No existe una vulva prototípica. Aunque el porno, los anuncios o incluso algunos dibujos animados se hayan empeñado en hacérnoslo creer. La dictadura de la uniformidad también ha tratado de imponer unos genitales femeninos de rostro lampiño, piel rosada e incólumes formas ovaladas.
Por eso, intervenciones como la labioplastia, que consiste en operarse los labios mayores y menores para darles un aspecto más canónico, han aumentado en países occidentales. Proliferan las cremas hidratantes, los geles para depilaciones quisquillosas o hasta el aclarado de tono epidérmico. Y surgen dudas a la hora de valorar nuestros propios órganos íntimos: ¿Serán normales?
La pauta marca una estética que desconcierta a cualquiera. Muchas personas se observan con curiosidad y hasta con miedo. Descubren todo un mundo alejado de aquellos bocetos preescolares de la u y el palito. Algunas dudan, otras se sorprenden y –salvo casos de fuerza (y perjuicios) superiores– unas cuantas llegan al complejo o la desesperación.
Contra estas reacciones ha actuado la ilustradora holandesa de 29 años Hilde Atalanta. En 2016 creó The Vulva Gallery, una web y un perfil en Instagram que recopila distintos tipos de vulva. Los traza a pinceladas para «celebrar la diversidad» y mostrar que «todas las vulvas son bonitas».
Todas, sin depender del género. Un concepto utilizado para adornar autobuses que, en su opinión, no depende de una anatomía concreta. Por eso se lanza así antes de las preguntas que responderá por correo electrónico:
«The Vulva Gallery es una plataforma inclusiva, que no se atiene al género y da la bienvenida a todos», arranca, «tener una vulva no condiciona el sexo: muchas personas con este órgano no se definen como muje». «Uso términos que engloban a la gran variedad de identidades de género que existen. Por nombrar algunas: transgénero, no binario, agender, género fluido, bigénero, genderqueer, cisgender, pangender, trigender o polygender», enumera Atalanta.
Ahora sí. Despejada la aclaración, Hilde Atalanta narra cómo inició este proyecto al mudarse de «un pequeño pueblo neerlandés» a Ámsterdam, la capital. Aquí asistió a una conferencia en la universidad (donde estudiaba Psicología Clínica) sobre el aumento global de la labioplastia.
«Me pregunté el porqué y comencé a investigar», recuerda. Nada que ver –señala– con inseguridades propias o con una pubertad agitada. «Noté que las representaciones de vulvas en los medios convencionales carecen a menudo de heterogeneidad, y que no hay muchas personas que hablen abiertamente sobre la diversidad genital», expone.
«También se me ocurrió que, cuando era niña o adolescente, nunca traté el asunto. Las clases de salud sexual solo se centraban en la biología y en la prevención de enfermedades o de embarazos prematuros».
Lo que encontró a su alrededor fue parecido: mucha ignorancia sobre la multitud de tipos de vulva y una creencia extendida de que la nota más alta correspondía a aquella rasurada, de prominentes labios mayores y un tímido clítoris.
«Fue entonces cuando decidí comenzar The Vulva Gallery, compartiendo una vulva ilustrada por día, educando sobre la anatomía y fomentando una conversación abierta sobre la vulva y sus derivadas», apunta.
«Surgió como algo minúsculo, con dibujos basados en mi imaginación y conocimiento mezclados con imágenes que encontré en internet», prosigue, «y pidiendo ejemplos».
El eco de The Vulva Gallery fue «increíble»: se fijaron medios internacionales, recibió mensajes de miles de personas que «agradecían la galería y que decían que les había cambiado su punto de vista» y hasta logró que algunas usuarias cancelaran su próxima cirugía. «Me conmovió que algo tan aparentemente simple pudiera tener efectos tan grandes, incluso cambiando vidas», sonríe.
Con 360.000 seguidores en estos momentos, la baraja de opciones resulta mareante. Vulvas pelirrojas o de un azabache ensortijado, con piercings o depiladas en variopintas formas geométricas, pulposas o de corte anguloso, simétricas o con cierta cojera lateral: difícil elaborar un patrón. Una de las puntualizaciones a las que recurre Atalanta suele ser el uso del término vulva en lugar de vagina:
«Comprende toda la parte externa de los órganos genitales: el monte de Venus, los labios mayores y menores, el clítoris y su capucha, el meato urinario, las glándulas vestibulares y sebáceas, la apertura, la hendidura pudendo, el triángulo urogenital (parte anterior del perineo) y el vello púbico», arguye. «No deberíamos reducir nuestros genitales solo a su estructura interna, cuando hay mucho más que eso».
Hilde Atalanta se atreve a acompañar cada modelo con su historia personal y con alguna lección relacionada. «La mayoría trata sobre cómo el individuo ha luchado con su físico y cómo ha superado esos sentimientos de inseguridad (o cómo estos sentimientos todavía juegan un papel importante en sus vidas)», anota.
Una ilustración de febrero, por ejemplo, proviene de alguien que «deseaba estar en la galería» y que tuvo una batalla –a su pesar– con el «arbusto»: «Me hacía la cera para complacer a mi primer novio», detalla.
También se enfrentó a un conflicto con su clítoris, demasiado prominente y alargado: «Con otra pareja que señaló estas cualidades me sentí extraña, poco femenina, fea», comenta, «hasta que ahora, seis años después, me doy cuenta de que sí, es raro, pero como los son todos. Estoy muy contenta de que haya páginas que normalicen la pluralidad. ¡Gracias!».
En este caso, la autora de esta tribuna pública del coño refleja los beneficios orgásmicos de un clítoris exuberante. En otros, Atalanta glosa las causas del acné genital, la gama de posibilidades para controlar la menstruación o los beneficios del vello púbico. Su intención: romper con la uniformidad impuesta por la sociedad.
«En la pornografía mainstream no se muestra mucha diversidad. La mayoría de los actores y actrices son delgados y blancos, y sus genitales están claramente retocados. Soy consciente de que hay diferentes tipos de pornografía, pero es una minoría en comparación con la difundida y promovida a nivel mundial», reseña.
¿Qué falta? «Definitivamente, necesitamos una mejor educación sobre salud sexual en la que la diversidad corporal juegue un papel importante», enfatiza. «Lo que vemos comúnmente en los medios no es muy representativo de la variedad natural de las vulvas, pero sí tiene una gran influencia en cualquier joven que lo vea, con o sin este órgano», reflexiona, «ya que se tiende a separar unas buenas o bellas –rosadas con labios pequeños– y otras malas o poco atractivas».
Esto conduce a pérdida de autoestima o a vivir en busca de un ideal de belleza impuesto, incide. «Diversidad, respeto y empatía», argumenta. Así se les brinda confianza y una actitud abiertas. «Estos valores les enseñan que aunque se tengan unos gustos personales concretos, no se tiene el derecho de ser grosero ni de hacer comentarios ofensivos», zanja.
«Al final, incluso con nuestros antecedentes culturales y religiosos y nuestras diferencias de apariencia, todos somos humanos». Abajo, pues, la dictadura del coño perfecto.