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Yo me empadroné en un sex shop

Para todos aquellos (y sobre todo aquellas) que afirman no haber entrado nunca en un sex shop, este artículo puede arrojar algo de luz sobre sus misteriosas trastiendas. Créanme, no hay nada mejor para sustraerse del mundanal ruido urbano que entrar en uno de estos oasis, encerrarse en una cabina y dar rienda suelta a la cremallera (o a los botones), previa inserción de algunas monedas. Nadie da tanto por tan poco.

Durante ciertos años y por diversas razones fui asiduo visitante de esos laberintos de cabinas para disfrutar suculentos vídeos en la intimidad. Por turbio que pueda parecer a primera vista, el mundo del porno no tiene conexión con el de la prostitución, las mafias, etc. Es una industria saludable en la que trabaja gente sana, motivada, moderna y emprendedora. Como usted o como yo, sin ir más lejos.

Recuerdo que el interfaz entre el usuario y los vídeos a veces rozaba el kitch más galáctico. Viene a mi memoria un modelo de cabina que permitía ver simultáneamente cuatro diferentes películas en sendas pantallas, y en una quinta se seleccionaba el vídeo elegido. Contaba con controles para detener, avanzar y retroceder la imagen, volumen de sonido, etc. Dicen las malas lenguas que SONY se inspiró en este diseño para crear la PS3. Además los ingenieros tenían el reto adicional de permitir al usuario manejar la interface con una sola mano, ya que la otra… ya me entienden.

En ‘Mundo Fantástico’ (c/ Atocha, 80) hice la presentación a la prensa de mi segundo largometraje, titulado precisamente“SeX”, protagonizado por Nancho Novo, Coque Malla, Silke, Enrique Alcides… Convocar a los medios un martes aburrido a la hora del canapé en un sex shop y obsequiarles con una copa y un espectáculo erótico de gran calidad resultó ser una de las mejores ideas que ha tenido quien esto escribe, gracias a la cual mi humilde película copó las páginas de cine de toda la prensa nacional aquella lejana semana de 2004.

‘Hollywood Center’ era el nombre de otro increíble parque temático del sexo situado también en la calle Atocha de Madrid, apenas cien metros más arriba de ‘Mundo Fantástico’. Durante años, ambos gigantes atocheros atrajeron a pajilleros y parejas modernas buscando regalos y juguetes para adultos, o a ejecutivos con prisas que aparcaban en doble fila sus BMW para tomarse una copa mientras disfrutaban del lap dance.

Quiso el destino (en forma de Idealista.com) que mi domicilio aquellos años se encontrara equidistante de ambos templos del onanismo, apenas a un tiro de piedra de cada uno. Huelga decir que todos y todas me conocían por mi nombre y me prodigaban toda clase de atenciones y deferencias. El “Hollywood Center” (que ya no existe y ha sido sustituido por una oficina municipal) tenía algunas ventajas para gente como yo. Mi círculo más próximo y, después de leer este post, todos (y todas) ustedes, sabrán que a veces me gusta vestir lencería femenina, y las cabinas de vídeo de este ya desaparecido paraíso estaban recubiertas de espejos en su interior, por lo que uno podía obtener más diversión extra con solo desviar la mirada de las pantallas gigantes. Es esta una parafilia tan inofensiva como gratificante, por lo que ya pueden imaginarse cuánto disfruté con ‘Ed Wood’ (Tim Burton, 1994).

Años después, regresé del extranjero (y de visitar innúmeros sex shops en otros tantos países), y por ello hube de empadronarme en Madrid otra vez. Cuando en el teléfono de información del Ayuntamiento me dijeron la dirección de la Oficina de Atención al Ciudadano no caí, pero cuando llegué allí y traspasé las grandes puertas azules (otrora rojas) y me recibió una guapa funcionaria municipal con un ticket… “Ventanilla G, turno 034”… no me lo podía creer. ¡Me estaba empadronando en mi sex shop favorito!

Cuánto me arrepentí de no haber sacado del armario mi mejor liguero y unas medias La Perla antes de hacer el trámite municipal.

Por cierto, la cara de la funcionaria me resultaba familiar… No diré más.

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