Las lenguas nos ayudan a verbalizar la realidad en la que nos movemos. Y esa realidad está llena de colores. El español no es un idioma ajeno a todo esto. También nuestra lengua está salpicada de colores a los que identificamos con ciertos sentimientos y realidades.
Con ellos hemos creado refranes y dichos que nos ayudan a explicar la rareza, la esperanza, la lujuria, la envidia, la naturaleza, el amor, la mala suerte… Y que han ido cambiando, para rizar el rizo, con el paso de los siglos. «Las asociaciones del color con conceptos positivos o negativos son culturales y no universales», corrobora la lexicógrafa Celia Villar.
El verde es uno de esos colores que salpican con frecuencia muchas expresiones idiomáticas en español. Proviene del latín virĭdis, palabra que designaba lo vigoroso, lo vivo, y por extensión, a todo lo que tenía ese color en la naturaleza por estar en la plenitud del crecimiento y del vigor, como explica Villar. De ahí que lo ecológico, lo natural y lo positivo, en definitiva, vaya asociado a ese tono.
Pero si este es el ying, también hay un yang verde: es el color de la envidia, del veneno, de la inexperiencia, de los celos… De ahí que tengamos expresiones como viejo verde, poner verde a alguien, verde de envidia, raro como un perro verde, y tantas otras.
«Mi impresión es que el verde tiene una doble resonancia: la fruta o la rama verde es joven y vigorosa, y eso habrá nutrido a los símbolos de resonancia sexual (chiste verde, viejo verde, verdeo); y por otra parte, los humores del cuerpo, que es la forma en que en la Edad Media se explicaban cambios o alteraciones en la salud, han debido de asociar el verde a la rareza (como el amarillo al humor amargo)», explica la filóloga y catedrática de la Universidad de Sevilla Lola Pons.
EL VERDE ASOCIADO A LO ERÓTICO
Retomemos la expresión viejo verde y añadamos la de chiste verde. En seguida salta a la vista la relación entre ese color y lo picante, lo erótico, pero con un sentido negativo. Sin embargo, no siempre fue así.
«En origen, tal y como recoge el Diccionario de autoridades, el color asociado a lo picante, a lo indecoroso, etc., era el rojo, más concretamente, el adjetivo colorado», aclara Alejandro Junquera, filólogo, y profesor de la Universidad de León (donde también forma parte del proyecto CorLexin), que acaba de presentar su tesis De coloribus. Estudio diacrónico de léxico cromático en un corpus del Siglo de Oro.
De hecho, es ese el valor que se conserva en América, tal y como refleja el Diccionario de americanismos. En México, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Colombia, etc. un chiste picante no es verde, sino colorado.
Viejo verde, por su parte, no tenía connotaciones peyorativas en un primer momento. Los clásicos, tal y como explicaba Fernando Lázaro Carreter en El nuevo dardo en la palabra (2003), «calificaron de verde la ancianidad vigorosa, de primavera tardía, sin achaques notables, y se siguió haciendo en las lenguas modernas: la viacchiezza verde italiana o la verte vieillesse, de nuestros vecinos. Pero como a esos viejos afortunados les aguija aún la libido, jugueteando con el adjetivo verde se le añadió enseguida el rasgo irónico de lascivia».
«Valor que, por lo que parece, habría arraigado bastante bien en suelo patrio —ya que en francés o italiano no posee dichas connotaciones— y que habría acabado desbancando a colorado en la expresión de lo lascivo (por lo menos a este lado del Atlántico) entre los siglos XVIII y XIX», concluye Junquera.
EL VERDE, METÁFORA RECURRENTE DEL REFRANERO
No es raro que el idioma recurra a las metáforas para reforzar significados. Al fin y al cabo, una imagen vale más que mil palabras (o eso dicen).
Poner verde, estar verde de envidia o simplemente estar verde son solo algunos ejemplos donde ese tono juega un papel significativo y claro. Pero ¿por qué verde y no otro color?
Según Alberto Buitrago, autor del Diccionario de dichos y frases hechas, el verde puede hacer alusión a la bilis, ese líquido segregado por la vesícula biliar que es de un color amarillo verdoso. «La antigua tradición médica escolástica denominaba a los fluidos corporales humores, al relacionarlos con el estado de ánimo del individuo», explica en la entrada poner verde. De ahí que pudiera derivarse lo de ponerse verde de envidia.
«En este caso, la bilis, por su amarguísimo sabor, se identificaba con la cólera. Se creía que los coléricos, los iracundos y malhumorados y los envidiosos producían una gran cantidad de bilis; en el caso de los envidiosos tanta que incluso les teñía la piel hasta el punto de darle una tonalidad verdosa», concluye Buitrago.
