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Irse de vacaciones y, de paso, arreglarse la nariz

Un tipo de Bilbao compra un hígado por 130.000 euros y se va China a salvarse la vida, una opción que no demasiados pueden permitirse. Rocío Jurado viajó a Houston para tratar de curarse un cáncer. De nuevo, una decisión que no todos los enfermos pueden tomar. Mujeres residentes en España acuden a algunos países de Latinoamérica a someterse a operaciones de estética. Esto ya es más común. Estos tres aspectos, con sus diferencias, forman parte de una misma realidad que lleva años en crecimiento: el turismo sanitario.

De acuerdo con los datos de la web Patients Beyond Borders, en el mundo ya mueve 50.000 millones de euros anuales, con cada turista gastando bastante más que uno que sólo quiere visitar La Giralda y con un crecimiento potencial del 20% durante este año. Un caramelo muy tentador para un país como España, donde Fitur 2015, la feria nacional de turismo, tuvo como principal novedad el fomento de este tipo de viajes. Pero este modelo tiene como disparador algo tan éticamente gris como es la necesidad de someterse a un procedimiento médico en el extranjero ya que en casa o es muy caro o los servicios son deficientes.

«La restricción presupuestaria o la falta de cobertura de un seguro es lo que suele llevar a una persona a someterse a un procedimiento en el extranjero después de haberlo buscado en su país», cuenta al teléfono Mario de la Puente, de la Universidad del Norte, en Barranquilla, Colombia, y autor de Dinámica del turismo de salud internacional. «Uno de los retos de este tipo de turismo es que el paciente lo elija por voluntad propia, no por necesidad».

Este tipo de turismo se divide en cuatro grandes segmentos: el curativo, relativo a las operaciones en sí y en el que entraría tanto el hígado del señor de Bilbao como la folclórica en Houston; el preventivo, en el que se usa el viaje para hacerse algún tipo de chequeo y revisión; el estético, como la mujer que viaja y vuelve con pecho nuevo; y cierra la lista la medicina alternativa y bienestar, con balnearios, homeopatías varias, etc. Es este último el que arroja ingresos más altos al tener unos costes de inversión mucho menores que una clínica.

Para distinguir entre estas y escoger la más adecuada, un grupo de emprendedores israelíes han creado Archimedicx, un servicio web que podría resumirse como Booking.com llevado a los hospitales. «Nuestro objetivo es trabajar con los mil mejores hospitales del mundo», cuenta al otro lado de la línea Ricki Lavi, directora de desarrollo de mercado en la empresa, «para ello hemos desarrollado a lo largo de cuatro años una metodología para poder comparar un hospital en India, con otro en México o EEUU, según el tipo de intervención que se busque».

Esta idea nace de una tragedia. La hermana de Moni Milchman, fundador y desarrollador del algoritmo comparador de hospitales, murió tras una operación sencilla en un centro cualquiera. Ya en la setentena y vinculado por su trabajo con la construcción de hospitales, Milchman investigó y averiguó que no habían ido al mejor sitio, ya que no era habitual hacer esa operación en ese hospital. Cuando trató de compararlo con otros centros en otros países, encontró que esa información era muy difícil de sacar debido a las dificultades que conlleva el hecho de tener diferentes leyes, sistemas sanitarios, estructuras… así que decidió crear algo que pudiera solventar este problema.

Su método está evaluado por la HIMSS, un organización sin ánimo de lucro que se dedica a las tecnologías de la información en el mundo médico, que ha certificado su utilidad y objetividad. Además de ser pionero en su campo, el buscador es sencillo. Disponible en nueve idiomas, se pone el nombre de la operación que uno quiere realizarse y los resultados pueden cribarse por precios, tiempos de espera y continente. Su modelo de negocio es quedarse con entre un 7 y un 15% del coste total de la operación. Así, si una vasectomía vale en unos 1.800 dólares en National University Hospital de Queenstown, Singapur, ellos se llevarían entre 126 y 270 dólares. Cuando hablamos de cirugías más grandes, como un implante de marcapasos por 59.000 dólares, la comisión sube. Qué decir si realmente, cómo se ofrece en varios hospitales, se puede pagar más de un millón de dólares por un trasplante de corazón.

El aspecto económico es una de las mayores críticas que se le hace a este tipo de turismo. «En los países en desarrollo algunos centros han optado por establecer procedimientos que solo aquellos que tienen un poder adquisitivo mayor pueden costearse», critica De la Puente, «además hay una fuga de talento, ya que aquellos que optan por tener ingresos mayores pasan del sector público para meterse en el privado, creando una escasez de doctores para las personas con menos recursos». También hay un riesgo potencial de fomentar el mercado negro de tráfico de órganos. La imagen de cuatro pakistaníes en fila, con su cicatriz en el costado tras la extracción de un riñón para su venta, es dura de ver. Pero existe.

El turismo médico no es más que el reflejo de la creciente desigualdad del sector sanitario y la libre movilidad de las personas con dinero. También depende del país y el continente. En Alemania tiene mucha fuerza el termalismo y en México, en la frontera norte, el turismo estético como la ortodoncia es muy demandado. Una parte importante de la inversión en salud puede irse a crear clínicas para esos foráneos con billetes en la cartera. Destinos predilectos son Costa Rica, India, Israel, Malasia, México, Singapur, Corea del Sur, Taiwán, Tailandia, Turquía y EE UU.

EE UU es curiosamente tanto el principal país receptor como emisor. La recepción es debida a que allí llegan muchos extranjeros adinerados, atraídos por la excelencia y calidad de sus servicios. Pero la emisión se debe a que, como muchos emigrantes de Latinoamérica emigran allá en busca de una nueva vida y el sistema sanitario tiene tantas fallas para la gente humilde, aprovechan una visita a la familia para operarse. Los caucásicos que acuden a México, Costa Rica o Brasil para someterse a alguna operación remotamente seria son muy escasos.

El motivo parece evidente. La mayoría de la población de los países más desarrollados no confía en los servicios de salud de los Estados en desarrollo. Resulta irónico que sean los intentos de atraer a esos turistas médicos pudientes uno de los factores que impulsa la fuga de talento y recursos de los servicios públicos. Mientras los caucásicos no acuden a esas clínicas privadas, los locales y sus familias tienen una atención médica de menor calidad. Una pescadilla que se muerde la cola y que no tiene a nadie que le cure.

Por Carlos Carabaña

Carlos Carabaña es periodista. Puedes seguirle en @ccarabanya

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