A medio camino entre Zaragoza y Lleida, en pleno desierto de Monegros, varios centenares de personas celebran entre el 7 y el 11 de julio Nowhere, un evento en el que comulgan expresiones lúdicas y artísticas de todo tipo con el respeto al peculiar e inhóspito entorno que les da cabida.
La mística que rodea al desierto, paraje más destinado a ser evitado que al establecimiento de cualquier actividad, ha dado lugar a multitud de manifestaciones artísticas y culturales a lo largo del tiempo.
Gram Parsons puso en el mapa a Joshua Tree, y su legado fue recogido de diferente manera primero por U2 en el álbum que recibe el nombre de ese lugar, y después por una veintena de los intérpretes más influyentes del rock actual -desde Josh Homme a P.J. Harvey, pasando por Mark Lanegan- , que viajan hasta allí para encontrar sentido e inspiración entre polvo y cactus.
En 1986, un grupo de amigos comenzó a reunirse atraído también por la llamada de la arena. La esencia de Burning Man consistía en la construcción de una gran figura de madera a la que hacen arder en una suerte de ‘fallas’ en honor al solsticio.
Lo que era un encuentro en petit comité se ha transformado en un evento que, a día de hoy, junta a 48.000 personas en el desierto Black Rock, en mitad del estado de Nevada. Casi 25 años después, nace en España Nowhere, un spin-off de ‘Burning Man’ basado, como explica Ruby May, una de sus organizadoras, en los mismo principios de su evento matriz: “Auto-expresión, auto-suficiencia radical, no comercio, participación y, sobre todo, no dejar rastro al abandonar el lugar”.
Es complicado definir Nowhere. La inexistencia de un programa fijado de antemano, su naturaleza de acontecimiento construido a través de la aportación de los asistentes, hace que su pulso se mantenga vivo y cambiante a través del compromiso de las personas involucradas en cada momento. Un wiki a través de su web ayuda a que todo este berenjenal mantenga un cierto control.
“Cada año es diferente y depende de lo que TÚ decides traer. Este no es un evento para espectadores, sino que se anima a todo el mundo a participar”, remarca May. “Se puede llevar a cabo un proyecto de arte, un taller, una performance o, sencillamente, ayudar a cocinar para la gente que construye la estructura de madera. Hemos tenido lucha Sumo, cabarets, acroyoga y cualquier tipo de música que puedas imaginar”.
La manera en que los organizadores y asistentes interpretan su relación con el medio ambiente queda expuesta en la forma en que se plantea el tratamiento de los desechos originados. En Nowhere no existen ni cubos de basura ni personal dedicado a la limpieza. Todo lo que los participantes lleven a la campa deberá ser recogido por quien lo haya llevado.
“El reto de aprender cómo convivir con un ambiente tan duro y caluroso, y la fuerte conexión con el mundo exterior que esto demanda, son elementos claves. Crea algo de la nada y no dejes rastro después”, cuenta la organizadora.
Este festival no cuenta con ningún tipo de apoyo o patrocinio público ni privado. El único objetivo es “crear un fértil lienzo para inspirar y ser inspirados”. El límite de lo que plasmar en ese lienzo lo ponen únicamente la creatividad y la integridad del espacio natural anfitrión. Bueno, además de la ley. “Lo que es ilegal en España es ilegal en Nowhere”, advierte May.
Este artículo se publicó en el número de julio de Ling Magazine, la revista de Vueling que edita Brands and Roses.
Ilustración de: Juan Díaz Faes
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