Hoy, año 2019. En España, uno de los países con más avances en derechos LGTBI+ del mundo. Cuando alguien dice de otro que es homosexual, un pero postrero acompaña a la sentencia en demasiadas ocasiones.
Es algo que contaba el escritor y activista queer Pedro Lemebel en su Manifiesto (hablo por mi diferencia), escrito en 1986. Lo hizo en Chile, con Pinochet aun cercenando derechos humanos con la guadaña divina del tirano. El mensaje era como una bomba nuclear liberada en medio de todas las heterosexualidades inseguras, de toda la homofobia segura, de toda la represión incontenida.
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice:
Es marica pero escribe bien.
Es marica pero es buen amigo.
El texto llegó al cantaor del Puerto de Santa María (Cádiz) Álvaro Romero. Gay, militante y devorador de poesía queer, Romero dice que supo que tenía que musicarlo nada más verlo. «Conocí un libro que se llama Por el culo: Políticas anales que habla, entre otras cosas, de que todo lo que tenga que ver con el culo es negativo en esta sociedad. No toques ese culo porque pierdes tu masculinidad y tu virilidad. Leyendo ese libro daban de referencia una pequeña parte del manifiesto de Lemebel y me fascinó. Me quedé impregnado, me fui a buscarlo y me llenó de emoción. Empecé a investigar y a seleccionar las partes que me parecen más representativas para mí y surgió de manera natural», explica en una entrevista concedida a Yorokobu en el festival Monkey Week SON Estrella Galicia.
El plano secuencia del manifiesto era solo una de las maneras de Álvaro Romero para contar las cosas. La desnudez y la crudeza de la garganta contra el polígono pidieron al gaditano un plan B.
Ese plan B era algo así como tirar a un flamenquito en una rave berlinesa. Ahora mismo, el proyecto de Álvaro Romero es Romeromartín. Incluye a Toni Martín creando ritmos y programaciones electrónicas junto a un modulador de voz que utiliza el cantaor. «Yo sabía que Toni Martín hacía cosas con electrónica. Hablábamos mucho acerca de hacer cosas juntos. Un día, de colegueo, comenzamos a grabar cosas en su casa y le enseñé lo que saqué del manifiesto de Lemebel. Surgieron ciertas cosas emocionantes y decidimos grabarlo y hacerlo en directo». Así se presentaron en los dos conciertos que hicieron en Sevilla, en la programación de Monkey Week.
El resultado es sugerente y sorprendente. Es contemporáneo pero manteniendo una pata atada a la veleta del flamenco. Es natural, porque así salió, sin presión y sin proponerlo. Y es automático porque, aunque Romero dice que lo que más le emociona es perderse en grabaciones antiguas de flamencas y flamencos clásicos, no tiene duda en zambullirse en los sonidos de Underworld, Einstürzende Neubauten, Fat White Family, Princess Nokia, De La Soul, Orbital y Old School hip hop. «Antes de dedicarme al flamenco he ido a muchas fiestas de electrónica y me gusta mucho un tipo como Laurent Garnier».
La música de Romero contiene discurso en casi cada verso. El gaditano está convencido de que la batalla por la normalización se gana a través de la verbalización y la visibilidad. «Verbalizo mi condición por mí», afirma.
Pero muestra ciertas reticencias a la guetificación que implican las etiquetas. «Me propusieron hacer una actuación en la que había alguna bandera norteamericana, una representación de Donald Trump y alguna bandera arcoíris, pero yo estoy harto de las banderas. Me da mucho miedo la ideología. Cada día me doy más cuenta de que no quiero aferrarme a nada de eso».
2020 será el año del flamenqueer. Romeromartín –Álvaro Romero y Toni Martín– sacará su disco con ocho canciones y, mientras, el del Puerto de Santa María seguirá poniendo su cuerpo al servicio de una historia, de una reivindicación por la identidad, del arte de siempre que llegó de ayer a hoy envasado en frascos de vanguardia.