Imagina que eres un arqueólogo. Llevas meses, quizás años, excavando bajo el sol abrasador. De repente, tu pala choca contra algo duro. El corazón te da un vuelco. ¿Será el descubrimiento del siglo? Pero cuando lo sacas a la luz, te das cuenta de que no encaja con nada de lo que has aprendido. ¿Qué haces? ¿Lo publicas y arriesgas tu carrera o lo entierras de nuevo y finges que nunca lo has visto?
Este dilema no es tan descabellado como parece. A lo largo de la historia, ha habido numerosos hallazgos arqueológicos que han desafiado la narrativa oficial. Son los denominados ooparts. Algunos han sido desacreditados, otros ignorados, y unos pocos han logrado colarse en los libros de historia, no sin antes generar acalorados debates.
Empecemos por uno de los hallazgos más intrigantes: el mapa de Piri Reis. Este mapa, dibujado en 1513 por el almirante otomano Piri Reis, muestra con sorprendente precisión las costas de América, Europa y África. Hasta aquí todo normal, ¿verdad? El problema es que también muestra la costa de la Antártida casi tres siglos antes del primer avistamiento oficial de aquel territorio por parte de Von Bellingshausen.
El doctor Charles Hapgood, profesor de Historia de la Ciencia en el Keene State College, quedó fascinado por este mapa. Según él, su precisión sugería que se había utilizado algún tipo de tecnología avanzada para crearlo. «Es como si alguien hubiera tomado fotos por satélite de la Tierra hace cientos de años», comentó en una entrevista.
Pero la cosa no queda ahí. En 1960, la Fuerza Aérea de EEUU confirmó que el mapa mostraba correctamente la topografía subglacial de la Antártida, algo que no se conoció hasta el siglo XX con el uso de sonar. ¿Cómo es posible? ¿Tenían nuestros antepasados tecnología que desconocemos? ¿O es simplemente una coincidencia muy muy afortunada?
Si el mapa de Piri Reis resulta alucinante, la piedra de Dashka no se queda atrás. Descubierta en 1999 en los Montes Urales de Rusia, esta losa de más de una tonelada ha sido apodada como el mapa del Creador. ¿Por qué? Porque parece mostrar una vista aérea de la región de los Urales, con ríos, valles y… ¿pistas de aterrizaje?
El doctor Alexander Chuvyrov, profesor de la Universidad Estatal de Bashkir, ha estudiado la piedra durante años. Según él, el mapa muestra un sistema de canales de irrigación y enormes diques, con una precisión de 1:1100. «Para crear un mapa así, la gente tendría que volar», afirma. «Y no en un globo. Tendrían que volar muy alto, con la capacidad de ver la tierra en perspectiva».
Pero aquí viene lo verdaderamente loco: según los análisis, la piedra tiene una antigüedad de ¡120 millones de años! Vamos, que tuvieron que ser, como poco, los dinosaurios los que diseñaran los mapas…
Hablando de dinosaurios, ¿qué me decís de las figuras de Acámbaro? En 1944, en la ciudad mexicana de Acámbaro, se descubrieron más de 33.000 figurillas de cerámica. Hasta aquí todo normal, ¿no? El problema es que algunas de estas figuras parecían representar ¡dinosaurios! Y no hablamos de representaciones vagas. Hay estegosaurios, brontosaurios e incluso ¡un hombre montando un dinosaurio!
El arqueólogo Charles Hapgood (sí, el mismo del mapa de Piri Reis) quedó fascinado. Según él, estas figuras sugerían que los humanos y los dinosaurios coexistieron. Pero claro, esto va en contra de todo lo que sabemos sobre la historia de la Tierra.
La comunidad científica ha descartado las figuras señalándolas como un fraude, argumentando que es imposible que los humanos y los dinosaurios coexistieran. Pero los defensores de su autenticidad señalan que las pruebas de termoluminiscencia sugieren que las figuras tienen miles de años de antigüedad.
¿Será que nuestros antepasados tenían una imaginación desbordante? ¿O es que sabían algo que nosotros no?
Pasemos ahora a algo un poco más cercano en el tiempo: la piedra de Cochno. Descubierta en 1887 en Escocia, esta enorme roca de 42 pies cuadrados (3,9 m2) está cubierta de misteriosos símbolos y patrones. Hay espirales, anillos concéntricos y lo que parecen ser tazas talladas en la piedra.
El arqueólogo Alexander McCallum ha pasado años estudiando la piedra. Según él, estos símbolos podrían representar un mapa estelar o incluso un sistema de navegación prehistórico. «Es como si nuestros antepasados hubieran creado una especie de GPS hace 5.000 años», comenta.
Pero lo más intrigante es que símbolos similares se han encontrado en otros lugares de Europa e incluso en América. ¿Es que nuestros antepasados tenían un sistema de comunicación global que desconocemos?
Ahora vayamos a algo que todos conocemos: la Gran Esfinge de Giza. Sí, esa enorme estatua con cuerpo de león y cabeza humana que ha sido el photobomb de millones de turistas. Según la historia oficial, la Esfinge fue construida hace unos 4.500 años por el faraón Kefrén. Pero ¿y si os dijera que podría ser mucho mucho más antigua?
El geólogo Robert Schoch, de la Universidad de Boston, ha estudiado la erosión de la Esfinge durante años. Según él, los patrones de erosión sugieren que estuvo expuesta a fuertes lluvias durante un largo período. El problema es que el clima en Egipto ha sido árido durante los últimos 5.000 años. Schoch concluye que la Esfinge podría tener entre 7.000 y 9.000 años de antigüedad, lo que la situaría en una época anterior a la civilización egipcia tal como la conocemos.
