«Menos redes sociales. Más vida social». La frase tendría todo el sentido del mundo si no fuera porque es el mensaje de bienvenida a los usuarios de una nueva red social. Vero es la app de moda. Lleva tiempo en el mercado pero en las últimas semanas su fama ha crecido de forma exponencial. Irónicamente, el lugar donde más se está promocionando es en los feeds de su competidora más directa: Instagram.
Muchos creadores con cuenta en la plataforma están anunciando su marcha a Vero. Entre los motivos aducidos, hay uno que cobra especial importancia. En el manifesto que han colgado en su página web, los creadores de Vero aclaran que usan y usarán siempre un orden cronológico en la presentación de las publicaciones. Aseguran que no coleccionan, ni coleccionarán el big data de sus usuarios. Anuncian que irán en la dirección opuesta a la de sus competidores y que convertirán a los usuarios, y no a los anunciantes, en sus principales clientes.
«No usamos algoritmos y no queremos tu big data». Así de claro se mostraba Ayman Hariri, el multimillonario creador de esta aplicación al presentarla a Forbes, en 2016. A cambio, según explican detalladamente en su web, la plataforma pretende ser viable económicamente cobrando a sus usuarios una cuota anual (que se prevé baja, «el precio de un par de cafés», han declarado). Por el momento, el primer millón de usuarios tendrá una cuenta gratuita de por vida.
¿Pagar por usar una red social? Puede parecer una visión utópica, pero en realidad, el modelo de Vero no dista tanto del que postula, por ejemplo, Netflix. Una cuota para recibir contenido de calidad sin anuncios. Otra de las bazas de esta app es la calidad de su contenido. En parte, es algo comprensible porque de momento, el grosso de sus miembros son artistas, fotógrafos y publicaciones. Pero su interfaz limpia, el enfoque más adulto y cultural y los propios mecanismos de la app parecen incidir en esta tendencia a primar calidad ante cantidad.
[pullquote author=»Ayman Hariri» tagline=»CEO de Vero»]No usamos algoritmos y no queremos tu big data[/pullquote]
Vero no solo permite subir y compartir fotos. La otra función destacada de esta plataforma es la recomendación de productos culturales. Música, libros, cine y lugares para ser más exactos. Así se incide en una de los principios de esta app, que huye del postureo ególatra y el intercambio de seguidores para postularse más como una herramienta de recomendaciones.
Otro de sus principios fundacionales es apostar por el público adulto y no centrarse únicamente en lo que quieren los adolescentes. Así se explica, por ejemplo, el hecho de que en esta red social (a diferencia de lo que ocurre en Instagram, por ejemplo) no se censuren los pezones femeninos.
Se muestran, y con generosidad, en Snow Steam Iron, el corto de Zack Snyder estrenado de forma exclusiva en Vero. El director de El Hombre de Acero es amigo del CEO de esta aplicación y uno de sus defensores más acérrimos.
No es el único. Otro de los directores que se apoya en Vero es Max Joseph, creador del popular documental de MTV Catfish. Joseph ha anunciado que su nueva serie documental se estrenará de forma exclusiva en la plataforma. Su título, Dicks, y su temática, que plantea si hace falta ser un imbécil para convertirse en líder, dejan claro que la censura no será un problema en Vero.
La creación de contenido exclusivo se configura así como otra de las grandes bazas de esta app. Publicaciones como GQ Inglaterra también lo hacen, de forma algo más humilde, compartiendo entrevistas y vídeos de eventos como los pasados Brit Awards.
La irrupción de Vero en el mercado de las apps plantea un dilema interesante. Durante los últimos años la viabilidad económica de las redes sociales ha sido un tema complejo. En un principio, a pesar de la cantidad de usuarios, e incluso de su valor en bolsa, las grandes empresas del sector (principalmente Twitter, Facebook e Instagram) tenían dificultades para conseguir rentabilidad. Últimamente parecen haberla logrado gracias a los anunciantes.
En 2014, se estimaba que las empresas de todo el mundo gastaban 12.000 millones en publicidad en redes sociales. En 2016, esta cifra se ha duplicado. Sería absurdo pensar que esto no acabaría afectando a la experiencia del usuario.
Los cambios en el feed de Instagram, abandonando el orden cronológico, han recibido fuertes críticas. Los que se generan cada cierto tiempo en Facebook, primando el contenido pagado ante el de calidad, suscitan no solo críticas, sino fenómenos indeseables como la proliferación de fake news.
Por otro lado, el mercadeo del big data (paquetes de datos personales de los usuarios vendidos a grandes empresas) es una práctica normal en el sector y plantea, más de forma teórica que real, grandes dudas morales relativas a la privacidad.
En Vero no se puede poner publicidad, pero sí se puede comprar. Esta será la otra fuente de ingresos de la plataforma y parece que funciona. Vero asegura ser responsable de la venta más alta registrada en una red social, el pago de un Aston Martin DB5 por 938.000 euros.
También funcionó, de forma algo más humilde, con la marca Temperly London, en una iniciativa llamada See now, buy now, en la que los usuarios podían comprar las prendas con un clic a medida que estas desfilaban por la pasarela de la London Fashion Week. Fue en septiembre de 2016. El potencial entonces era grande. El potencial ahora es mucho mayor.
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