The Guilty Hand Font: la tipografía que no tiene letras

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Si preguntamos a personas ajenas al diseño gráfico qué es una tipografía, probablemente muchos contesten que es una técnica por la que un diseñador crea letras y números. Pero si le preguntamos a Rubén Chumillas (Instagram @theguiltyhand / @rubenchumillas), diseñador gráfico de 33 años, su respuesta será distinta.
Porque este joven nacido en El Herrumblar (Cuenca) ha creado una tipografía basada en 344 glifos que, mezclándose entre sí, pueden formar hasta dos millones de combinaciones. Cosa nada despreciable teniendo en cuenta que antes de terminar el año pasado sus estudios de Grado en Diseño Gráfico en la Escuela Superior de Diseño de Madrid, nunca había tenido relación con esta materia.
The Guilty Hand Font es el nombre de esta tipografía tan diferente que presentó como proyecto fin de carrera y que ahora está en la shortlist de los Laus 2015 en la categoría Proyecto Final de Estudios. Si consigue el premio, sería su segundo Laus. El año anterior obtuvo un Laus de oro en la categoría de Estudiantes (Trabajo libre) con el proyecto Imágenes Mentales.

The Guilty Hand Font {Introducción} from The Guilty Hand on Vimeo.
¿Cómo te defines a ti mismo: ilustrador, diseñador, tipógrafo…?
Cuando conozco a ilustradores y a tipógrafos me doy cuenta de que no puedo considerarme ni una cosa ni la otra todavía. Es una cuestión de respeto hacia sus profesiones. Para mí el diseño gráfico es una profesión más global. Puede ser muy técnica, de planificación y detalle, pero también te permite ciertas libertades para experimentar e indagar en otros campos si las necesidades de un trabajo lo requieren. Puedes tener nociones y ser capaz de crear una ilustración o unas letras para determinados proyectos, pero eso no te hace ilustrador ni tipógrafo. Por ello sigo formándome en los dos campos.

 
¿Cómo surge, y por qué, la idea de crear esta tipografía? ¿Cuánto tiempo te ha llevado crearla?
La tipografía surgió a raíz de un proyecto académico común entre las asignaturas de Tipografía y Edición Experimentales y Producción para Artes Gráficas, que imparten José María Ribagorda y Concha García respectivamente, en la Escuela Superior de Diseño de Madrid.
«Un tiempo antes del final» era un proyecto editorial basado en el Liber Chronicarum o Las crónicas de Núremberg, un incunable fascinante de 1479 que recogía la historia de la humanidad desde un punto de vista bíblico y enciclopédico. Justo antes de la parte de El Juicio Final se dejaron unas páginas en blanco para que fueran completadas con los hechos que acaecieran antes del fin del mundo. El proyecto consistía en completar esas páginas plasmando lo que los alumnos creíamos que sucedería antes del final.
Este incunable está profusamente ilustrado con xilografías, pero tiene la particularidad de que las 1.680 ilustraciones que contiene fueron creadas con tan solo 640 planchas. Esto quiere decir que una misma plancha se utilizaba varias veces porque lo realmente importante era transmitir el concepto de ciudad o de personaje y no tanto una representación fidedigna de los mismos. Ahí encontré la conexión formal para mi propuesta: poder generar todas las ilustraciones que emplearía con un número reducido de signos tipográficos.
Mis profesores me animaron a crear esos signos con los personajes que dibujaba. Ahí comenzó todo un proceso que decidí mejorar como proyecto final de carrera y que duró prácticamente cuatro meses.

Un tiempo antes del final / A time before the end from The Guilty Hand on Vimeo.
¿Por qué ese nombre: The Guilty Hand Font?
The Guilty Hand comenzó siendo un blog al que subía algunas de las ilustraciones que había ido acumulando en cuadernos de bocetos durante años. Me pareció una buena forma de llamarlo por la manera en la que fueron evolucionando esos personajes. Cuando comencé a utilizar una herramienta y una técnica que no controlaba -y creo que sigo sin controlar-, no tenía una idea clara del tipo de dibujos que quería llegar a hacer. Fue por las correcciones y modificaciones, a veces con el error en los trazos, pero sobre todo con la repetición y la habilidad que fue adquiriendo mi mano (La mano culpable) y, no por una acción consciente, cómo se fueron definiendo mis personajes.
Hay veces en las que imaginamos algo y al intentar ejecutarlo sobre un papel no conseguimos representarlo ni remotamente y, no obstante, lo que hemos hecho nos resulta infinitamente más interesante. Fue eso lo que sucedió en mi caso. Obviamente, al crear la tipografía no podía llamarla de otro modo.

 ¿Por qué es «tipografía» si empleas glifos?
Se piensa de un modo generalizado que la tipografía son solo letras, formas que pueden ser leídas y escritas, son lo visible. Sin embargo, realmente, la tipografía no son las letras: es el sistema que permite la repetición y la organización en el espacio de un modo ordenado, rítmico y regular basado en módulos. José María Ribagorda (tipógrafo y profesor en la Escuela Superior de Diseño de Madrid) lo explica en sus clases como Metatipografía: la tipografía no tiene porqué ser alfabética ni una simple colección de dingbats. Es cierto que su principal finalidad es la composición de textos de libros, revistas, webs, señalizaciones, etiquetas,… pero no es el único.
Entender que las fuentes tipográficas son un pequeño software que podemos programar para que tenga un determinado comportamiento cuando son utilizadas en un editor de texto da pie a infinitas posibilidades creativas.
¿Cómo funciona?
En lugar de letras o números mi tipografía contiene las cabezas, los torsos izquierdos y los torsos derechos de mis personajes: 344 partes suman en total. De este modo, haciendo combinaciones de tres teclas se puede obtener un gran número de personajes (más de dos millones). La tipografía está programada para que las partes, siendo totalmente independientes, se acoplen perfectamente, pero este es un aspecto que no debe preocupar al usuario pues son detalles técnicos.

