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YOLANDA

¿Quién es esa chica?, se preguntó un día Ignacio Navas. Se encontraba inmerso en las páginas de un álbum de familia cuando una fotografía asaltó sus sentidos. En la instantánea tomada de su bautizo, una mujer joven y de pelo lacio le sostenía en sus brazos con la mirada fijada en su diminuto cuerpo. A su lado estaba su tío Gabriel con una sonrisa sosegada dirigida a la cámara.
Este encuentro fortuito con el pasado despertó en él la necesidad de saber más sobre ella. “A través de viejos álbumes familiares y conversaciones con mi tío intento conocerla dieciséis años después”, cuenta el fotógrafo de 23 años.

Su nombre era Yolanda y fue la pareja de su tío. Cuando Navas apenas tenía 6 años, el SIDA acabó con su vida.
En un intento de reconstruir lo que fue una existencia corta, el fotógrafo redirigió su mirada de la realización a la arqueología. “Me sentía investigador y desarrollador de un proyecto vital. Acabas haciendo cosas que no te atreverías a hacer solo. Tienes la excusa para poder tomarte un café con tu tío, ir a tu pueblo y preguntarte por cosas que en tu familia no se hablan”.
Los huecos que no lograba rellenar, los ha completado con fotos tomadas actualmente que revisitan los lugares que solían visitar esta joven pareja.
El proyecto ha significado volver atrás a una generación que pagó caro el consumo de heroína. La historia de Yolanda se desarrolló en Tudela (Navarra) pero podría haber sido cualquier ciudad española de esa época. «Una España en la que desaparecieron muchas yolandas», reflexiona la periodista Tania Pardo de la revista EXIT sobre el proyecto.

La decisión de escarbar en su pasado causó extrañeza entre su familia. “A mi madre le costaba entender por qué quería indagar en eso. Otros no han querido saber nada».
Su tío Gabriel, en cambio, ha sido quien mejor se lo ha tomado prestándose a ayudar en todo momento. «Es una persona muy fuerte que logró salir de las drogas y rehacer su vida. Ha sido un proceso muy sano para él, que le ha permitido cerrar por completo una etapa justo en el momento en el que abría otra. Hace unos meses se casó con una mujer».

«Chicos de barrio jóvenes que no teníamos estudios, no teníamos nada. ¿Qué hacías? Al trapicheo, a robar… y echando hostias conocías las drogas. Y luego ya es una mierda.»

«Con la pasta que me he gastado no he disfrutado de unas vacaciones en mi vida. Todas las vacaciones íbamos a intentar dejar la droga. Cuando vas a desengancharte, el mono. No te apetece nada estar a todo trapo y no poder disfrutar de ello. No hemos hecho más que perder el tiempo, el dinero, perder la vida y malgastarlo todo. Y haciendo mogollón de viajes pero que al final no te desenganchabas, o te desenganchabas y luego volvías. Qué frío hacía.»


«Del Pestufos hay muchas, muchas, muchas. Todas esas se las hacía la Yoli. Se entretenía haciéndole fotos. Le regalé el perro para que por lo menos tuviera una motivación, estaba contenta, ya que no íbamos a tener hijos ni nada, pues al perro lo teníamos como a un crío. Lo queríamos mucho. Y era una manera de no estar todo el día pensando, de evadirse».

 



«Yolanda» de Ignacio Navas estará expuesto en la galería Raquel Ponce hasta el 15 de julio. En mayo, Navas ganó el premio “The Best Self-publishing” organizado por The Private Space (Barcelona). A finales de año estará disponible este trabajo en formato fanzine diseñado por Jorge Fernández Puebla.
 

Por Marcus Hurst

Marcus Hurst es Cofundador de Yorokobu y Redactor Jefe de Ling Magazine. Puedes seguirle en @marcushurst

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