Si Valdebebas no tiene mar es por poco. Según el mapa de los resultados de las elecciones a la Asamblea de Madrid de mayo de 2021 de El País, este barrio se ha teñido de azul y lo sobrevuelan gaviotas. En este gran solar, en el que se han celebrado varias ediciones del festival de música Mad Cool, en el que el Real Madrid tiene su ciudad deportiva y al que vienen miles de personas a vacunarse contra la COVID-19, no se para de construir y levantar edificios.
Edificios más nuevos que modernos, edificios que no tienen nada que ver con los que diseñaron Secundino Zuazo, Alejandro de la Sota, Fernando Higueras y Francisco Javier Sáenz de Oiza, entre otros muchos arquitectos que dan nombre a unas cuantas avenidas y calles de esta ondulada zona residencial del norte de Madrid.
Las amplias avenidas de Valdebebas recuerdan a las de Moscú y Pekín, paradigmáticas ciudades del comunismo, régimen que tanto temen en el barrio muchos de sus vecinos, más conservadores que reivindicativos. También el sitio tiene un aire a la capital de la hermética Corea del Norte, Pionyang.
Por las avenidas de Valdebebas de dos sentidos y de tres carriles cada uno, más dos carriles de autobuses y de bicicletas, mediana incluida, circulan coches, camiones, hormigoneras, bulldozers y todo tipo de vehículos de la construcción. Son tan anchas las avenidas que hay espacio para que también circulen tanques, tanquetas y jeeps.
Son avenidas que invitan a fantasear con la idea de que fueron concebidas para la celebración de grandes desfiles militares. El nombre de una de las mismas es una declaración de intenciones: avenida de las Fuerzas Armadas. Solo falta un octubre rojo en el calendario para poner en marcha los festejos y que los tanques y los soldados desfilen. Un puñado de banderas descoloridas y enrolladas sobre sí mismas aguardan la ocasión para ondear como esperan que lo hagan los que las colgaron en sus ventanas y balcones hace tiempo.
A falta de tanques, coches de carreras. Las muchas rotondas que hay se encargan de gestionar y evitar que no haya más accidentes de tráfico. En Valdebebas algunos vecinos confunden la olímpica calle Juan Antonio Samaranch con una recta larguísima en la que se puede pisar el acelerador a fondo, como si estuvieran pilotando en un circuito de velocidad urbano, tipo el de Mónaco, Singapur, Valencia o Bakú.
Los indelebles pasos de cebra son invisibles, una pérdida de tiempo para los conductores. No paran, no permiten el paso a los peatones. Les perdonan la vida. Cruzar de un lado a otro de alguna de estas avenidas requiere valor o puentes. Pasarelas como las que hay en Hong Kong, que comunican unos edificios con otros evitando a los peatones el tener que cruzar una calle por un paso de cebra o a esperar a que el semáforo se ponga en verde para ellos.
En Valdebebas hay más buzones de correos que semáforos. Uno, en concreto, y lejos del edificio más cercano. Le salva que ya nadie escribe cartas y menos enviarlas. Tampoco es que haya mucho más de los demás. El barrio cuenta con una guardería y un colegio público terminado y funcionando, el CEIP Alfredo di Stéfano, y con otro por terminar, el CEIP Núria Espert.
Por su toponimia Valdebebas siente debilidad por el Real Madrid y los arquitectos. Al primer colegio mencionado hay que sumarle la calle Alfredo di Stéfano, nombre del célebre jugador hispano argentino del Real Madrid, además de la ciudad deportiva en la que entrenan todos los equipos de las diferentes categorías del club.
Instalaciones que se encuentran en la avenida Alejandro de la Sota, uno de los maestros de la arquitectura española del siglo XX. Impartió clases en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM) y construyó, entre otros proyectos, el pueblo de Esquivel en Sevilla, la casa Arvesú en Madrid, la central lechera de Clesa y las naves del CENIM en la Ciudad Universitaria. Su obra más reconocida es el gimnasio del madrileño colegio Maravillas.
El otro colegio público es el Núria Espert y se encuentra en la calle de Fernando Higueras. El colegio y la calle llevan el nombre de dos personas que se hicieron amigas mientras el arquitecto Fernando Higueras le construía a la actriz Núria Espert su casa de Alcossebre. A esta casa, considerada por sus moradores la más bonita del Mediterráneo, hay que sumarle su propia vivienda estudio subterráneo en Madrid, el colegio Estudio en Aravaca y el hotel Las Salinas en Lanzarote.
Fernando Higueras trabajó mucho con Antonio Miró Valverde, otro arquitecto que también da nombre a una calle en Valdebebas. Este dúo construyó el Centro de Restauraciones Artísticas en la Ciudad Universitaria —la célebre Corona de espinas, hoy sede del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE)—, las viviendas para el Patronato de Casas Militares en la calle Alberto Aguilera y la Unidad Vecinal de Absorción (UVA) de Hortaleza, muy cerca del barrio y en el mismo distrito.
