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Tú a Boston, yo a Calasparra

¿Mujer, quieres garantizar un futuro a tus vástagos en estos tiempos de incertidumbre? Sigue estos consejos punto por punto:

1. Acude a una clínica de fertilidad y solicita un tratamiento de hormonas bien cargado.

2. Quédate embarazada de gemelos o, mejor aún, de trillizos o cuatrillizos*.

3. Inmediatamente después del parto (seamos flexibles: seis semanas serán suficientes para que los pequeños tomen la teta) dispersa a los hermanos por la geografía mundial, a ser posible muy alejados entre sí y en lugares exóticos (en el caso de que tengas trillizos, puedes enviarlos a crecer a Bosnia, Honolulú y Orense, por ejemplo).

4. A continuación solo tienes que dejarlos macerar en sus respectivas localizaciones, criándose al abrigo de padres de adopción y culturas extrañas. (Sí, supongo que no es fácil desprenderse de tres hijos de una tacada, pero no olvides que lo haces por su bien).

5. Ahora viene el premio gordo: cuando los benjamines hayan alcanzado una edad provecta —digamos la edad a la que los niños bien hacen la Primera Comunión— anuncia a bombo y platillo que tus tres tristes trillizos fueron separados al nacer y llevan existencias variopintas en otros tantos puntos del globo.

En cuestión de horas tendrás a la puerta de casa una avalancha de psicólogos, sociólogos, epidemiólogos, educadores, boticarios, antropólogos y representantes de un titipuchal de institutos de investigación, laboratorios farmacéuticos y clínicas del mundo, dispuestos a pagarles la educación, la manutención y los caprichos de los trillizos a cambio de ‘un puñado de pruebas’, que probablemente incluirán tests de inteligencia, exámenes de orientación política, análisis de sangre, citologías, encefalogramas, pruebas de canto, test de Rorschach y otras exploraciones que no conocemos y apenas sospechamos.

En resumen, habrás conseguido tres empleos vitalicios para tus retoños en el nombre de la ciencia. Señores en bata serán capaces de sacrificar la vida para proteger la de semejantes laboratorios andantes de la naturaleza. ¿A qué se debe esto?

Los gemelos (o trillizos) univitelinos son dos (o tres) ejemplares humanos genéticamente indistinguibles. Lo normal es que se críen juntos y que compartan personalidades afines, gustos parecidos y una condición física similar. Pero estos gemelos carecen de interés para la ciencia. Lo que realmente resulta fascinante de los gemelos separados al nacer es que todos los cambios detectados entre sí en cualquiera de los puntos anteriores deben ser achacados al ambiente, es decir, a la crianza.

Así dicho no suena muy espectacular, pero en torno al debate genes vs ambiente (nature vs nurture, en inglés) giran una parte importante de las teorías científicas y políticas. Sin ir más lejos, la izquierda considera que la naturaleza humana es maleable y, por tanto, vale la pena educar a los niños y enmendar a los malhechores. La derecha, por su parte, considera que el peso de los genes es tan insoslayable que no vale la pena andarse con remilgos (y de ahí a la inyección letal solo hay un paso).

Lo mismo es válido para las enfermedades (¿por qué el trillizo gallego pilló el sarampión y no el de Hawai?), los hábitos (¿fuma el trillizo bosnio porque lo hace su padre adoptivo o porque lo hacía su abuelo real?) y las costumbres (¿por qué los tres lucen un peinado tan pasado de moda como el mullet?). Lo dicho: un chollo.

* En realidad, las probabilidades de tener gemelos univitelinos o monocigóticos a partir de un tratamiento de fertilidad son muy bajas. Sí se eleva mucho la probabilidad de embarazo múltiple (del 10 al 40% de los embarazos inducidos), aunque eso se debe a que se utilizan varios óvulos simultáneamente de modo que los mellizos nacidos solo comparten el 50% de su material genético, lo mismo que cualquier hermano. Olvídate del business.

Este artículo fue publicado en el número de noviembre de Ling Magazine.

Foto: Michaelee reproducida bajo licencia CC.

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