Para que su uso resulte sencillo e intuitivo se controla a través de la organización de las partes de los personajes en el teclado. Tanto en el estado de mayúsculas como en el estado de minúsculas, en la fila superior se ubican las cabezas, en la fila intermedia los torsos derechos y en la inferior los torsos izquierdos.

 
Así, cuando tecleamos de arriba hacia abajo obtenemos un personaje.

 
Además, si pulsamos varias veces una misma tecla obtenemos alternativas de la cabeza, torso izquierdo o derecho que contiene.

Todas las pautas están recogidas en un manual de uso muy sencillo que indica todos los pasos a tener en cuenta.
¿Crees que será funcional una tipografía que precisa de un manual de instrucciones?
Que exista un manual de instrucciones no implica que su uso sea complicado. Cuando estamos acostumbrados a utilizar algo a diario y se le da un uso diferente es necesario dejar constancia de cómo se utiliza.
Además, en el caso de mi proyecto, esas reglas de uso son una gramática: cómo se escribe el lenguaje de The Guilty Hand. Es lo que equivale a saber que debemos comenzar las frases con mayúscula después de punto, cuándo debemos poner tilde en las palabras agudas o esdrújulas o que hay que poner los signos de interrogación en preguntas o de exclamación en las interjecciones. Pues eso recoge el manual y se resume en lo explicado en el funcionamiento: Tres niveles en el teclado; las teclas de cada nivel contienen una parte del cuerpo de los personajes; para formarlos correctamente se debe comenzar tecleando el nivel superior, seguir en el intermedio y finalizar en el nivel inferior. Así se obtiene un personaje completo, una frase bien construida que puede leerse o interpretarse. Es muy fácil de interiorizar.
Luego existe la opción de no seguir las reglas de esa gramática, que también es válida y muy expresiva, pero siempre es necesario que existan unas reglas mínimas que ordenen la escritura.

 

 

 
¿Quiénes crees tú que pueden usarla?
El usuario final cuando comencé el proyecto con «Un tiempo antes del final» era yo mismo. Plantearme a lo largo del proceso que otras personas pudieran llegar a utilizarlo me forzó a simplificar y hacer clara la utilización de The Guilty Hand Font para que cualquier persona pudiera crear ilustraciones con ella, porque en realidad no es complicado. Esta sería la última parte que me queda por completar de todo el proceso experimental: el testeo. Cómo usuarios con diferentes referencias visuales, profesiones o ubicaciones aplican la tipografía en diferentes programas de edición de texto y qué resultados se obtienen.
Me interesa no solo que la utilicen ilustradores o diseñadores gráficos, también gente como puede ser mis hermanos, amigos o cualquier vecino del pueblo del que soy.
¿La ideaste para que tuviera una finalidad práctica o fue solo un «juego»?
Obviamente, para que tuviera un fin práctico. La versión The Guilty Hand Font Basic con la que resolví «Un tiempo antes del final» constaba de 30 glifos (10 cabezas, 10 torsos izquierdos y 10 torsos derechos) que combinados podían producir hasta 1.000 personajes. La versión del proyecto fin de carrera ha terminado teniendo 344 glifos con los que se pueden llegar a producir hasta dos millones de combinaciones; lo que la convierte en una potente herramienta creativa. Con ella pueden generarse ilustraciones sin la necesidad de tener que dibujar.

¿Quieres comercializar tu tipografía (o ya lo haces) o prefieres un uso libre de la misma?
Como el proyecto nació en un entorno académico mi intención es compartirla libremente en cuanto termine de hacer algunos ajustes para mejorar la versión del proyecto final. Sobre todo para poder hacer el testeo que, tal y como comentaba anteriormente, es la parte que me falta para poder cerrar todas las fases contempladas en mi proyecto final de carrera y que por la limitación de tiempo no pude llevar a cabo.
¿Le has dado tú algún uso para algún trabajo?
Además de para «Un tiempo antes del final», la estoy empleando en pequeñas piezas audiovisuales y otros proyectos editoriales en los que se confunde con ilustraciones creadas manualmente. Pronto podrán encontrarse en la web que estoy desarrollando.

 
¿Será la última tipografía o te ha enganchado y harás más?
Yo comencé a estudiar diseño gráfico atraído por las formas de las letras. No sé explicar por qué, pero me encantaba compararlas y estudiarlas para ver si luego era capaz de reconocerlas cuando estaban aplicadas en discos o libros. Disfrutaba viendo cómo las componían y también cómo algunos estudios creaban tipografías displays buscando el límite entre lo reconocible como letras y lo abstracto. Suena muy friki pero es la verdad.
A lo largo de los cuatro años de carrera he ido desarrollando tipografías para ir familiarizándome con el software específico que se emplea e ir poniendo en práctica todo lo que iba aprendiendo en clase y en los talleres a los que asistía. Ahora quiero aprender a crear tipografías para texto porque considero que son un auténtico reto en cuanto a equilibrio y proporción: no puede haber estridencias.

 
 

Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista. Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu. A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá. Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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