La localidad donde vive Jason Comely en Canadá (Cambridge, Toronto) es un lugar remoto que soporta largos inviernos. Cuando la estación de hielo y nieve llama a la puerta, un diseñador web como él puede ver pasar una semana con facilidad sin haber abandonado su domicilio. Esto en sí no supondría un problema si no fuera por la tendencia extremadamente tímida e introspectiva de Comely que, tras un doloroso episodio de su vida personal, se dio cuenta de que estaba completamente paralizado por el miedo.
Después de que su mujer le abandonase por otro hombre «más alto y con más dinero», Comely comenzó a aislarse cada vez más. Evitaba entablar conversación, especialmente con mujeres, y pasaba largos días en su apartamento fingiendo estar ocupado. Un viernes por la noche se sintió tan solo e incapaz de afrontar sus miedos que rompió a llorar. Aquello le hizo recapacitar sobre su vida y llegó a la conclusión de que tenía miedo. ¿Miedo de qué? Comely tenía miedo de todo, pero fundamentalmente de enfrentarse al rechazo, con lo que, en un impulso, salió a la calle para ir a buscarlo.
«Por alguna razón me vinieron a la cabeza los Spesnatz, esos soldados rusos que soportan un régimen de entrenamiento en el que acaban solos en una habitación sin ventanas, acompañados solo por un perro con malas pulgas y una espada. Solo uno va a salir de la habitación: el perro o el Spesnatz».
Cuando Comely salió a las frías calles de Cambridge, pensó en buscar esa situación tan temida, un rechazo en toda regla, en pleno aparcamiento de la tienda de comestibles. Allí se acercó al primer extraño que se encontró y le pidió que le llevase en coche al otro lado de la ciudad. «No voy en esa dirección, amigo», le respondió el extraño, a lo que Comely, sonriendo por dentro, respondió: ¡Gracias!
Ya lo tenía. Había conseguido su primer rechazo y se encontraba bien. Es más, ¡se sentía exultante! El canadiense comenzó a buscar situaciones de rechazo diariamente. Era lo que quería, así que cuando lo conseguía se sentía bien.
En un reciente programa de la radio pública norteamericana NPR, Comely explicaba que aquello fue «como invertir las reglas de la vida, como entrar en una realidad diferente».
Consciente de lo bien que le había hecho sentir aquella autoterapia a la que se sometió durante semanas, el canadiense diseñó un juego de cartas en el que invitaba a otra gente a buscar el rechazo a diario, y de esta forma, romper patrones establecidos y pautas de comportamiento negativas. Llamó a su invento The Rejection Therapy Game (El juego del rechazo terapéutico) y lo puso a la venta, invitando a sus clientes a «aceptar el reto de buscar un rechazo diario durante 30 días, ininterrumpidamente».
«Vaya a un establecimiento y, antes de comprar nada, pida un descuento», «Siéntese junto a un extraño e invítele a jugar a Piedra, papel, tijeras, lagartija o Spock»… Poco a poco, el juego de Comely se convirtió en un pequeño fenómeno de culto.
Aunque Comely aclara que la mayoría de sus clientes son hombres asiático-americanos, de 18 a 30 años de edad, la respuesta mundial de su iniciativa ha sobrepasado su expectativas por completo, especialmente tras la emisión del programa en la radio pública norteamericana.
«Me han llegado cientos de e-mails de profesores, psicólogos y educadores, estoy completamente abrumado».
Pese a su valiente enfrentamiento a sus propios miedos, Comely asume que la práctica de salir de las zonas de confort que cada uno establecemos en nuestras vidas, es algo que necesita constancia para dar mejores resultados.
«Nuestras zonas de confort son como gomas elásticas. Pueden expandirse si tiramos de ellas, pero si dejamos de hacerlo vuelve a retraerse. Lo importante de esta práctica es aprender sobre el miedo y cómo conquistarlo».
Si no preguntas, no obtendrás ninguna respuesta
Las tarjetas de The Rejection Therapy Game han llegado a todo el mundo, desde Sudamérica hasta Japón, y entre los clientes del diseñador se encuentra incluso el último caso que él esperaba recibir: una anciana viuda rusa que ha alabado su iniciativa.
En otros puntos de planeta, jóvenes como Kazuko, que está en su día 30 de terapia, comparten su aventura en busca del rechazo, en vídeo.
Otros, como Jia Jiang, tomaron la iniciativa de buscar no solo 30 días, sino 100 jornadas de rechazos que fue desgranando en un blog, y le llevó a participar como ponente en una conferencia de TED:
«Nunca hasta ahora me había dado cuenta de la amabilidad que hay en el mundo. Ponerte en esa situación, en la que te abres al universo, hace también que el Universo se abra a ti», dice mientras explica que, además de muchos «noes», Jiang recibió también numerosos e inesperados «sí» en el curso de su terapia del rechazo. Algunos, fueron «deliciosos», como el día en que la dependienta de una tienda de donuts accedió a prepararle una caja especial emulando el icono de los aros olímpicos y encima no le cobró nada por ello.
«Todos somos iguales. Y a muchos de nosotros nos ha faltado esa educación emocional en nuestra infancia y adolescencia»- reflexiona James, al teléfono desde Canadá-. «Hemos estado totalmente engañados; por ejemplo, las mujeres con el hecho de estar siempre guapas para conseguir lo que desean… nadie nos ha preparado para el rechazo, que es tan parte de la vida diaria como la aceptación».
«He de confesar que lo primero que pensé cuando vi los resultados positivos que practicar el rechazo tenía sobre mí no fue ni mucho menos enseñárselo a otros. Pensé que aquello podía ayudarme a mejorar mi competitividad. Fueron unos escasos segundos. Pronto comprendí lo bueno que sería compartirlo con mucha otra gente que se haya sentido como yo alguna vez».
Comely ha seguido investigando sobre meditación y espiritualidad. Desde su pequeño apartamento de Cambridge continúa buscando respuestas, e intenta compartir lo que aprende a través de varios libros y algunos otros juegos de auto-ayuda.
«Me considero más un artista que otra cosa, y desde que comencé mi andadura con The Rejection Therapy Game esto me ha dado fuerza para decir ‘no’ a los clientes en cuyo trabajo no estaba interesado, y así dedicarme a mis proyectos. Me mantengo más honesto respecto a mi forma de mirar el mundo. Está bien ser raro. Hay mucha gente que necesita oír eso y estoy trabajando en ese sentido».
«Sé el cambio que quieres ver en el mundo», dijo Ghandi, y Comely se aplica el cuento en primera persona: «Soy mi propia cobaya y experimento conmigo mismo las ideas que después comparto con los demás», explica el canadiense en respuesta a una de las muchas llamadas que ha recibido en su apartamento, un territorio en el que el miedo ya no manda.
Un diseñador te reta a un mes continuado de noes para superar tus miedos
