Las librerías parecían pescaderías. Los libros, desde la mesa de la fugacidad, miraban a sus posibles lectores con los mismos ojos de súplica que clava el cadáver de un besugo, arropado en hielos, en su probable comprador. La putrefacción amenaza al pez. Y al libro, en cierto modo, también. En el animal se impone la ley de la naturaleza. En el libro se cierne el criterio de supermercado.
Una tarde, a finales de los años 90, los escritores Vivián Abenshushan y Luigi Amara salieron por Ciudad de México a comprar unos libros. Buscaban algunos clásicos y obras de autores contemporáneos. Pero no hallaron rastro en ninguna tienda. Las librerías habían sido tomadas por best sellers y obras importadas de España a precio de gigante.
“Nos irritaba cada vez más esa contradicción entre la prisa del mercado y la lentitud esencial del libro”, escribió Abenshushan unos años después. “Una contradicción que anunciaba cosas terribles, como la era de la guillotina, un tipo de violencia ejercida contra los libros que no se venden a tiempo, convirtiéndolos en objetos perecederos, contrarios a su naturaleza”.
Les atormentaba la guillotina, “la uniformidad de las mesas de novedades” y “esa avalancha de literatura exitosa, competitiva, egocéntrica, comercial y orientada al consumo. Esa literatura sexy social climbing fantastic, que parecía haberse domesticado por completo”. Los escritores cuentan que vieron, de repente, que la edición en México, y en el mundo entero, estaba siendo engullida por lo que Milan Kundera llamó “las termitas de la reducción”.
“La unificación de la historia del planeta, ese sueño humanista que Dios con maldad ha permitido que se llevara a cabo, va acompañada de un vertiginoso proceso de reducción. Es cierto que las termitas de la reducción carcomen la vida humana desde siempre: incluso el más acendrado amor acaba por reducirse a un esqueleto de recuerdos endebles. Pero el carácter de la sociedad moderna refuerza monstruosamente esta maldición: la vida del hombre se reduce a su función social; la historia de un pueblo, a algunos acontecimientos que, a su vez, se ven reducidos a una interpretación tendenciosa; la vida social se reduce a la lucha política y esta a la confrontación de dos únicas grandes potencias planetarias. El hombre se encuentra en un auténtico torbellino de la reducción”. (El arte de la novela, Milan Kundera)
En 2005 los dos escritores mexicanos viajaron al sur. Huían de “la farándula del libro” y buscaban “el talante ácido, rebelde y arriesgado del porteño poscorralito. Ahí la cultura no parecía un objeto de lujo en disputa, ni una carrera burocrática, ni un desierto mediatizado”, escribió Abenshushan. “Ahí la literatura te saltaba encima como las moscas, o sea, como algo natural y ligeramente incómodo y perturbador”.
En Buenos Aires descubrieron editoriales y escritores que encajaban, a la medida, en ese vacío literario que sentían. Leyeron a autores anarquistas y títulos en defensa del ocio que, poco después, darían lugar a la filosofía de una nueva editorial mexicana. Su editorial. Tumbona Ediciones.
Los cientos de horas que pasaron leyendo en parques, cafés y librerías les llevó a la renuncia del que fue su trabajo hasta ese momento para ocuparse en su única certeza: “Hacía falta una editorial con un espíritu abiertamente insubordinado que respondiera al estancamiento que percibíamos como un peligroso estado de ánimo general”, relata la escritora en el texto de presentación de su editorial. “Deseábamos recuperar el placer gratuito y perturbador de la lectura, esa actividad azarosa, inconstante, ociosa y creativa que comienza en la cama y se prolonga en el sillón, la hamaca o, para llegar rápidamente al nombre de nuestra editorial, la tumbona”.
Y, por fin, ocurrió. Una tarde, hace ocho años, una serie de escritores (Abenshushan y Amara, entre ellos), editores, diseñadores y cineastas formaron una cooperativa con la misión de mostrar su “descontento” e “inconformidad” ante lo que llaman “el banquete global de la productividad”. No montaron oficina, no definieron horarios, no nombraron director general y apenas tenían dinero. Les bastaba un motivo que, tomado de las palabras de Enrique Vila-Matas, podía haberse convertido en su himno:
“Pienso poner bombas mentales en todas las casas de todos esos canallas que están destruyendo la literatura, de todos esos hombres de negocios que editan libros, de todos esos directores de departamento, líderes del mercado, equilibristas del marketing, licenciados de economía…”.
Tumbona Ediciones nació de esa “necesidad vital y literaria mía, de mi esposo Amara y de Christian Cañibe (el director de arte de la cooperativa). Queríamos que la editorial no fuera un trabajo. Deseábamos que fuera algo placentero. Algo que hacíamos porque nos interesaba, porque somos fanáticos de los libros y porque así podíamos conseguir las obras que, de otra manera, no hubiésemos encontrado nunca”, explica la escritora en una conversación digital entre Ciudad de México y Madrid. “Nos encontrábamos en el callejón sin salida donde ha llevado el mercado al arte, la literatura… Buscábamos un espacio donde poder respirar en este ambiente monótono”.
