Categorías
Ideas

Los padres que velan por mantener el secreto de los Reyes Magos por WhatsApp

Lunes, después de un largo puente. A la niebla parece costarle levantarse casi tanto como a nosotros. El café no es capaz de desperezarnos pero sí un mensaje en WhatsApp. Ha ocurrido: entre los niños de la clase corre el rumor de que los Reyes Magos y Papá Noel no existen.

Un padre pone en alerta al resto de las familias. Durante los días de fiesta, el drama se ha vivido en su casa. Su hija se negaba a decorar el árbol. Tal era la decepción de la niña al descubrir, a través de varios compañeros de clase, que son los padres los que realmente compran y envuelven los regalos que aparecen misteriosamente en casa las mañanas del 25 de diciembre y del 6 de enero.

La respuesta no se hace esperar. Aquella niña no ha sido la única que ha perdido la ilusión de forma imprevista. Son varios los padres y madres que se suman a la reivindicación de que, en la medida de lo posible, los padres de los “listillos” que ya conocen “la verdad” impidan que estos la desvelen al resto de compañeros.

Que los niños mantengan la ilusión se convierte así en una misión más para los progenitores. A la de velar por su seguridad, asegurarse de que estudian y realizan sus tareas (hasta el punto que parece que son a ellos a los que les van a evaluar) u ofrecerles todo tipo de entretenimiento para evitar que caigan en las fauces del aburrimiento, se suma también la de cuidar de que nuestro hijo o hija conozca “la verdad” en el momento justo y de la forma menos traumática posible. La privilegiada perspectiva que proporciona el ser un “padre/madre helicóptero” facilitará la labor.

El WhatsApp también puede ayudar (al igual que lo hace cuando el niño se olvida los deberes en clase y los padres de este piden foto de las tareas al resto de miembros del grupo para evitar la regañina del profe al día siguiente, también pueden servir para pedir “silenciar” a los niños).

Mientras tanto, el mensaje de aquel padre ha despertado en WhatsApp la solidaridad de algunos progenitores pero también la incredulidad de otros que, aunque llegan a entender su preocupación, dudan sobre la solución propuesta.

¿Cómo lograr que niños de 8 años hablen o dejen de hablar de ciertos temas? ¿Cómo evitar que descubran cosas por ellos mismos? ¿No es eso tratar de poner puertas al campo? ¿No forma parte del crecimiento? ¿No nos estamos comportando, en cierto modo, como Ed Harris en El Show de Truman? ¿No serán los padres los que perdemos la ilusión cuando descubrimos que nuestros hijos ya no son tan inocentes -¿quién, de niño, no fingió durante un tiempo seguir creyendo en los Reyes para evitar dar un disgusto a la familia?-?

Eso sin entrar en debates sobre la conveniencia o no de alentar este tipo de mitos entre los niños… Aunque eso mejor dejarlo para el chat de mañana.

 

Por Ximena Arnau

Ximena es redactora de Yorokobu y Ling

Salir de la versión móvil