La marca de las mangas y el cuello de la camiseta, la silueta del reloj en la muñeca, media cara blanca producto del uso de la mascarilla o el contorno blanco de las patillas de aquel que decidió ir a pelarse justo después de una jornada en la playa. Son algunos de los resultados de una exposición excesiva a los rayos UVA sin protección. Si fotografía significa «escribir con luz», estas podrían ser algunas de sus formas de expresión más básicas.
En la naturaleza existen fenómenos como este, relacionados con la luz de diversas maneras. La piel humana, las escamas de los reptiles, el cabello o las hojas de las plantas experimentan estos cambios a la luz del sol y existen artistas que han sabido sacar jugo de este fenómeno.
Pero no siempre fue así y la propia historia de la fotografía lo explica. Su origen, allá por el siglo XIX, coincide de pleno con la revolución industrial. No es de extrañar por ello que no basasen sus principios en temas tan importantes hoy día como la sostenibilidad o el respeto al medio ambiente, ya que, en aquel momento, lo que mayor importancia tenía era el desarrollo industrial y producir cuanto más mejor sin importar cómo.
Actualmente existen muchos artistas que están rescatando los primeros estudios alrededor de la fotografía que incluían el uso de plantas y esencias naturales y los están perfeccionando en busca de variantes fotográficas más sostenibles. Estas iniciativas no buscan desbancar a la fotografía digital ni luchar contra el uso de los químicos en la fotografía tradicional. Su intención es ofrecer diferentes alternativas. Más formas de entender la fotografía con diferentes connotaciones basadas en el respeto al medio ambiente.
Almudena Romero, fotógrafa madrileña instalada en Londres, es una de estas personas que ha explorado diferentes técnicas para crear su propia definición de fotografía al margen de los conceptos tradicionales. Mediante el uso de luz, plantas y una profunda reflexión alrededor de temas como la sostenibilidad y la identidad, Almudena da una vuelta completa al concepto de fotografía para devolverlo como algo bello, efímero y vivo. Fotografías impresas en hojas a través de sus propios procesos biológicos.
«Es casi una cuestión filosófica. En el momento en el que la fotografía no es concebida para documentar un escenario u objeto o capturar un momento, las formas y los materiales que pueden ser fotográficos son mucho más plurales», explica Romero, que abandonó la cámara, el papel, las sales de plata y los megapíxeles para centrarse en el uso de las plantas como única solución para sus fotografías.
Una de las técnicas más antiguas que hizo uso de la pigmentación y blanqueó las plantas a través de la luz del sol para conseguir fotografías fue la antotipia. Esta técnica utiliza extractos de algunas plantas como la remolacha o las espinacas, que se machacan y mezclan con alcohol y se aplican a hojas de papel para convertirlas en material fotosensible en el que imprimir fotografías. Es un proceso muy lento que puede necesitar incluso varias semanas de exposición a la luz del sol para dar resultados.
La fotógrafa, no obstante, no quiso quedarse ahí y empezó a estudiar cómo se comportan las plantas ante la luz del sol. Cómo, para protegerse de un exceso de luz, las hojas se tornan amarillentas y convierten toda esta luz residual en energía térmica, evitando así morir por exceso. Estudió diferentes tipos de hojas, retomó el trabajo de los grandes científicos de la fotografía del siglo XIX y cuando se quiso dar cuenta se había convertido en un referente internacional de lo que se conoce actualmente como impresión por clorofila. Una manera única de hacer fotografías sin químicos, procesos de laboratorio, papel… nada, solo la luz del sol, hojas de plantas y negativos.
Sus últimos proyectos entienden la fotografía desde una perspectiva etimológica (escribir con luz). «A partir de aquí, una parte de mi trabajo se basa en investigar los lugares, materiales y formas donde la fotografía existe o puede existir». De esta manera, empieza a estudiar las plantas como soporte y pieza fotográfica. El resultado son las obras de su proyecto The pigment change, una colección de imágenes impresas en hojas y paneles verticales de berro a través de las cuales reflexiona sobre temas como la inmigración, la sociedad, la identidad, la familia o la maternidad.
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Aunque por el resultado pueda parecer que las hojas han sido pintadas o se les ha añadido algún tipo de sustancia, se trata simplemente de su proceso natural. Lo único que está haciendo la artista es comprenderlo y usarlo en su favor para crear las obras.
El proceso es simple. Sabemos que algunas hojas cambian su color en función de la cantidad de luz que reciben. Conociendo esto, si quisiéramos hacer una impresión por clorofila, tendríamos que proteger las partes que quisiéramos conservar del color original de la hoja y exponer aquellas partes que quisiéramos que se tornasen amarillas.
Esto es un muy breve resumen de cómo conseguir la misma reacción que utiliza Almudena Romero en sus obras. Llegar, eso sí, a resultados como los que muestra en su colección The pigment change requiere de mucho estudio, paciencia y, sobre todo, pasión por conocer en profundidad el mundo que nos rodea.
Romero reflexiona a través de estas técnicas sobre la relación entre el artista y las plantas que usa. No es tan sencillo como preparar una cámara digital y simplemente disparar. «Si quieres trabajar con medios naturales, hay que tener en cuenta que, en cierta medida, dependemos de ellos para poder llevar a cabo la obra. La salud de la planta, cómo ha sido regada, su edad o dónde ha crecido influirán en el resultado. Esto nos ayuda a conocer un poco mejor nuestro entorno natural y a respetarlo».
Todo está relacionado. Y probablemente por ello, Almudena Romero, descendiente de una familia que durante varias generaciones se ha dedicado al cultivo de naranjos en Valencia, acabó interesándose por las plantas como soporte y protagonistas en sus obras de arte.
Actualmente, la artista continúa sus estudios relacionando naturaleza y arte, buscando una relación más íntima entre el ser humano y el medio que le rodea a través paralelismos, similitudes y, en definitiva, evidencias que lo sitúen como parte de un todo.
La sostenibilidad en la fotografía, el arte o en cualquier estrato de nuestra vida cotidiana empieza con el estudio, la comprensión y el conocimiento de nuestro entorno. Al igual que Almudena, hay muchos artistas buscando maneras de hacer una fotografía más sostenible. Procesos ecológicos, cámaras con materiales reciclados, biodegradables, etc.
Una fotografía más sostenible no solo nos servirá para preservar nuestro planeta y poder vivir en un entorno saludable, además mantendrá bello aquello que queramos poner delante de nuestras cámaras para ser fotografiado. De nada servirá tener la mejor cámara si para conseguir la mejor foto hemos de destruir aquello que nos hubiera gustado fotografiar.
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