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Utopías de ayer y hoy

En Un mundo feliz, Aldous Huxley parece condenar un modelo de utopía deshumanizado en el que no hay dolor, ni guerras, ni conflictos pero tampoco hay amor, lo que implica un reconocimiento implícito de que el amor engendra odio. Tampoco hay enfermedades. Los seres humanos están organizados en jerarquías genéticas que van desde el Alfa+ al Gamma-, lo que recuerda bastante a las actuales agencias de calificación de riesgos.

En ese mundo las mujeres no dan a luz y se libran así de la servidumbre del embarazo y de los rigores del parto. Huxley en realidad no está criticando esa sociedad deshumanizada, sino que más bien la propone al lector como alternativa a nuestra imperfecta y dolorosa realidad.

Los mundos distópicos, o utopías inversas, tan presentes en la ciencia ficción nos han ofrecido profecías escalofriantes, como 1984, de George Orwell.

Susan Sontag se refería a ambas novelas como paradigmáticas de los estragos que la ciencia puede provocar en el ser humano. Bueno, lo cierto es que Sontag falleció en 2004 a causa de un cáncer que habría sido irrelevante en el mundo utópico de Huxley, que ella odiaba, pero que habría sido capaz de curar su enfermedad.

La propia palabra utopía es equidistante en cuanto a significados de otras dos, pues en griego quiere decir ‘no lugar’. La eutopía es un ‘buen lugar’ y la distopía un ‘mal lugar’. La ciencia ficción se ha ocupado de las tres en numerosas ocasiones, con especial querencia por las fantasías distópicas: lugares futuros en los que las cosas se han puesto realmente feas.

La pregunta es si nuestro mundo, visto desde los ojos de un lector, y suponiendo que estemos habitando una fantasía urdida por otra mente, sería una utopía, una pesadilla o una eutopía idílica. Porque, si cambiamos el origen de coordenadas, cambia todo el sistema; ya no se trata de diferenciar entre Bien y Mal, sino en saber dónde estamos exactamente. La utopía es una idea peligrosa por cuanto puede alienarnos si miramos a nuestro alrededor y solo encontramos distancia, vacío y promesas incumplidas.

Para un nigeriano Suiza puede ser un paraíso (y no me refiero al aspecto fiscal), pero a la vez para un suizo el paraíso puede estar en Nigeria y en su retorno a los valores ancestrales. La utopía es siempre un lugar inaccesible, y luchar por ella es un pasatiempo eficaz porque nos hace avanzar, aun a sabiendas de que es imposible instalarse en ella pues perdería su condición de utopía. Es esta aparente contradicción lo que fascina de esta palabra.

Lo que ayer era distópico hoy es utópico, y viceversa. En enero, la utopía es agosto, y en julio, quizá diciembre; es un estado de ánimo, una zanahoria efímera y volátil a la que perseguir… Su equivalente en matemáticas es la asíntota, una línea que nunca llegamos a alcanzar por más que nos aproximemos, pero que da sentido a la ecuación de nuestras vidas.

Cuando me enamoré locamente, para mí la utopía era ella. Y para ella, George Clooney.

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