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Tote bags: el algodón sí engaña

Hace unos meses, el cantante Rodrigo Cuevas lanzó un tuit en el que decía «Abro el melón de les tote bags». En un vídeo, respondía a la pregunta de dos de sus seguidores de por qué ya no vendía este tipo de bolsas de tela en su web. De brazos y cuello, el artista se había colgado decenas de totes y se planteaba si su producción era realmente más ecológica que el plástico. Y lo cierto es que los datos parecen demostrar lo contrario.

Según la Agencia de Medioambiente de Reino Unido, para que el rendimiento ecológico de una bolsa de tela fuera mayor que el de una de plástico que no se reutiliza, deberíamos usarla al menos 131 veces. Y un estudio del Ministerio de Medio Ambiente y Alimentación de Dinamarca de 2018 advertía de que cada una de estas bolsas debería usarse 20.000 veces, o lo que es lo mismo, utilizarlas cada día durante 54 años para compensar el impacto de su producción.

Se estima que cada persona puede tener entre 5 y 10 bolsas de tela en casa. Raro es el comercio que no las ofrece a sus clientes como regalo por su compra. Al aumento de su consumo contribuyó que en 2018 los supermercados tuvieran que empezar a cobrar por ley las bolsas de plástico, y vieron en las totes una alternativa más sencilla y barata de posicionarse como marcas verdes, lo que para algunos no deja de ser puro greenwashing.

«Las empresas han visto en este tipo de bolsas un elemento sencillo y barato para sumarse al carro de la sostenibilidad. Pero, además, se han convertido en una opción para poder obtener unos céntimos de beneficio adicionales a los (pocos) que obtienen los establecimientos en la cesta de la compra. Por tanto, son un elemento de creación de imagen y de obtención de rentabilidad», explica Juan Carlos Gázquez-Abad, profesor colaborador de Estudios de Economía y Empresa de la UOC, en un artículo publicado por esa universidad.

El plástico es una de las preocupaciones más claras que tenemos los consumidores cuando nos planteamos luchar contra la contaminación. Así se deduce del informe Connecting with eco-conscious consumers realizado por Kantar en 2022. En España, por ejemplo, el 63% de los consumidores utilizan bolsas reutilizables para ir a la compra, un 13% utilizan bolsas de papel y un 15%, de plástico. «Para el consumidor, la bolsa de tela es la opción más cómoda, por su durabilidad y resistencia, y porque se puede lavar. Sin embargo, el compromiso que se adopta con el planeta no es como piensa el consumidor», afirma Neus Soler, profesora colaboradora de Estudios de Economía y Empresa de la UOC en el mismo artículo.

Lo cierto es que, por muy ecológico que parezca, el algodón está considerado como el cultivo más sucio por la Environmental Justice Foundation. Esto se debe al gasto de agua, energía y pesticidas empleados en su producción, y al impacto negativo en los trabajadores, las aguas subterráneas y la calidad del aire alrededor de las granjas.

La cosa se agrava si contemplamos el hecho de que pocas personas llevan estas bolsas a los puntos limpios adecuados para su reciclaje al final de su vida útil. Aunque, lo del reciclaje, tampoco es sencillo. Según las tintas empleadas en las tote bags, como pueden ser las de los logos corporativos, es posible que no puedan ser tratadas en estas plantas ya que las impresiones en PVC no pueden descomponerse.

Y esto nos llevaría a concluir que las bolsas de plástico reutilizables serían la opción más sostenible, a pesar de las apariencias, ya que su reciclaje y producción necesita menos consumo de agua y energía.

Así pues, hizo bien Rodrigo Cuevas planteándose la pregunta sobre la sostenibilidad de este tipo de bolsas. Esta vez sí podemos decir que el algodón sí engaña.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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