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Las armas caseras de Max Siedentopf para ‘garantizar’ la seguridad escolar

Max Siedentopf recuerda cuando, de pequeño, jugaba con sus amigos a indios y vaqueros, o a policía y ladrón. El arsenal de espadas, pistolas y todo tipo de armas de juguete, que solían verse hace apenas dos o tres décadas en las casas con niños, es uno de los recuerdos de infancia del cofundador de Ordinary Magazine y director creativo de KesselsKramer.

«Disparábamos a nuestro amigos e intentábamos que no nos matasen a nosotros», evoca. «Sin, embargo, en los últimos años esto ha cambiado drásticamente. Las noticias sobre masacres en las escuelas han transformado nuestra relación con las armas hasta el punto de que los colegios de Estados Unidos están equipados con detectores de metales y los maestros pueden llevar armas en clase, porque cualquier niño podría ser el próximo asesino en masa».

Acostumbrado a observar la actualidad y los debates candentes desde ópticas alejadas de las convencionales, a Siedentopf el tema le llevó a desarrollar la serie Tools To Secure School Safety And Security (Herramientas para garantizar la seguridad escolar y la seguridad).

«El título se deriva del lenguaje que suele emplear el departamento de seguridad nacional de Estados Unidos, y trata de ilustrar, con un tono alegre y desenfadado, cómo se ha desvanecido la inocencia propia de las armas caseras y divertidas», explica.

La serie brinda instrucciones simples sobre cómo los escolares pueden ‘garantizar’ su propia seguridad con armas fabricadas a partir de objetos, muchos de los cuales, podrían encontrarse en sus cajoneras. Una regla con pinchos, un tirachinas fabricado con bolis, un ratón atestado de chinchetas, un Spinner con cuchillas…

Siedentopf pasó su infancia en Namibia, un lugar donde el acceso a las armas de fuego es relativamente sencillo: «Es algo que nadie cuestiona pero tampoco suelen darse episodios como las escaladas de violencia en institutos americanos».

El creativo prefiere no entrar en el debate Juguetes bélicos, sí/ Juguetes bélicos, no. Más que nada porque no acaba de tener una opinión clara al respecto: «Por un lado, considero desproporcionado el despojar a los niños de ese tipo de diversión porque ellos disfrutan de forma inocente».

Sin embargo reconoce que «demonizar» estos juegos puede tener sus ventajas de cara al futuro. «Si los niños ni siquiera se ponen en contacto con pistolas de juguete, tal vez lleguen a perder el interés por las armas y estaremos un paso más cerca de un mundo más pacífico».

Aunque a veces la solución no cree que tenga que ser tan radical como privarles de un determinando tipo de entretenimiento: «Un amigo mío, cuyos hijos y amigos juegan al Fornite, dice que muchos niños juegan, no para disparar a sus enemigos, sino porque su personaje puede hacer movimientos de baile geniales». A Siedentopf se le ocurre una futura versión del juego en el que ya no aparezcan armas y solo se pueda bailar. ¿Por qué no?

 

 

 

En cuanto a si su serie puede ser tomada por algún menor como un tutorial armamentístico, el creativo no se muestra preocupado: «Podría ocurrir, aunque no creo. Si de verdad están buscando contenidos de ese tipo, solo necesitan unos pocos clics en internet para encontrar instrucciones sobre cómo construir una pistola o explosivos de verdad, así que seguramente elegirían estos últimos».

Por Gema Lozano

Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutenses de Madrid. Parece que fue ayer, pero lleva ya más de veinte años escribiendo -aunque no seguidos, :)- en distintos medios. Empezó en las revistas de Grupo Control (Control, Estrategias e Interactiva), especializadas en marketing y publicidad. Más tarde pasó a formar parte de la redacción de Brandlife, publicación gratuita de Pub Editorial.  Y en los últimos años sigue buscado temas y tecleando en Yorokobu, así como en el resto de publicaciones de la editorial Brands & Roses.

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