«Es como si hubiéramos encontrado un iPhone en una tumba faraónica», bromea Schoch. «Simplemente, no encaja con lo que creemos saber sobre la historia». Por supuesto, esta teoría ha sido recibida con escepticismo por la comunidad arqueológica tradicional. Pero ¿y si Schoch tiene razón? ¿Qué otras maravillas de la antigüedad podrían ser mucho más antiguas de lo que pensamos?
En 1928, el arqueólogo peruano Julio Tello descubrió una serie de cráneos deformados en la región de Paracas, Perú. Hasta aquí todo normal, ¿verdad? Muchas culturas antiguas practicaban la deformación craneal. Pero estos cráneos son… diferentes.
Algunos de estos cráneos tienen un volumen craneal un 25% mayor que el promedio humano y pesan un 60% más. Además, tienen características genéticas que no se encuentran en ninguna otra población humana conocida.
El investigador Brien Foerster ha estudiado estos cráneos durante años. Según él, las pruebas de ADN sugieren que estos cráneos podrían no ser completamente humanos. «No estoy diciendo que sean alienígenas», aclara Foerster, «pero definitivamente hay algo muy inusual en estos cráneos».
Por supuesto, la comunidad científica ha rechazado estas afirmaciones, argumentando que las deformidades se deben a prácticas culturales de deformación craneal.
En el año 2001, un equipo de investigadores estaba realizando un sondeo del fondo marino cerca de Cuba cuando sus instrumentos detectaron algo extraño. A unos 700 metros de profundidad, encontraron lo que parecían ser estructuras geométricas que se asemejaban a una ciudad sumergida.
La oceanógrafa Paulina Zelitsky, que lideró la expedición, quedó asombrada. «Es una ciudad enorme», declaró. «Hay enormes plataformas de piedra, algunas de ellas miden hasta 400 metros de largo y 40 de ancho. Hay pirámides, edificios, calzadas… Es como si hubiéramos encontrado una versión submarina de las ruinas mayas».
Lo más intrigante es que, según los geólogos, esta zona lleva sumergida desde el final de la última era glacial, hace unos 12.000 años. Esto significaría que esta ciudad es miles de años más antigua que cualquier civilización conocida en América.
¿Estamos ante la legendaria Atlántida? ¿O es simplemente una formación geológica natural que nos está tomando el pelo? Por desgracia, la falta de fondos y las tensiones políticas han impedido una investigación más profunda. Así que, de momento, la Ciudad Sumergida de Cuba sigue siendo un misterio envuelto en agua salada.
En 1901, unos buceadores que buscaban esponjas cerca de la isla griega de Antikythera hicieron un descubrimiento asombroso. Entre los restos de un naufragio antiguo, encontraron un objeto que parecía una especie de mecanismo de relojería. Pero estos databan de hace más de 2.000 años antes de que se inventaran los relojes mecánicos.
El Mecanismo de Antikythera, como se le conoce ahora, es considerado por muchos como la primera computadora analógica de la historia. Este dispositivo, del tamaño de una caja de zapatos, podía predecir las posiciones de los cuerpos celestes con una precisión asombrosa.
El doctor Alexander Jones, profesor de Historia de las Ciencias Exactas en la Antigüedad en el Instituto de Estudios del Mundo Antiguo de Nueva York, ha estudiado el mecanismo durante años. «Es como si hubiéramos encontrado un avión a reacción en la tumba de Tutankamón», comentaba. «No encaja con lo que creíamos saber sobre la tecnología antigua».
En 1934, durante la construcción de una casa en Londres, en Texas, se encontró una piedra con un martillo incrustado en ella. Hasta aquí todo normal, ¿verdad? El problema es que la piedra en cuestión tiene unos 400 millones de años de antigüedad. Sí, has leído bien, 400 millones. Para que os hagáis una idea, los dinosaurios aparecieron hace solo 240 millones de años.
El martillo en sí parece bastante moderno, con un mango de madera parcialmente petrificado y una cabeza de hierro. Análisis metalúrgicos han revelado que la cabeza del martillo está hecha de hierro de una pureza imposible de lograr con la tecnología del siglo XIX.
Carl Baugh, director del Museo de Creación de Glen Rose, también en Texas, ha estudiado el artefacto durante años. Según él, este hallazgo desafía todo lo que creemos saber sobre la historia humana. «O bien los humanos existían hace 400 millones de años, o nuestra comprensión de la geología está completamente equivocada», afirma.
Por supuesto, la comunidad científica ha rechazado estas afirmaciones, argumentando que debe haber una explicación más plausible. Pero hasta ahora, nadie ha podido explicar satisfactoriamente cómo un martillo aparentemente moderno acabó incrustado en una roca de 400 millones de años.
Después de este viaje por los rincones más oscuros y polémicos de la arqueología, es normal que te sientas un poco mareado. ¿Qué hacemos con toda esta información? ¿Tiramos nuestros libros de historia por la ventana y empezamos de cero?
No tan rápido, Indiana Jones. La clave está en mantener un equilibrio entre el escepticismo saludable y la mente abierta. Como dijo Carl Sagan, «afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias».
Es cierto que muchos de estos hallazgos son fascinantes y desafían nuestra comprensión actual de la historia. Pero también es cierto que la ciencia avanza lentamente y con cautela, y por buenas razones. Necesitamos más investigación, más datos, más evidencias antes de poder reescribir los libros de historia.
Pero eso no significa que debamos ignorar estos descubrimientos o desecharlos sin más. Quizás, solo quizás, algunos de ellos nos estén dando pistas sobre aspectos de nuestro pasado que aún no comprendemos completamente.
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