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Vivir sin plástico

Es complicado esperar los cien años que tarda, como mínimo, una botella de plástico en descomponerse. Bueno, en realidad, esperar es sencillo. Lo difícil es alcanzar esos cien años. Manuel Maqueda, emprendedor social y activista antiplástico, se preguntaba hace años por qué utilizamos como material desechable algo que dura tanto tiempo. Quizás sea hora de replantear algunas cosas.
No hay diferencia entre un lugar del mundo u otro. En cualquier rincón del planeta, a poco que se escarbe en el suelo, aparecen residuos de plástico degradado que no han desaparecido y que tardarán mucho en hacerlo. La insostenibilidad de esta situación está fuera de toda duda y, por eso, algunas ciudades han comenzado a pavimentar el camino hacia un futuro sin plástico.
La ciudad australiana de Bundanoon fue la primera del mundo que prohibió completamente la venta de agua embotellada. «Desde entonces otros lugares como Concord, Massachusetts, y decenas de campus universitarios en Estados Unidos y Canadá han prohibido las ventas de agua embotellada en plástico», explica Manuel Maqueda.
Este 2014 ha sido una ciudad de la magnitud de San Francisco la que ha dicho «basta». La capital californiana decidió limitar la venta de agua en botellas de menos de 0.6 litros. El objetivo de reducir residuos ha de empezar por ahí ya que, según el activista, «hay agua potable excelente en la ciudad. El tamaño mínimo de 0.6 litros es para evitar las botellas individuales, que son las más vendidas para eventos y las que más residuos generan». La prohibición comenzó el pasado 1 de octubre para eventos bajo techo y, con algunas excepciones, comenzará en 2016 para aquellos celebrados al aire libre.
Maqueda es, además, muy crítico con el modelo de negocio en el que se basa la venta de agua. «Se toma agua del grifo, se envasa en plástico y se vende multiplicando su precio por 1.000. Detrás, deja una huella medioambiental enorme, un colosal problema de gestión de residuos, además de unos efectos sobre la salud humana que todavía no son bien conocidos. Se trata de un sistema que ofrece beneficios millonarios para unos pocos, a costa de la salud y el medio ambiente de todos», detalla.
La alternativa pasa por potenciar los sistemas de agua potable de las ciudades. Más fuentes y más control sanitario en los surtidores públicos. «Los sistemas de aguas de las ciudades, que se han construido con el esfuerzo de muchas generaciones para llevar agua potable barata a los hogares de todos, son eficientes, baratos y con garantías».

¿Basta con el reciclaje?

Cada vez que un ciudadano se da un paseo hasta el contenedor amarillo, lo hace convencido de que elimina buena parte del impacto que su uso del plástico causa al medio ambiente. Maqueda afirma, sin embargo, que este es otro negocio de dudosa transparencia. «Somos expertos en esconder los residuos mediante un negocio millonario en torno a esto. En el caso del plástico, el mal llamado reciclaje no es más que un espejismo diseñado para lavar la conciencia de la gente».
La lógica dicta que las grandes embotelladores alcen el discurso del reciclaje cuando se plantea la sostenibilidad de modelo que mantienen. Lo que el emprendedor español denuncia es que lo único que hace esta política es retrasar la llegada de los residuos al vertedero. Como explica en su sitio web El Plástico Mata, «en 2012 se produjeron más de 280 millones de toneladas de plástico en el mundo. En EE UU, el porcentaje de plásticos recuperados frente a los producidos apenas supera el 7 %. En Europa es de un 25 %. Esos porcentajes tan bajos corresponden a los países con mejores sistemas de gestión de residuos del mundo. Imaginad en los países en vías de desarrollo, donde vive el 85 % de la población mundial».
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Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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