Están en todos los titulares y en todos los medios. Hacen cosas: elaboran listas, responden preguntas, escriben artículos. No piensan, pero casi. Han llegado a un nivel de imitación de lo que somos los humanos que, a veces, según algunos, deberían estar al borde de sustituirnos. Las inteligencias artificiales (IA) han llegado para quedarse y es bueno que haya gente haciéndose preguntas al respecto. Porque no está claro cuál será la experiencia humana en tiempos de la inteligencia artificial.
Una de esas personas es Mikael Fock, director de teatro danés que presenta estos días en Canal Connect de los Teatros del Canal su espectáculo Sh4adow. Para Fock, interesado en cómo pueden retroalimentarse teatro —o lo que es lo mismo, la experiencia humana—y tecnología, la llegada de los últimos modelos de IA ha supuesto la oportunidad de cumplir con un anhelo profesional: hacer de una inteligencia artificial el protagonista de un montaje teatral.
Partiendo de ese interés germinal de Fock, Sh4dow explora las posibilidades de la IA dentro del teatro tanto como explora las posibilidades de los humanos frente a las máquinas. Porque son inseparables y se retroalimentan. Así, para Fock, la obra se desarrolla en términos casi antropológicos: «Trata de las cosas que suceden entre humanos con la tecnología enfrente».
Para hacerlo, el director teatral parte de un cuento danés popular. Sombra, una historia de Hans Christian Andersen, narra las desventuras de un hombre sabio cuya sombra cobra vida. Con el tiempo, el hombre es cada vez más sombra y la sombra cada vez más hombre, hasta que la sombra termina por hacerse con la vida del hombre y forzándole a él a tomar su lugar.
Para Fock, la lectura de la historia de Andersen fue una revelación. «Es exactamente como mi teléfono», pensó. «Esta es mi sombra. Sabe más de mí que yo mismo. Y cuando la sombra sabe más de mí que yo, si no me doy por enterado, estoy en camino de hacer lo mismo que el sabio de la historia de Andersen».
Y de ahí surgió la idea para Sh4dow. «A mucha gente le está pasando. Piensan: ¡Oh!, ChatGPT puede crear cuadros que se parecen a los de Salvador Dalí, o incluso mejores. Puede crear sonetos como Shakespeare. Puede escribir mi tesis doctoral. El discurso para mi suegra. No hay nada que no pueda hacer. Pero el problema es que, si les permitimos que hagan eso, terminaremos echándonos hacia atrás y convirtiéndonos en las sombras de las sombras».
El danés, con un larga carrera a sus espaldas, lleva años dedicado a investigar en la intersección de las artes escénicas y las tecnologías más punteras. El origen de Sh4adow «se remonta a cuatro años atrás, cuando era director del festival Clik y quisimos empezar a incorporar el 3D». Fock cuenta que ese fue el germen y que después quiso «crear una historia en la que una IA participase». Ayudó que la tecnología en inteligencia artificial estuviese llegando a un punto que permitía empezar a plantear su uso sobre el escenario.
Aun así, el desarrollo de Sh4dow se prolongó durante más de cuatro años por una sola razón: la tecnología estaba en un punto en el que hacía tope con las posibilidades que tenían. «Hace cuatro años era muy difícil que una IA hiciese algo inteligente, así que inicialmente empezamos a trabajar con el texto».
Sin embargo, el desarrollo de los modelos GPT pronto les permitió comenzar a trabajar con los modelos de inteligencia artificial que permitían la generación de lenguaje natural. Para relacionarse con la IA y desarrollar la modalidad de participación que tendría con el reparto —de una persona, en el caso de Sh4dow—, primero tenían que desarrollar sus capacidades, enseñar a la máquina toda una serie de conceptos, acciones y reacciones para que pudiese interactuar.
Para ello, segmentaron la información en torno a varias temáticas, «dividimos la representación en nueve escenas, nueve experimentos…». A partir de ahí, el entrenamiento de la inteligencia artificial buscaba prepararla de cara a que pudiese generar acción con el actor sobre el escenario. Y de ahí surgían las preguntas sobre cuáles podrían ser las motivaciones de la máquina.
«¿Qué son los sentimientos y cómo podría tenerlos una IA? Una IA no tiene recuerdos. No tiene pasado ni presente ni futuro. Se abrían un montón de cuestiones filosóficas. Empezamos a entrenar la inteligencia artificial en muchas labores distintas: reconocimiento facial, voz, análisis de sentimientos, recuerdos y emociones…etc.». Todo el entrenamiento iba dirigido a que la IA fuese casi como una persona, quedándose cortos por lo justo para crear, en su lugar, un personaje.
La obra resultante es una experiencia en 3D inmersiva que se representa en la 4D Box, un escenario teatral con la capacidad de crear una realidad mixta en la que los actores pueden interactuar con objetos en 3D. La red neuronal que se convierte en la representación visual de la IA va cambiando de forma durante la representación. Como la sombra del cuento, haciéndose poco a poco con el control del universo.
Aunque la obra que presenta en los Teatros del Canal no ofrezca una visión optimista sobre las posibilidades de la inteligencia artificial, para Fock la tecnología tiene un lugar en el futuro de las artes escénicas. Porque tiene un lugar en nuestra vida. «Creo que para mí, como artista, como director, es muy importante que esta nueva tecnología se convierta en objeto de nuestras nuevas narrativas. Por supuesto que podemos encontrar paralelismos con clásicos o con historias antiguas, pero tienen que ser el punto de partida para nuevas narraciones».
Pero, sobre todo, para Mikael Fock la importancia de contarnos historias sobre las tecnologías que incorporamos a nuestras vidas pasa por la reflexión a la que nos obliga, centrada en nuestra relación con ellas. «Hay muchas razones por las que creo que los artistas deben trabajar con estas tecnologías, de forma que podamos reconquistar nuestras propias vidas y su significado. Pero también para no ser dominados por estas tecnologías».
Sh4dow se representará en los Teatros del Canal del 24 al 26 de marzo. Las entradas están disponibles aquí.
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