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Relatos ortográficos: ¿Dónde va la tilde en los adverbios acabados en ‘-mente’?

Doña Teresa siempre había deseado tener hijos. Pero la naturaleza, que tiene sus cosas y sus caprichos, no parecía dispuesta a convertirla en madre. Pasaban los años y a pesar de intentarlo con ahínco (y con mucho gusto, todo hay que decirlo), el niño no terminaba de llegar.

Así que aburrida, decidió adoptar a un perro y volcar sobre aquel cachorrillo todo el amor maternal que no podía regalar a un bebé de carne y hueso. El perro era feo, para qué andar con florituras. Pero alegraba la vida de doña Teresa con esa fidelidad absoluta que solo un can puede tener.

Doña Teresa y su santo esposo seguían intentando día a día (o noche a noche, para eso no había horario) el milagro de convertirse en padres y cuando ya pensaban que tanto fornicar no daría fruto, la buena mujer quedó embarazada.

El niño que nació para cumplir su deseo de ser madre salió más rana que los concejales a Esperanza Aguirre, y lejos de convertirse en un adolescente encantador (si es que «adolescente» y «encantador» pueden ir juntos en una misma frase), el chaval resultó ser un figura de esos que dejan a Froilán como buenos.

Afortunadamente, doña Teresa tenía a su perro, que también había crecido como su hermano humano, pero cuyo carácter era muchísimo más encantador que el del muchacho. La buena mujer enfermó a disgustos y murió antes de que sus dos hijos, el perruno y el humano, pudieran verla envejecer. La muerte de su marido un par de años antes y el carácter agrio del muchacho acabaron con su salud.

Pero cuando el hijo se presentó ante el notario para conocer el testamento de su madre, se llevó la sorpresa de su vida. Doña Teresa había dejado como único heredero de todos sus bienes a su perro, regalando al figura de su vástago una magnífica peineta (de las metafóricas, se entiende).

Y hablando de testamentos, ¿quién hereda la tilde en los adverbios acabados en -mente?, ¿el adjetivo base o la terminación? No alarguemos más la intriga: el adjetivo. Aunque siempre que este la llevara antes de unirse (en pecado o no, que lo decidan otras mentes biempensantes) a -mente.

Por tanto, escribiremos ágilmente, rápidamente o cortésmente porque tanto ágil como rápido y como cortés ya lucían la tilde en todo lo alto. Por el contrario, escribimos fugazmente, tranquilamente o normalmente porque ninguna de ellas llevan tilde cuando solo son adjetivos.

No está mal recordar que estos adverbios son palabras excepcionales porque conservan dos acentos: el del adjetivo base y el de la terminación. Por esa singularidad prosódica, su acentuación gráfica supone una excepción ya que si tuviéramos en cuenta solo las normas ortográficas, ninguna de ellas llevaría tilde al ser todas palabras llanas que acaban en vocal.

Y ya que estamos liados con estas palabritas, una bola extra como propina: si queremos enlazar dos o más adverbios de este tipo, lo suyo es eliminar la terminación -mente del primero: furtiva y satisfactoriamente. No es que sea incorrecto decir furtivamente y satisfactoriamente, pero queda feo. Muuuuuy feo.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

3 respuestas a «Relatos ortográficos: ¿Dónde va la tilde en los adverbios acabados en ‘-mente’?»

Discrepo: desde mi punto de vista, no conservan los 2 acentos. El acento del sustantivo original es, en cualquier caso, dominante.

Vaya, lo digo desde la ignorancia absoluta, pero convencido de que no puede ser de otra manera, pues en su propia construcción, estos adverbios conceden el protagonismo y la fuerza en la raíz que les da el significado, quedando, por tanto, supeditado a ella en todos los aspectos.

Gracias por tu comentario, Ángel.

Pero lo de los dos acentos no lo digo yo, que soy igual de ignorante que dices ser tú, sino la propia RAE en su ‘Ortografía de la Lengua Española’ de 2010 (p. 274-275). Y lo explica también de una manera muy sencilla Juan Romeu en su ‘Ortografía para todos’ de 2017 (p. 62-63).

Hablamos de acentos prosódicos, que son distintos a las tildes. Y es cierto que estos adverbios sí conservan ambos: el del adjetivo raíz y el de la terminación en -mente. Por eso, explica Romeu, no podemos hablar de palabras esdrújulas o llanas, sino que son por ello palabras especiales.

Lo que sí es cierto es que es esa raíz (el adjetivo) la que determina dónde irá la tilde, si es que debe llevarla.

Cierto. Conservan su acentuación de adjetivo. ¿Triste? Tristemente. Feliz, felizmente. Común, comunmente. Únicamente, pacíficamente. Útilmente… Se lo comento a mis alumnos, jóvenes y adultos.

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