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Todos a la cárcel: ¿por qué cada vez más personas se apuntan al turismo carcelario?

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«Aconsejamos reservar de manera muy puntual a las 10.00 h porque las entradas se agotan en pocos minutos». Este mensaje podría referirse a las entradas para asistir a un concierto de la última sensación del pop, pero, en realidad, aparece en la web del Ayuntamiento de Barcelona, en concreto en la página destinada a reservar las entradas para realizar una visita guiada a la Antigua Cárcel Modelo de Barcelona.

En el momento de escribir este artículo, últimos días de noviembre de 2022, las plazas para lo que queda de mes y para el siguiente están agotadas. El próximo 2 de enero de 2023, a las 10 de la mañana, será posible hacerse con las entradas para los dos primeros meses del año.

Así de solicitadas están las visitas al célebre recinto penitenciario barcelonés, que a lo largo de su historia fue testigo de espectaculares fugas, dramáticos motines y hospedó a conocidos presos políticos como Salvador Puig Antich, Lluís Companys o el creador del Capitán Trueno, Víctor Mora, así como a famosos delincuentes como Juan José Moreno Cuenca, el Vaquilla, o el mafioso francés Raymond Vaccarizi.

La cárcel Modelo de Barcelona cerró en 2017 y desde entonces se ha convertido en un centro cultural dedicado a rememorar lo que supuso este edificio en la larga y compleja historia de la ciudad. Desde su reapertura al público en 2018, más de 154.000 personas, turistas y barceloneses, han traspasado sus antes casi inexpugnables muros para visitarla. La demanda no solo no ha decaído, sino que parece que incluso aumenta con el tiempo.

Interior de la Cárcel Modelo de Barcelona (Imagen: VideoBCN / Shutterstock)

Aunque el éxito de esta infraestructura es, desde luego, llamativo, no es nuevo ni exclusivo de Barcelona. Según Pablo Díaz Luque, profesor del programa de Turismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), el turismo carcelario que, por ejemplo, tiene entre sus principales destinos la isla de Alcatraz en San Francisco, se enmarca dentro de un fenómeno global bautizado como dark tourism o turismo oscuro.

El dark tourism consiste en visitar lugares en los que, en el pasado, ocurrieron hechos horribles: campos de concentración, ciudades azotadas por la guerra o por horribles catástrofes. Quizá la atracción más apasionante de este tipo de destinos sea la antigua central nuclear de Chernobyl, en Ucrania, y sus desolados alrededores.

Las razones de la pasión por el turismo oscuro, que a muchas personas puede resultarles desagradable, pueden ser muy diversas. En el caso de las cárceles, Díaz afirma que, en general, «supone una reivindicación del valor de centros penitenciarios que, aunque han dejado de ser utilizados como tales por obsoletos, son interesantes debido a su emplazamiento, su arquitectura o su historia, o por todos esos factores a la vez».

Según el profesor, las prisiones, o cualquier otro tipo de destino de dark tourism, ofrecen la oportunidad de salirnos de los circuitos turísticos tradicionales, de poner un punto original a nuestras vacaciones y además proporcionarnos una vivencia única y el contacto directo con una parte de la historia de una ciudad, región o país.

En realidad, cada persona puede tener motivos muy diversos para visitar lugares como Auschwitz, hacer el tour de Charles Manson en Los Ángeles o acudir a la cárcel Modelo. «Pueden ser simplemente razones morales, querer conocer las condiciones en las que vivían los presos históricos encarcelados por motivos injustos en otras épocas de la historia», afirma el profesor.

«En este caso, se trataría de aprender un poco con la visita. Pero también hay visitantes que acuden por una fascinación o curiosidad morbosa por escenarios en los que ha habido un gran sufrimiento humano. Otro gran grupo de visitantes acude movido por simple moda o porque tiene ganas de compartir esta experiencia, que ciertamente puede ser impactante, en las redes sociales. Una foto tras las rejas de una celda, por ejemplo, puede recolectar una buena cantidad de me gusta».

Turistas visitando la cárcel de Alcatraz (San Francisco, EE.UU.)

En opinión del profesor José R. Ubieto, psicoanalista y profesor de los Estudios de Psicología de la UOC, las razones de las visitas pueden estar relacionadas con temas más profundos de la personalidad de las personas. En concreto, apunta que el sesgo morboso podría estar en el corazón de casi todos los visitantes de este tipo de lugares.

«Entre ellos existe un cierto interés por todo aquello que supone algo patológico o violento», afirma. «Incluso, para unos pocos, puede incluso estar alimentando un delirio patológico preexistente (personas psicopáticas que visitan estos espacios como santuarios de sus fantasmas)».

A pesar de todo esto, ambos profesores coinciden en que, en términos generales, este tipo de turismo puede resultar algo muy positivo siempre que no se caiga en la banalización de estos espacios.

«Conocer la historia, las condiciones sociales o las reivindicaciones asociadas o derivadas de estos lugares puede servir para reflexionar sobre aspectos del internamiento (injusticias, desigualdades) y de las personas allí alojadas (tipología, penalidades), lo que puede resultar muy positivo», según Ubieto.

Por su parte, Díaz cree que crear una infraestructura dirigida al turismo a partir de uno de estos espacios nunca puede ser censurable siempre que suponga «rescatar un patrimonio arquitectónico que, de otra manera, sería derruido. Además, ciertamente, las cárceles son parte de la historia de los países y ciudades donde se localizan, y conservarlas significa recordarlas y evitar que se repitan los errores que se pudieron dar en ellas».

Juanjo Villalba

Juanjo Villalba es escritor y traductor. Puedes seguirle en @juanjovillalba

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