soy adolescente. ¡Escúchame!”», apostilla Lucas Platero.

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