El traqueteo del tren le había provocado una somnolencia tan profunda que, cuando despertó, hacía rato que se había pasado de estación. Sin una noción clara de dónde estaba, decidió bajarse en la siguiente parada, fuera cual fuera, y ver la manera de llegar desde allí a su destino original. Ya en la estación, buscó a alguien que pudiera ayudarle. «Buenos días, ¿puede decirme cuándo pasa el próximo tren en dirección contraria?», preguntó al hombre de detrás de la ventanilla de venta de billetes. «No pasaría hasta mañana, señor», contestó. «¿Y de qué depende de que pase o no? Necesito volver a casa, me esperan», respondió el viajero. «Ya se lo diría, hasta mañana no pasaría». Temeroso de enrocarse en una conversación sin sentido y sin final, se dirigió al bar de la estación y pidió un café. «¿Cuánto es?», preguntó al camarero. «Serían dos euros, señor». El viajero abrió los ojos como platos. ¿Pero es que no había nada definitivo en esa ciudad? ¿Es que todo dependía de algún extraño factor determinante que nadie era capaz de explicar?
Se sentó desconcertado en un banco del andén a esperar ese tren que quizá pasara o quizá no al día siguiente y para entretenerse fue a comprar alguna revista. No se atrevió a preguntar el precio. Miró el que marcaba la portada y entregó el dinero a la dependienta. «¿De qué sabores tienes los chicles?», preguntó finalmente, olvidándose de dónde estaba. «Los tendría de fresa y menta, caballero». La observó fijamente y sin apartar la mirada de la chica cogió el primer paquete que tenía a mano. «¿Me cobrarías esto también?». La joven sonrió. El viajero empezó a sopesar la posibilidad de quedarse para siempre en aquel hipotético lugar de cuya existencia nunca antes escuchó hablar.
El condicional suena bien, qué duda cabe. Usando esas expresiones, seguro que más de uno se siente muy educado y muy amable por suavizar la rotundidad de un precio, que eso de pagar nos cuesta y está feo decir las cosas como son. Pero no debemos olvidar que su uso queda reservado para expresar una duda, una hipótesis o una condición. Sin embargo, cada vez es más común escuchar expresiones como «serían 50€», cuando preguntamos por el valor de un producto, «estaría listo para la semana que viene», cuando dejamos el coche en el taller o que el envío «llegaría mañana» cuando preguntamos en Correos cuándo recibirá nuestro cliente el pedido. Lo suyo es usar el indicativo: «son 50€», «estará listo para la semana que viene» o «llegará mañana». ¡Nada de dudas, fuera contemplaciones! La vida es así de dura (y de cara).