En su libro Psicología en el cuarto de baño, el profesor Nick Haslam dice que «es fascinante la profunda negatividad con la que asociamos ir al baño. […] Los desechos humanos son una constante preocupación para los individuos, y nuestras actitudes y reacciones hacia ellos tienen implicaciones para nuestra salud y nuestra felicidad ». Y continúa: «A pesar de su importancia, la excreción es algo que a la gente rara vez le gusta pensar».
Sin embargo, el país nipón se ha empeñado en llevarle la contraria a esta idea y ha logrado convertir el acto de evacuar y sus procesos posteriores en algo casi placentero. Quienes hayan viajado a Japón ya habrán jugueteado con los botoncitos de sus famosos retretes eléctricos: calefacción, chorros de agua caliente, secado con aire templado, luces LED…
Una llamativa a la vez que inquietante nave Enterprise defecatoria. Pero ese cuidado de las heces no solo se lleva a cabo dentro de casa. En la calle, ocultando el oscuro mundo de las cloacas, los japoneses han creado auténticas obras de arte.
El arte de alcantarilla
Hidetoshi Ishii lleva más de veinte años buscando tapas de alcantarilla. Este cazador de sumideros urbanos comenzó su peculiar hobby en la ciudad de Ise, ya cumplidos los 40 años. Mientras paseaba por la calle, unos colores brillantes en la acera llamaron su atención: se trataba de una alcantarilla que mostraba a un grupo de peregrinos caminando al Santuario de Ise.
En una entrevista para el diario Japan Times en 2016, Ishii explicaba que, tras investigar un poco, descubrió que existían miles de alcantarillas decoradas repartidas por todo el país. «Después de verla –decía Ishii– pensé que sería interesante buscar diferentes diseños a lo largo de Japón». En el momento de la entrevista, Idetoshi Ishii había visitado cerca de 1.700 municipios de los 1.780 que forman el país.
El hobby de Ishii le debe mucho a la hiperpoblación urbana de Japón. El alcantarillado del país sería igual de soso e ignorado que en la mayoría de lugares del planeta si no hubiese sido por dos factores: la saturación de heces que empezaba a dominar los ríos de Japón en los años 70 y la creatividad de Yasutake Kameda, un alto funcionario del Ministerio de Industria.
El crecimiento desenfrenado de algunas ciudades japonesas, junto a un arcaico sistema de alcantarillado, había llevado al país a una situación de emergencia: era necesario modernizar toda la red de aguas, un proceso que conllevaría un elevado gasto público.
Para generar una mayor aceptación del proyecto entre la población, Kameda decidió acercar el alcantarillado a los ciudadanos, proponiendo diseños más atractivos y que representasen aspectos característicos de cada lugar. De esta forma, en 1978 apareció el primer diseño, al que se sumaron, pocos años después, los modelos pintados a mano. En la actualidad hay más de 12.000 tipos diferentes de alcantarilla.
La Cumbre de los ‘manholers’
Un país en el que se convoca una Cumbre sobre las Tapas de Alcantarilla es un lugar en el que la vida o bien se toma muy en serio o bien muy en broma. En este caso, Japón pertenece al primer grupo. En 2014, la GKP (Plataforma de Información del Alcantarillado,) creada por el Ministerio de Territorio, Infraestructuras y Transportes, convocó la primera cumbre de la historia centrada en las cubiertas de cloaca.
Este acto, que se ha repetido de forma anual desde entonces, es el lugar de encuentro de los llamados manholers (de manhole, alcantarilla en inglés). En la última cumbre, celebrada en la ciudad de Saitama en noviembre de 2017, se reunieron más de 3.000 fanáticos de los sumideros para observar nuevos diseños, compartir sus conocimientos y (lo más importante de todo) comprar unos cuantos souvenirs: llaveros, relojes, pegatinas, pendientes…
El número de manholers en Japón comenzó a incrementarse alrededor del año 2000, pero, entre los medios de comunicación y las redes sociales, hoy día se ha convertido en todo un fenómeno que ha alcanzado al público extranjero. Debido a este interés creciente por las tapas de alcantarilla, el comité ejecutivo de GKP decidió lanzar las Manhole Cards, presentadas en la cumbre de 2016.
Basándose en la idea de las Monster Cards, estas tarjetas muestran, por una cara, una fotografía de la tapa de la alcantarilla y sus coordenadas geográficas; y por su reverso, una explicación del diseño y su origen. Las tarjetas, que son gratuitas, incluyen un pictograma con su número de serie, un número de bloque regional y una categoría de diseño.
Estas clasificaciones fueron ideadas para que los fans pudiesen coleccionarlas según diferentes temáticas. A finales de 2017 ya se habían distribuido más de un millón de tarjetas de 227 tipos diferentes de alcantarilla.
Historias de cloaca
Durante sus 20 años de viajes en bicicleta por Japón, Idetoshi Ishii ha ido fotografiando e investigando la historia de todas y cada una de las alcantarillas que ha encontrado. Con esta información, publicó un libro, editado solo en japonés, llamado Nihon no Manhoru (Alcantarillas de Japón), donde explica el significado de cada una.
Un ejemplo de ello es la ciudad de Fukui, donde las alcantarillas lucen dos aves fénix, que simbolizan la doble resurrección de la urbe, devastada en 1945 por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, y en 1948, a causa de un terremoto.
El libro de Ishii no es el único que existe sobre el tema. En 2010, el artista visual y director de cine británico Remo Camerota publicó Drainspotting, un fotolibro en el que muestra fotografías artísticas de las alcantarillas, su significado y un reportaje de Nagashima Foundry, la empresa de fundición encargada de la fabricación de las tapas metálicas.
En él se explica, por ejemplo, que el precio de una alcantarilla normal es de unos 600 dólares, pero el de una con diseño especial puede llegar a valer el doble, según la dificultad del mismo.
El turismo siempre se ha asociado a la visita de monumentos, museos, parques y todo ese tipo de atracciones comunes. Con el grafiti, la atención se derivó a paredes y, en ocasiones, suelos de núcleos urbanos sin interés aparente. En Japón fueron un paso más allá y convirtieron en arte lo que en el resto del planeta se considera despreciable. Esa es la gran habilidad del país nipón: ser capaz de convertir la porquería en algo sublime.