El afán de atrapar el tiempo es tan antiguo como el tiempo mismo. Por eso, hace mucho mucho tiempo, empezaron a pintar en cuevas. Por eso inventaron la escritura, la fotografía, el cine y todo lo demás. Al humano le gusta congelar escenas y momentos, y convertirlos en algo físico, como si de ese modo vencieran la fugacidad.
La voz también pasa. Pasa en un instante y por eso inventaron decenas de métodos de grabación. Pero hay otra forma de mantenerla más allá de un registro sonoro. El sonido puede transformarse en un objeto y, así, no solo se inmortaliza en el tiempo. También pasa a otro plano: el espacio.
Esto es lo que hace Tot’em. Esta compañía formada por ocho estudiantes universitarios de varias ingenierías en Madrid convierte un sonido en un tótem de madera. Puede ser una frase, una risa, una melodía, un ruido animal…
La transformación del sonido en una imagen se produce mediante un software desarrollado por Tot’em. El programa convierte el archivo de audio en una figura en 3D. De ahí pasa al tornero y él la esculpe en madera en su taller. Pero, antes, «enviamos el dibujo a la persona que ha mandado el archivo y esperamos su aprobación en el plazo de tres días. Si le gusta, lo mandamos al tornero», explica Javier Pérez Arranz, uno de los fundadores de la compañía.
La versión definitiva va al artesano del torno. A uno de los tres artesanos de torno que quedan en Madrid, según los miembros de Tot’em. «Todos parten de una forma cilíndrica, pero cada amuleto es diferente. No hay dos totems iguales», indica el cofundador Gonzalo del Valle.
Por el momento los amuletos se fabrican en madera de cerezo español, pero en un futuro también utilizarán otros materiales. El equipo está investigando cómo producirlos para que tengan otro aspecto y otras texturas.
«Es un objeto que acerca a las personas. El amuleto es la representación de un momento que significa algo para alguien», comenta un cofundador más, Javier Jiménez. Un argumento de tradición milenaria rescatado, curiosamente, por ocho ingenieros y especialistas en tecnología.
Su filosofía parte de esta premisa: «Whatsapp está muy bien, pero no puede llevarte de cañas con tu amigo o cenar con tu chica». Por eso ellos optaron por «hacer algo tangible, que pudieras tocar cuando echaras de menos a una persona, o estés a punto de hacer algo importante para ti».
Y se fijaron en la voz porque, según dicen, «es única». «Una palabra nunca va a sonar igual. Depende del estado de ánimo, del ruido de fondo, de cada persona… Y cogimos esa forma por el significado que tenía y por un factor estético». Empezaron por las impresoras 3D porque dicen que así será el futuro pero no les convenció el resultado. Probaron después con los tornos automáticos y tampoco. Y, al final, acabaron en lo eterno: la artesanía.
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