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Arte urbano sostenible: ciudades más bonitas y respirables

Hace tiempo que las ciudades se dieron cuenta de que el arte no tenía que encerrarse en los museos. Que sus calles o sus edificios, por muy horrendos que estos fueran, podían lucir mejor con un buen mural. En definitiva, que era necesario apostar por el arte urbano.

Una disciplina que, sin embargo, no siempre ha sido bien vista. El propio Joseph Kyselak, viajero austríaco al que se considera padre del grafiti moderno, tuvo que rendir cuentas ante el mismísimo Francisco I cuando este le convocó en audiencia para que dejase de pintarrajear su apellido por las paredes de Viena. Lo que no se dio cuenta el soberano es que, durante la reprimenda, Kyselak se las apañó para dejar constancia de su paso por palacio con una firmita en la mismísima mesa imperial.

Foto: Anke Licht (Shutterstock)

Por suerte la cosa ha cambiado mucho desde entonces. Cada vez son más las ciudades que reservan espacios para las intervenciones de los artistas urbanos con el fin de engalanar sus calles.

Tanto Laia Polo como Joseba Astigarraga son de los que creen que en esto tiene mucho que ver el cambio generacional: «Los jóvenes tenemos otra percepción ante este tipo de iniciativas y, en concreto, hacia el arte urbano. Creemos plenamente que las calles u otro tipo de espacios son mejores lugares cuando se visten de arte ya que eso le aporta un valor único al lugar».

En su caso es tal la convicción que desde hace unos meses lideran ARTBY, una plataforma de arte que, a través de una de sus patas, Artby Outdoor, recurre al street art como herramienta que ayude a las marcas a transmitir su mensaje, mientras contribuyen a limpiar el aire de la ciudad. En definitiva, apuestan por un arte urbano sostenible.

Para ello, los artistas con los que trabajan utilizan pintura fotocatalítica, cuya composición de cal y grafeno absorbe CO2. «Este producto está elaborado con una base de cal, que durante su proceso de carbonatación absorbe CO2, mejorando así la calidad del aire», explica Laia Polo.

Para que nos hagamos una idea, Polo nos cuenta que tres botes de 15 litros de este tipo de pintura absorben 14,40 kg de CO2, «la misma cantidad que un árbol adulto durante un año».

«Graphenstone, la empresa con la que colaboramos —continua explicando—, ha realizado distintos proyectos artísticos utilizando su pintura. Uno de ellos es EcoTruckstersByTaruga, en el que, junto a la compañía de transporte Trucksters, pintaron uno de sus camiones».

La campaña #ConverseCityForest, lanzada por la marca de moda en 2019, se llevó a cabo también con pintura de Graphenstone. «En general, es una pintura bastante nueva y poco conocida entre artistas, pero que poco a poco se está haciendo un hueco en el sector por el impacto positivo que genera», añade Polo.

De arriba a abajo, imágenes de las intervenciones realizadas por los artistas Saner (en México), Luc Cresk y Nguoi Da (en Ho Chi Minh, Vietnam) y Dawid Ryski y Maciek Polak (en Varsovia, Polonia) dentro de la campaña ‘Converse City Forest’, creadas con pinturas fotocatalíticas, algunas de ellas de la compañía Graphenstone.

Artby Indoor es la otra pata de ARTBY y, como su nombre indica, propone llevar el arte urbano a espacios interiores, en especial a oficinas y demás entornos laborales para hacerlos más amables.

La idea de crear ARTBY surgió hace unos meses como parte de un proyecto dentro de la carrera LEINN (Liderazgo, Emprendimiento e Innovación) de la universidad de Mondragón, que actualmente cursan tanto Polo como Astigarraga. «Nos interesamos por la idea en la que se proponía crear un servicio o producto, utilizando un tipo de pintura que absorbe CO2. Desde entonces decidimos darle la forma que le hemos dado a ARTBY».

A lo largo de estos meses, ARTBY ha realizado ya diversos proyectos en sectores como la innovación o educación. «Aunque Joseba y yo siempre hemos tenido clavada la espina de crear algo relacionado con el arte. No somos artistas, pero a ambos siempre nos ha inspirado el arte, especialmente el que veíamos por las calles como forma de expresión y libertad», concluye Polo.

Por Ximena Arnau

Ximena es redactora de Yorokobu y Ling

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