De las muchas formas de definir la belleza que existen, los Z han elegido la palabra inglesa aesthetic (también aestetic), que suena así como mucho más general y aséptica, y, de paso, demuestran a sus boomer lo bien que dominan la lengua de Shakespeare. Pero a la hora de pronunciarlo tienden más a la castellanización (/a-es-té-tic/, aunque también los hay que prefieren /a-es-cé-tic/) que a la dicción original. Ya sabes, esas contradicciones que hacen muy especial a esta generación.
Empezó siendo una palabra para nombrar un tipo de moda, un estilo ya no solo de vestir, sino también de decorar sus espacios, de personalizarlos. Una tendencia, en resumen, de esas que luego se suben a Instagram y se convierten en un hashtag viral que denote armonía en su conjunto, con colores básicos y un fondo de armario también sencillo, un poco urban, aunque luego en los complementos se desmelene la cosa.
Pero ha acabado siendo algo mucho más complicado de definir, tanto que cuando les preguntas, no saben muy bien cómo explicar. Aesthetic es más bien un estilo, una manera de estar y de mostrarse que tiene que ver con la apariencia externa, sí, pero también con la personalidad de cada uno. Algo aesthetic es, a grandes rasgos, algo bonito, agradable, armonioso, y no hay que darle muchas más vueltas.
Un político, por ejemplo, por muy bien y moderno que vista, no tiene por qué ser aesthetic. Pero una madre, con una camiseta sencilla y el pelo recogido en un moño improvisado, puede serlo a pesar de la poca sofisticación de su atuendo.
Son vibes, te darán por toda explicación, y allá te las apañes con tu pensamiento abstracto para entender lo que quieren decir.