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Tecnología indígena hecha a mano

Cuando uno dice la palabra indígena o rural, lo más común es que se le vengan automáticamente a la cabeza términos como artesanía, campo, cánticos, ritos, plantas curativas, idiomas milenarios… No es lo que viene a la mente de una artista visual llamada Amor Muñoz. A ella indigenismo le sugiere una forma de tecnología. «Tecnología hecha a mano», concreta esta emprendedora social.
Yuca Tech es un proyecto que ella define con los conceptos «comunidad, tecnología, innovación, arte y tradición». Unos términos que para su criterio y su modus operandi no tienen nada de antónimos.
Su idea es vincular la tradición y costumbres de las comunidades autóctonas mexicanas con las tecnologías que pueden crearse a partir de sus conocimientos y posibilidades. Con esa mixtura, Muñoz pretende que estos pobladores sean capaces de lograr avances que les puedan ayudar a ellos o a pobladores de otros lugares.

«La apropiación de tecnologías para beneficio de comunidades rurales ha ido creciendo en gran parte gracias al movimiento maker y al libre acceso a la información a través de internet. Desde drones para ayudar a preservar las especies en extinción en África, hasta  prótesis impresas en 3D para niños con amputaciones por la guerra», dice la creadora. «La filosofía DIY y la tecnología open source puede emplearse para generar grandes cambios en grupos de personas vulnerables».
A esta, consagrada en América y Europa por su estilo de trabajo, le gusta combinar el performance y la electrónica experimental con medios más tradicionales como el dibujo y el trabajo textil. El resultado son obras que «se insertan en el ámbito social y generan experiencias colectivas», define. «El arte como una plataforma reflexiva».
Para este trabajo ha escogido como emplazamiento el poblado Aké (Yucatán, México). El impacto positivo que quiere crear allí va mucho más allá de lo artístico. El proyecto es «un laboratorio de tecnología comunitaria para crear una serie de artefactos textiles fotovoltaicos y algunas piezas textiles conductoras de luz (usando fibra óptica), mezclando materiales inteligentes con fibras tradicionales dentro de procesos artesanales».
En cristiano, esto significa que su «proyecto artístico interdisciplinario de corte social» quiere llevar hasta ese municipio de campesinos una tecnología (low y high tech) que, combinada con la experiencia de estos pobladores en trabajos como la elaboración de prendas de vestir, puede ayudar a generar una serie de soluciones a los problemas cotidianos a los que se enfrentan. «Solo es necesario dar con las tecnologías apropiadas que sirvan para su estilo de trabajo y su costumbre. Se trata de innovación desde su punto de vista», apunta Muñoz.

Para lograrlo, necesita que gente que crea en este tipo de proyectos inclusivos y desarrolladores le ayuden a financiar (por crowdfunding) algunos de esos elementos tecnológicos básicos para el funcionamiento del trabajo a los que la comunidad de Aké no puede acceder. «Con ese capital inicial todo puede empezar a andar».
Los elementos que se elaboren tendrán características como la utilización de la energía solar. «Por ejemplo una prenda de ropa que almacene energía», da una muestra. Soluciones que se hacen importantes en comunidades donde el suministro eléctrico a menudo brilla por su ausencia. «Que las piezas realizadas trabajen con el sol representa una mejora considerable en la vida de la comunidad: estas deben tener un largo alcance, es decir, un beneficio comunitario. Esto podría ser energía gratuita o acceso a crear tecnología propia…».
El otro pájaro que quiere matar del mismo tiro es la función docente que supone dejar que estos pobladores rurales entren en contacto a las nuevas tecnologías y proyectos. Según afirma, «es importante que la comunidad viva la experiencia del arte y explote al mismo tiempo los beneficios de la tecnología. Una vez logrado el conocimiento, serán ellos mismos los que puedan crear tecnología propia. Tecnología con identidad».

Por Jaled Abdelrahim

Jaled Abdelrahim es periodista de ruta. Acaba de recorrer Latinoamérica en un VW del 2003. Se mueve solo para buscar buenas historias. De vez en cuando, hasta las encuentra.

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