“En 2005 México se encontraba en una falsa estabilidad. En ese momento no había ninguna editorial iconoclasta”, recuerda. “Había mucha solemnidad en las editoriales. Pero nosotros queríamos jugar. El discurso de nuestra editorial se recrea mucho con el diseño y con el propio juego”.
La editorial ha dedicado estos ocho años a publicar “colecciones de literatura, ensayo y obras relacionadas con lo visual”, apunta Abenshushan. “Nos interesa ese tipo de ensayo que toma distancia y se opone al académico. La Academia quita potencia creativa, crítica y estética a estos escritos y los convierte en un género protocolario”.
“Hay pocas editoriales que se arriesgan a publicar ensayo. Descubrimos muchos textos extranjeros muy interesantes que no habían sido traducidos al español y muchos mexicanos que no habían sido publicados nunca”, continúa. “Nuestra idea ha sido siempre publicar géneros que se encuentran al margen, como la novela fragmentaria, la novela breve o anómala, las viñetas, el libro paródico, el aforismo…”.
Libros con “espíritu heterodoxo e irreverente, con vitalidad estética y riesgo intelectual”. Porque, según Abenshushan, “después de todo, tumbarse a leer, a contemplar, a no hacer nada, es ya casi la única forma de sobrevivir a los embates del marketing y su caída libre hacia el abismo sin fondo de la estupidez”.
COLECCIÓN DINAMITA
En el sofá descansa la inquietud de muchas personas. Pero donde hay inteligencia, hay dinamita. Quizá solo falte encender la mecha y llevarla bajo el sillón de los apáticos. Esta es la intención de la serie, lanzada el pasado julio, en celebración del séptimo cumpleaños de la editorial.
Dinamita se estrenó con un clásico, Desobediencia civil, de Henry David Thoreau. El poeta, filósofo, naturalista e historiador estadounidense, encarcelado en 1846 por negarse a pagar un impuesto que consideraba injusto, escribió este texto en defensa de la libertad de conciencia y la libertad de expresión. La obra se convirtió en la base filosófica de las personas que no cumplen una ley para conseguir, a su entender, una sociedad mejor e inspiró a una legión de inconformistas irremplazables en la historia de la humanidad como Gandhi, Tolstói, Martin Luther King o la anarquista Emma Goldman.
“Si el gobierno es de tal naturaleza que nos exige convertirnos en agentes de la injusticia para otros, entonces yo digo: incumplamos la ley” (Desobediencia civil, Henry David Thoreau).
Tumbona Ediciones presenta la Colección Dinamita como un “arsenal crítico a los que ya se inscriben en las filas de los inconformes y también a quienes comienzan a salir finalmente de la desesperanza y el letargo”.
COLECCIÓN VERSUS
Parece que el amor, el trabajo, el copyright, las buenas intenciones y la vida activa son incuestionables. Pero todo tiene una doble lectura. Es la que hace esta colección que, según Vivián Abenshushan, “viene de las diatribas y los ensayos en contra de una idea generalizada”.
Estos libros “captan una atmósfera general frente a la uniformidad y una necesidad colectiva de cuestionar las cosas”, indica la editora. “El autor de cada obra es un cartógrafo de su tiempo. Habla contra la corrección política, la alegría de vivir (nuestra cultura no nos permite llorar) o contra la belleza (es una tiranía que hace que hasta líderes como Che Guevara se vieran obligados a ser bellos). Esta colección pretende echar gasolina al fuego”.
MANUAL DE ESTILO DEL ARTE CONTEMPORÁNEO
El arte se disuelve hoy en sus propios ritos y parafernalias. La obra de Pablo Helguera es una burla de los protocolos del arte contemporáneo. “Te dice cómo comportarte en una inauguración, a qué distancia situarte de la obra…”, explica Abenshushan. “El ensayo trata sobre cómo el arte mismo ha sido sustituido por todo lo que le rodea y cómo el protocolo se ha impuesto sobre el debate de lo estético”.
62 MANERAS DE APOYAR LA CABEZA
Un tratado sobre el gesto habitual de apoyar la cabeza. Los humanos, a menudo, recogen en sus manos el envoltorio de su cerebro. Lo hacen sobre una mano, sobre la otra, sobre las dos… Hacia un lado, hacia el otro… Lo hicieron, por supuesto también, grandes autores de la Historia: Nietzsche, Proust, Kasparov, Paz, Benjamin, Cocteau, Capote, Picasso o Frida Kahlo. El escritor Georg Christoph Lichtenberg y el antropólogo Andrés Virreynas analizan estas posturas y las clasifican en una tipología de 62 posturas diferentes. El ensayo se erige, según Abenshushan, como “un kama sutra de la melancolía”.
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