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Andy Kassier: un insólito (contra)influencer

En algún lugar de una oficina de patentes debe estar registrado el look de Andy Kassier: los grados del ángulo de ondulación de su flequillo peinado hacia la izquierda, la ubicación exacta de la raya, el espesor del bigote y los milímetros de crecida del resto de su barba: ese calculado desaseo. Un recorrido por su cuenta de Instagram basta para deducirlo: su rostro es el único elemento inmutable de un relato que, foto a foto, cuenta la vida de una suerte de influencer insólito.

Kassier parece cachondearse de los influencers. En otra época, la extravagancia de sus gestos, ropas y escenas ofrecería una conclusión clara: es una parodia. Pero hoy el exhibicionismo ha alcanzado cotas extremas y absorbe y celebra sus propios estadios de ridiculez. Lo de Kassier mueve al estupor y es difícil de creer, pero eso pasa con decenas de perfiles.

Kassier no ha adoptado un alter ego para su trabajo. Se resiste a asumir que el Andy de Instagram es diferente al Andy real. En el perfil de su web, aparece la siguiente biografía: «Andy Kassier es Andy Kassier», en mayúsculas doradas y rutilantes, como el título de una película de romanos.

«No creé a Andy Kassier. Soy yo», afirma, pero da pistas: «Vivimos en una época en la que los términos real y falso están cambiando, y es muy difícil, si es que se puede, llegar a algún tipo de verdad». Hay que rascar, preguntar y repreguntar para vislumbrar que subyace la intención artística debajo de su (no reconocido) personaje. Quizá esa reticencia sea parte del objeto artístico.

«No diría que es una parodia ni una crítica total; tal vez, una observación cultural», matiza. «Quiero que mis seguidores reflexionen sobre la cuestión del consumo, el éxito, la riqueza y el bienestar».

Kassier, a caballo sin camiseta por la playa. Kassier, rodeado de billetes. Kassier, como un majo vestido en unas escaleras de lujo. Kassier, encorbatado y posado sobre un árbol. Kassier, sobre coches de alta gama… Y, ante todo, Kassier trajeado, impoluto, como pasado todo él por una plancha de vapor.

¿A qué responde esa pulcritud que hace que las fotos huelan a colonia (a excesiva colonia)? ¿Qué idea de perfección intenta expresar? «Lo que hice fue comenzar preguntándome qué nos hace felices, y de manera lenta y segura aprendí más sobre la relación irrefutable entre riqueza y felicidad», afirma.

Cree que la idea de perfección que se exhibe en las redes guarda conexión con el imaginario publicitario y, también, que nos produce irritabilidad que las recreaciones de nuestra vida que volcamos en las redes no alcancen esa perfección o se queden cortas. Kassier resume algunas de las características de esa perfección: «Codicia, belleza, género, comportamiento narcisista, buena vida y autoimagen independiente».

En los viajes realizados para captar las imágenes, ha aprendido sobre «las nociones cosmopolitas de intercambio y sobre el poscolonialismo». Muchas de sus fotos aluden al viaje interpretado como moneda de prestigio, como garantía de sofisticación, cosa que ocurre tanto en círculos intelectualizados como en los más frívolos y consumistas.

Uno de sus objetivos, afirma, es representar la performance del género: «Intento usar una mirada masculina para mostrar una visión perfeccionista de la virilidad que puede ser, al final, un poco femenina», asume.

Todas son formas de reflejar, aunque sea con diferentes texturas, un principio de raíz: el poder.

Kassier mide mucho cada instantánea. «Normalmente, cada una o dos semanas puede nacer una nueva imagen, aunque, a veces, desde el origen de la idea, pueden pasar años hasta que me doy cuenta y tomo la foto». Las ideas se insertan en su cabeza partiendo, sobre todo, de la publicidad: ahí es donde él cree que está la fuente de las distintas formas de exhibicionismo, «incluso aunque no seamos conscientes de tenerlas como referencia».

También toma ideas de citas, lugares… «Desde esos puntos de partida comienzo a construir la historia sobre la persona y la imagen», cuenta. En un esfuerzo por no renunciar a la confusión entre realidad y falsedad, Kassier asegura que se toma el trabajo de buscar y viajar a las ubicaciones reales: «Todas las fotos son extremadamente difíciles de producir».

Cuando parece que, por fin, Kassier se ha posicionado en la reflexión analítica y artística, lanzamos una serie de preguntas directas al alma de su personaje y, de pronto, vuelve a regatear: replica, de nuevo, que no es un personaje. Y responde:

¿Qué debemos hacer para vivir una vida como la tuya?

Esfuérzate con más empeño, apresúrate, nunca te rindas. Alcanza las estrellas y no escuches a nadie.

¿Alguna vez eres infeliz? Nunca pareces triste.

Por supuesto, pero trabajo en ello, y logro la felicidad. Todo es posible.

¿Qué podemos hacer para tener éxito?

Trabajo. Todos pueden hacerlo. La paciencia y el trabajo duro te llevarán adonde quieras. Y para quien no lo logró todavía: dale más tiempo, no te rindas nunca.

 

Un discurso individualista, pura espiritualidad del crecimiento personal, eslóganes marketinianos… ¿Qué Andy de los dos lo dice? ¿Hay dos Andys? ¿O acaso la realidad es tan estridente que basta con sugerir mínimamente un segundo nivel de lectura para que todo encaje? ¿Tan poco creíble ha llegado a ser la forma en que nos exponemos en las redes sociales?

 

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Por Esteban Ordóñez Chillarón

Periodista en 'Yorokobu', 'CTXT', 'Ling' y 'Altaïr', entre otros. Caricaturista literario, cronista judicial. Le gustaría escribir como la sien derecha de Ignacio Aldecoa.

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