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Traductor simultáneo: Servir coño, ¡claro que sí, reina!

En esta vida, todo es cuestión de actitud. Puedes ir por el mundo pasando discretamente por él, sin hacer ruido, a lo tuyo, vestidita y vestidito con tu chándal o tus vaqueros del montón, o puedes tirar de poderío, calzarte unos tacones (también mentales) y decir aquí estoy yo con todo mi power y mi cuerpo serrano, vestida para matar de amor y de envida, claro que sí. Pues a esto último es a lo que se refieren los más jóvenes con la expresión servir coño.

Puede parecer ordinario al casto oído de boomers biempensantes, pero es hora de que nosotras empecemos a hacer ruido para que se note que estamos aquí. Ese carácter feminista y reivindicativo está muy claro, muy rotundo y muy potente en ese coño, con su virgulilla bien plantada y en todo lo alto. Y a quien moleste escucharlo o leerlo, pero no le escandalice un con dos cojones, que se lo empiece a hacer mirar. Procedente, al parecer, del mundo drag, invita a dar la mejor versión de una misma y de uno mismo. Según Diccet, podría ser un calco del inglés serve pussy.

Ir por la vida sirviendo coño, o simplemente sirviendo, que también se puede acortar así, es ponerse guapa y guapo (que esto va de igualdad) por dentro, pero sobre todo por fuera, para decir «aquí estoy yo y he venido a dar gloria al mundo», ¡ea! Porque para servir hay que hacerlo desde el aspecto físico, nada de mensajes sutiles. Posar como Rosalía y sus motomamis y creértelo. Que si la sonrisa en la boca es capaz de contagiar alegría y optimismo, servir coño con tus mejores galas es también una actitud orgullosa, reivindicativa y viral (por lo contagioso).

«Hoy aquí hemos venido a servir», le espetó Ana Mena en las campanadas de fin de año que retrasmitió TVE a un descolocadísmo Ramón García vestido con chaqueta rosa chicle en la que no terminaba de verse. ¿Pensó el presentador que le estaba llamando camarero, con eso de servir? No tengo pruebas, pero tampoco dudas de que el buen hombre no captó el mensaje de su compañera. Toda una reivindicación de la libertad de ser uno mismo y vestirse y hacer lo que te haga feliz. Pues eso, sirviendo.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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