Francisco Javier Sáenz de Oiza es otro arquitecto que da nombre a una calle en Valdebebas y que también realizó un proyecto similar al de la UVA, el Ruedo. Un bloque de viviendas sociales de dos alturas y 80 metros cuadrados, abierto a un patio ajardinado, junto a la M30, además de su obra icónica, las Torres Blancas, que ni son blancas ni son dos.
El colegio Núria Espert se encuentra entre la ya citada calle de Fernando Higueras y la calle de María Reiche. Matemática y arqueóloga alemana que dedicó su vida al estudio y el cuidado de las líneas de Nazca, unos surcos en las pampas peruanas de San José y Jumana que incluyen motivos zoomórficos, geométricos y humanos.
Estos famosos geoglifos se crearon a partir del contraste de colores. El viento ha hecho la función de escoba y ha limpiado de arena la superficie, dejando al descubierto una espesa capa de piedras pequeñas. Como consecuencia de un proceso de oxidación, esas piedras pequeñas fueron adoptando un tono oscuro.
Al retirar a mano esa capa rocosa quedaba al descubierto un sedimento claro y arenoso por debajo: los geoglifos, las líneas de Nazca. Hay figuras de todo tipo; una ballena de 63 metros de largo, unos triángulos de 300 m cada uno, un astronauta de 40 m, un perro de 36 m, un colibrí de 96 m, una araña de 50 m, un cóndor de 136 m, un alcatraz de 300 m, un loro de 250 m, un árbol de 80 m, unas manos de 70 m y un mono de 110 m.
Las familias de Valdebebas, al menos las que forman parte de la Plataforma por la Educación Pública Valdebebas (coordinados en un grupo en Telegram), luchan y reclaman la construcción de más guarderías, de otro colegio, de un instituto y de un centro médico público. En Valdebebas faltan muchos servicios públicos por cubrir para la cantidad de gente que se ha ido instalando desde hace siete años con tanta ilusión en este barrio, unas 20 mil personas. Gente que primero eran dos en sus viviendas y que ahora son tres, cuatro y hasta cinco o más, sin contar con las mascotas.
En Valdebebas la natalidad se dispara, como el IBI que pagan los vecinos. Igual lo que se paga es por vivir en las calles de Luis Moya blanco, Félix Candela, César Cort Botí, José Antonio Coderch, Julio Cano Lasso o en la avenida de Secundino Zuazo, arquitectos todos ellos que con sus diseños empezaron a construir a partir de la Segunda República una España más moderna.
De Secundino Zuazo destaca y se echa en falta en el barrio una construcción tipo su casa de las Flores. Suyos también son los Nuevos Ministerios, una construcción que recuerda al monasterio de san Lorenzo de El Escorial, y que, a pesar de su tamaño, si se quisiera, puede ubicarse en alguna de las amplias avenidas de Valdebebas. Avenidas en las que se suceden bloques de edificios, de no más de diez o doce plantas, provistos de garajes, trasteros, zonas comunes, gimnasios, pistas de pádel y piscinas. Vida de urbanización más que de barrio de toda la vida.
La falta de un edificio icónico en Valdebebas la suple la vocación universal del hospital de emergencias Enfermera Isabel Zendal, condición adquirida por su cercanía a la T4 del aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez, según la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Hospital que se encuentra junto al sueño olvidado y sin terminar de Esperanza Aguirre, la Ciudad de la Justicia. Ambos reclamos políticos, casi turísticos, están en la avenida Manuel Fraga Iribarne. Valdebebas vale como cementerio de elefantes o como el salón de la fama del Partido Popular madrileño.
La avenida Manuel Fraga Iribarne arranca en un extremo de la avenida de las Fuerzas Armadas, en el otro lo hace la calle de Francisco Umbral. El paso del tiempo nos ha privado de unas cuantas crónicas más de esa gente guapa sobre la que le gustaba escribir al periodista y escritor. Lo hizo sobre el rey emérito, del que escribió que con él era cambiante. Por lo visto, campechano lo es con el resto.
Lo que no cambia, casi, es poner el nombre de un miembro de la familia real a algo. En Valdebebas hay un parque Felipe VI y una calle de María de las Mercedes de Borbón, con carril bici incluido. Perpendicular a la misma están las calles de Fina de Calderón y Josefina Aldecoa, escritoras las dos y la segunda también pedagoga y fundadora del colegio Estilo, un centro donde el humanismo, la literatura y el arte eran piezas claves.
La religión no tenía espacio en aquel programa educativo, tampoco en Valdebebas. Es un barrio sin iglesia en el que aún hay niños a los que se bautiza. Valdebebas y su toponimia callejera son inescrutables.
Una respuesta a «Toponimia de Valdebebas, el barrio con más buzones que semáforos»
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