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Alvin, la ardilla, es un satánico

El reinado del terror de Alvin y las Ardillas comenzó con su primer capítulo. En aquel momento, esas voces salidas del mismo infierno se convirtieron en el vehículo del mal durante generaciones.

Acabamos de descubrir, via A.V. Club, que el miedo puede sobrepasar cualquier línea roja; que puede ennegrecer aún más un corazón que se pensaba ya seco; que, al fin y al cabo, El Maligno no se detiene por que sencillamente se haya quedado sin combustible.
Un músico canadiense —cómo es Canadá, ¿eh, amigos?— ha reducido la velocidad de reproducción de los discos de Alvin y las Ardillas a 16 revoluciones por minuto. El resultado es más aterrador que El Caso Vallecas y más subyugante que la cabellera de Íker Jiménez.
Brian Borcherdt, así se llama el músico responsable, ha creado un sitio web llamado chipmunkson16speed que reúne todas esas canciones.
Abrácense fuerte a alguien durante la escucha.

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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