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Cuando la mirada del lector termina el cómic

Ana Galvañ era todavía una niña a la que hacían cantar una canción «monjil» en un colegio público. «No has nacido amigo para estar triste, la-la la la la, aunque llueva en tu corazón, la la la la-la la la la». Aquella niña creció perturbada escuchando ese soniquete que fascinaba a una de sus maestras. «¿Y si dibujo una historieta inspirada en aquella tonadilla para exorcizar mis temores?», se dijo.

Los protagonistas de aquel dibujo pasaban por alguna situación terrible. Galvañ todavía recuerda a aquellos personajes dramáticos: «uno se cae por un precipicio, a un niño que saca malas notas le pegan». Todos aquellos personajes, visiblemente heridos, cantaban con una sonrisa: «No has nacido amigo para estar triste, la-la, la la la».

No fue su primera viñeta, pero sí la que acude más nítidamente si recuerda sus comienzos. Aquel dibujo adelantó aquello en lo que se convertiría con los años: en una artista creadora de escenas perturbadoras que no se conforma con expresarse.

Lo que hace única la obra de Ana Galvañ es la variedad de interpretaciones. No es que la artista pretenda transmitir distintos significados en una misma pieza, sino que en cada uno de sus dibujos trata de convertir al espectador en parte activa de su obra. Por eso, y gracias a los contrastes de sus viñetas, Ana Galvañ puede recibir opiniones tan diversas como que su dibujo es dulce y agradable a la vista o inquietante.

Eso, además de unos ojos rasgados de pensar maldades que lucen sus personajes y unas melenas que no ceden a la gravedad, es lo que hace la obra de Ana Galvañ inconfundible e incomparable, por mucho que se hayan empeñado en encontrar similitudes en las viñetas de otros artistas como Joan Cornellá.

«Mis referencias están bastante mezcladas y no las tengo claras ni yo, por lo que deben ser una mezcla de productos culturales que consumo regularmente —imágenes, series, relatos…— y de paranoias personales. Cuando voy a dibujar no pienso: ‘voy a hacer algo que se parezca a esto o a lo otro’, porque no tengo un autor o autora fetiche en este sentido. Simplemente, lo hago», explica a Yorokobu.

Lo que Galvañ quiere es que el observador sea libre; libre de decidir el significado y de comparar con quien le plazca. Por eso evita hablar de referentes, detonantes ni trasfondos. «Yo prefiero no condicionar a nadie con este tema y que cada cual saque sus propias conclusiones», remacha.

[pullquote author=»Ana Galvañ» tagline=»Ilustradora»]Si mis ilustraciones te transmiten pesimismo o desidia…son emociones que hablan de ti[/pullquote]

Como si nunca hubiesen existido, infinidad de listas de ‘ilustradoras españolas que deberías conocer’ han inundado internet recientemente. Aunque según Galvañ las ilustradoras ganan visibilidad gracias a instagramers, listas de artistas y humoristas gráficas, cree que «la realidad no es tan divertida». «Por ejemplo, en una encuesta reciente de APIM, se pone de manifiesto la precariedad en el sector y principalmente en las mujeres, que cobran 40% menos que los hombres», recuerda.

Además, Galvañ lamenta el excesivo interés por atraer público en base al físico de la artista, «ya que a las creadoras se las anima a exponerse más en este sentido: que si tenemos que poner foto ante todo, que si tenemos que hacer selfis para vender más…». Para ella, la imagen se convierte en un reclamo que sobrepasa el trabajo de la artista, «algo que no ocurre igual con los hombres».

Galvañ, que se siente más cómoda creando cómics, asegura que en este ámbito las mujeres carecen de visibilidad. Esta invisibilidad es, según la artista murciana, «una de las fisuras que más trata de reparar el Colectivo de Autoras de Cómic». A pesar del boom de creadoras de cómic que se han especializado en el fanzine y webcomic, Galvañ cree que faltan figuras clave: «todavía hay pocas divulgadoras, críticas y editoras».

El último cómic que acaba de publicar, Luz verdadera, cuenta la historia de un grupo de mujeres que viven en mitad del bosque. Aunque las actividades de este colectivo femenino van de lo divertido a lo siniestro, sus propósitos siempre son en cierto modo esperanzadores.

Con este cómic, Galvañ ha vuelto a hacer lo de siempre: dialogar con el observador-lector. «La historia, a pesar de la linealidad narrativa, muestra ciertas anomalías, y personajes singulares, por lo que creo que no desentona dentro de la colección Fosfatina 2000, ideada por Rubén Romero como un proyecto innovador que apuesta por la experimentación y el juego con el lector», relata.

Lo que hace que Galvañ prefiera el cómic a la ilustración es que ella misma convierte el proceso en «una lucha personal sucia y embarrada» que, por su dificultad y falta de amabilidad, le reporta mayores satisfacciones a la vez que le permite una libertad de la que no goza cuando ilustra por encargo.

TIK TOK

En su incansable labor por visibilizar a jóvenes autores y por innovar en la creación de cómics que requieren una mayor implicación del lector, Galvañ creó junto con otros compañeros TIK TOK, un proyecto que define como una plataforma de apoyo y promoción sin ánimo de lucro. «La filosofía consiste en tomar riesgos y buscar los límites representacionales de la ficción, destacando la importancia del contenido sobre el objeto físico», explica.

No obstante, lo que buscan es pasarlo bien, por encima de todo. Para ello, publican series por episodios «para conseguir una relación más sólida entre dibujante-historia y lector». No se trata de una editorial ni nada que se le parezca, sino de una forma de conseguir visibilidad que facilite tanto la autoedición como la atención de editoriales dispuestas a apostar por los proyectos. Una fórmula que, según Galvañ, hasta ahora funciona.

Para esta artista, lo importante de no condicionar al lector-espectador ante su trabajo es la posibilidad de que cada uno descubra lo que realmente habita en su interior y su forma de ver el mundo, así como de interpretar un tipo de arte que pierde sentido si no recibe respuestas. «Por ejemplo: si mis ilustraciones te transmiten pesimismo o desidia…son emociones que hablan de ti. Por eso mis trabajos siempre requieren la participación última de quien los consume, que establecerá su relación subjetiva con ellos y, de esta forma, habrá múltiples lecturas sobre una misma cosa, lo que resulta mucho más fascinante que si hubiera una única explicación».

 

Por Virginia Mendoza

Periodista y antropóloga. Autora del libro 'Heridas del viento. Crónicas armenias con manchas de jugo de granada'. Empecé a escribir en los márgenes de los prospectos. Ahora en Yorokobu.

2 respuestas a «Cuando la mirada del lector termina el cómic»

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