Antes todo era mucho más tosco, y por qué no decirlo, poco práctico. Uno iba al pub con los amigos y fichaba a sus posibles candidatas, pero la jugada (lograr al menos conocer su nombre) nunca terminaba esa noche. De acuerdo, los más valientes se lanzaban en plancha y con su pico de oro se llevaban, con suerte, nombre e incluso el teléfono, pero pare usted de contar. Aquello era un trabajo de pico y pala.
Noche tras noche había que ir modificando los horarios para lograr coincidir con el grupo de las amigas y de esta manera, en una clara estrategia cargada de tesón, conseguir derretir aquel iceberg. Pero ahora todo eso (¿por fortuna?) ha cambiado. La llegada del móvil acortó las distancias hasta el mínimo imposible y las aplicaciones de citas hicieron insultantemente fácil lo que antes era una odisea. Y entre ellas, cómo no, Tinder. Esta aplicación es la gran referencia para los que busquen encuentros casuales, pero…¿es solo una app de citas? Lo cierto es que parece que Tinder va mucho más lejos.
[pullquote class=»left»]Una parte de los usuarios recurre a la aplicación porque se siente de alguna manera falto de cariño o simplemente solo[/pullquote]
Era fácil caer en la tentación de creer que alguien que desliza el dedo a derecha o izquierda ante una foto de un perfil de Facebook está buscando un mero rollo de fin de semana, pero un reciente estudio publicado por Global Web Index ha puesto en entredicho el sambenito que lleva la aplicación encima. Lo primero que hay que entender es que Tinder recoge la información de sus clientes de los perfiles de Facebook y tras asegurar que «no se publicará nada en su muro» (el mayor temor de los usuarios), tanto la foto como una serie de datos personales caen en manos de la ingente base de datos de Tinder. Y la aplicación del big data ha llegado al instante. El citado estudio ha desvelado un dato, a priori, desalentador: la mitad de los que ponen su perfil a disposición del conocido servicio o está casado o tiene una relación. Vamos, que parece que simplemente lo que quieren es una tórrida aventura al calor del anonimato de internet. Pero esta conclusión nos podría estar alejando de lo que realmente sucede en torno a Tinder.
Buscar cariño y amistad
Quién lo iba a decir. Al final el grueso de los usuarios del servicio no son unos golfos sin escrúpulos, sino que simplemente quieren conocer gente nueva para entablar una conversación o establecer una amistad. Esta teoría no solo sería coherente con los datos del estudio, sino que además es defendida a capa y espada por los creadores de Tinder, que siempre han presentado la aplicación como una red social para conocer gente, y no exclusivamente de citas. Vamos, que una parte de los usuarios recurre a la aplicación porque se siente de alguna manera falto de cariño o simplemente solo. Y claro, uno puede pensar: ¿va bien una relación en la que uno de los miembros está buscando conocer a alguien de forma anónima en la red? Sería tentador creer que no, que en ese caso el amor está muerto y uno de los partners está buscando a la desesperada la puerta de salida.
[pullquote class=»right»]¿Va bien una relación en la que uno de los miembros está buscando conocer a alguien de forma anónima en la red?[/pullquote]
Pero luego nos encontramos con un grupo de usuarios, felizmente casados o comprometidos, que utilizan el servicio cuando se van de viaje y para matar ese par de horas antes de la cena en solitario. Vamos, un encuentro casual, tomar unas cañas y cada mochuelo a su olivo. Este sería sin duda el perfil al que se referían los creadores de Tinder, que han renunciado desde su lanzamiento a ceñir el servicio como de citas. Y de hecho, en un factor no les falta razón: si volvemos a viajar a la era en la que no existía ni internet ni los móviles, ¿en cuántas ocasiones conversábamos alegremente con una chica en la barra del bar de la que al día siguiente no recordábamos ni el nombre?
Los psicólogos no se ponen de acuerdo a la hora de alabar o criticar aplicaciones de este tipo. Algunos consideran que su uso incrementa las posibilidades de conocer gente nueva por un puro criterio estadístico, mientras que otros, viendo la parte más romántica del asunto, sostienen que Tinder y aplicaciones semejantes pueden dar al usuario la falsa sensación de que hay miles de chicas esperándonos al otro lado del móvil. Y tampoco es eso. Medias naranjas hay pocas, pero no se trata de arruinar los planes de quien tan solo quiere compartir conversación con un desconocido en momento de soledad. ¿Citas? No, Tinder va mucho más allá.
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