Para poner verde en el sentido de criticar con saña a una persona, los tiros van por otro lado. Lo cierto es que hay dos teorías que podrían explicar el porqué de esta frase hecha. Una de ellas, hace alusión al moho, que indica que un alimento está podrido. Pero también podría estar haciendo alusión a los moratones que aparecen en la piel cuando se recibe un golpe. Primero son morados y después, a medida que avanza el tiempo, adquieren un color verdoso. Al fin y al cabo, criticar con saña a una persona es atizarle golpes. Orales, sí, pero golpes.
Faltaría solo por explicar lo de estar verde y que alude a la persona sin experiencia suficiente para desempeñar un puesto, por ejemplo, o a la que le falta madurez. Una metáfora relacionada con la fruta que aún no ha madurado, cuyo color es verde.
A BUENAS HORAS, MANGAS VERDES
Cuando algo llega a destiempo, normalmente la solución a un problema o una ayuda, acaba resultando inútil. Eso es lo que significa, grosso modo, la expresión A buenas horas, mangas verdes. Pero la explicación para esta frase hecha hay que buscarla en la historia.
En la Edad Media, en tiempos de los Reyes Católicos, existió la Santa Hermandad, un cuerpo de soldados que patrullaban en cuadrillas y que se encargaban de vigilar que no se cometieran delitos, especialmente fuera del recinto de las ciudades. Su uniforme estaba formado por un coleto (una especie de chaleco o corpiño de cuero y con faldones) y una camisa verde de la que se veían las mangas. Y es por ellas por como se conocía popularmente a este cuerpo policial.
La Santa Hermandad se hizo famosa por llegar siempre tarde al lugar del crimen, cuando ya no había nada que hacer o los propios implicados en el altercado ya habían solucionado solitos la cuestión. De ahí que más de una vez se les increpara con aquello de «a buenas horas, mangas verdes», que todavía hoy utilizamos (los que tenemos una edad, que los más jóvenes han perdido el gusto por el refranero).
VERDE, UN COLOR MONÁRQUICO
Y ya que estamos con la historia, sigamos con ella.
El 14 de abril de 1931 se proclamó la República en España. El país atravesaba una época convulsa en la que apoyar a la monarquía se convirtió en un deporte de riesgo.
Pero al igual que los primeros cristianos se las ingeniaron para encontrar símbolos con los que identificarse unos a otros, también los seguidores del rey expulsado encontraron en un acrónimo la manera de mantener vivo su apoyo a la corona y de reconocerse entre sí. Ese acrónimo fue VERDE, que significaba viva el rey de España. Y por extensión, hicieron de ese color, el verde, una especie de salvoconducto con el que podían manifestar su apoyo a los Borbones sin levantar demasiadas sospechas.
Esa es la razón por la que en proclamación de Felipe VI como rey de España muchos políticos y personas de la familia real lucían corbatas y prendas verdes.
EL VERDE EN CERVANTES Y LORCA
Dice Ana Cermeño en su artículo “Colores en las letras” publicado en Archiletras que «los colores tienen la habilidad de contar historias». Muchos grandes escritores se han apoyado en su simbolismo para describir a los personajes de sus libros, marcar sus destinos e incluso dar pistas al lector de lo que está pasando o está a punto de ocurrir. Es el caso del uso que hacen Cervantes y Lorca del color verde en sus obras.
Si leemos con atención el Quijote, podríamos decir que ese es el color que domina en la obra. Así lo explica Azriel Bibliowicz en un artículo titulado El Quijote y el color verde, publicado en la sección Rinconete del Centro Virtual Cervantes (Instituto Cervantes).
«El verde está en todas partes, tanto en el primer volumen como en el segundo. Y siempre que aparece surge como premonición de un engaño que se avecina. Encontramos el verde no solo en las plumas del Caballero de los Espejos, o en la indumentaria de nuestro caballero en la casa de los duques, sino aun en un personaje tan distinguido como el Caballero del Verde Gabán. El verde es el color que domina la obra», escribe el autor del artículo.
En el Quijote, pues, Cervantes presenta este color como símbolo de la decepción y la falsedad, del engaño. Así lo entendía Helena Percas de Ponseti en su libro Cervantes y su concepto del arte. «Cuando un personaje comienza a usar verde, nos están dando un campanazo de alerta y hay que prestar atención», añade Bibliowicz.
Por su parte, Lorca también hace un uso particular del verde en sus obras teatrales y en su poesía. En unas ocasiones es el símbolo de la muerte, como se puede interpretar en el Romance sonámbulo, uno de sus poemas más conocidos de su Romancero gitano, que empieza con ese «Verde que te quiero verde» como primer verso.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde
con ojos de fría plata.
Sin embargo, en Preciosa y el aire, también del Romancero gitano, el verde representa el deseo masculino.
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
[…]
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
Además de la muerte y del deseo sexual, Lorca lo utiliza también para simbolizar la rebeldía y la sensualidad. Por eso Adela, la hija menor de Bernarda Alba, se viste con un vestido verde provocador que simboliza ese amor reprimido por Pepe el Romano y es también un grito de libertad.
Somos de colores, dice la canción. Por eso el lenguaje no ha tenido más remedio que dejarse pintar.