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Traductor simultáneo: Me lo meto por el culo, fíjate si me gusta

Formas para describir lo mucho que te gusta una cosa hay muchas y muy expresivas. Pero esta de la chavalada que hoy traemos a este Traductor es de una contundencia y rotundidad que nos deja loquers.

Meterse algo por el culo, en lenguaje boomer, tiene unas connotaciones negativas obvias. Ojo, que no se juzga con ello la práctica del sexo anal, pero convendremos en que todo lo que esté relacionado con el orto bonito bonito no es.

Obviamente, es fácil pensar que si alguien de esta generación madurita escucha decir a otra persona «me lo meto por el culo», entenderá que la acción es bastante desagradable para su interlocutor. No digamos nada lo ofensivo que pueda resultar a esa misma persona que le inviten a metérselo por el culo ella misma. Pedirle a alguien que se meta algo por donde amargan los pepinos expresa un rechazo contundente y bastante mal educado.

Cómo ha evolucionado desde ese lado oscuro al brillante de la Fuerza no está claro. Pero el tránsito está completo y para las nuevas generaciones, la Z y la Alfa, al decir me lo meto por el culo (también por el culo a secas o simplemente por sus siglas PEC) están dando a entender lo muchísimo muchísimo muchísimo que les gusta esa cosa. ¿La última canción de Aitana? Me la meto por el culo. ¿Las cocretas de la abu? Me las meto por el culo. Y así con todo. También les sirve para indicar que se van a ver una serie, por ejemplo, del tirón. ¿Nueva entrega de Sex Education? Me la meto por el culo.

La relación con el placer sexual obtenido al practicar la sodomía es clara, no puede negarse, y no podemos dejar de alegrarnos por ver la reapropiación positiva que ha tenido esta expresión en boca de los Z. Que la sodomía no se vea como algo malo y negativo es muy de agradecer a esta generación. Aunque, claro, va a ser difícil que un boomer (como esta que escribe) adopte la expresión por muy a favor de la libertad sexual que esté. Y por mucho que le gusten las cocretas de la abu.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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