Decimos, escuchamos, leemos «qué asco esto, qué asco lo otro…». Hay personas a las que asquea por igual una pasa en los kikos que la basura que sobresale del contenedor o un político («es ver la cara de… y sentir arcadas»). ¿Pero tienen todos estos ascos la misma intensidad? ¿Merecen la misma atención? Para responder a esta inquietud presentamos el ascómetro, un instrumento para medir el asco de uso individual que coloca cada asco donde corresponde.
Para hacer un ascómetro basta un vaso medidor (de plástico, por ejemplo) y un rotulador indeleble (mejor si es de color negro).
En la ilustración mostramos un ascómetro que el usuario puede adaptar a su personalidad. El ascómetro sigue un orden ascendente. Comienza por cosas o situaciones que provocan el «asco básico» que, según el psicólogo Paul Rozin, funciona como mecanismo de defensa: «Provoca una respuesta primitiva fuerte y automática de rechazo de aquello puede dañar o infectar nuestro organismo». Más arriba está lo que provoca el «asco elaborado» (que nos recuerda nuestra parte animal) y el «asco moral» (que está asociado a gustos y prejuicios).
1. Toma el rotulador y comienza enumerando aquello que provoca el asco básico: los excrementos, los vómitos, las sustancias viscosas…
2. Enumera alimentos y bebidas que aun en perfecto estado te asquean desde que tu abuela te los hizo probar o porque los aborreces después de una dieta.
3. Sigue con las personas de tu alrededor: la familia y los vecinos molestos.
La familia natural y la política pueden dar asco en bloque o por piezas. Ese cuñado que insiste en que pruebes algo que no quieres, los primos que llegan sin avisar por las fiestas locales, (¡mira qué bien!) y los que hacen un comentario «gracioso» al final de cada frase.
4. Las exparejas deben figurar en el ascómetro. Al menos durante los primeros meses tras una ruptura se convierten en criaturas molestas. Cada vez que llaman dan asco porque «cortan el puntito»: reclaman patines mohosos, piden terceras oportunidades, amenazan con suicidios o ponen demandas judiciales.
5. Es el turno de enumerar a «la gente» que forma parte de la frase: «qué asco la gente que…»
En la ilustración hay algunas sugerencias. Por ejemplo, los usuarios de autobús público: huelen a rancio, se rozan y gritan al móvil.
¿Y qué decir de los clientes del bufé chino del centro comercial? De un tiempo a esta parte se acercan sudorosos o con toses a las vitrinas; hacen pirámides de sushi como si fuera la última cena; cogen un plato de todo «para probar» y tras su paso la mesa recuerda la disección de un cadáver.
6. Finalmente cerramos la lista con aquellas personas y situaciones que no tratamos de tú a tú, pero que por desgracia sabemos que existen: presentadores de televisión que provocan grima, concursantes de telerrealidad y políticos que provocan nauseas por su cara y/o sus declaraciones.
Se ruega controlar el nivel del ascómetro y evitar que se desborde.
***
Mira también el pedantrómeto (medidor de pedantería)
«Medio lapona, medio esquimal, medio mongola», parodiaba Joaquín Reyes y recuerda Pablo Gil en un…
Si eres un imperio, la única verdad de la que puedes estar seguro es que…
El Conde de Torrefiel es un proyecto escénico que fluctúa entre la literatura, las artes…
Les gustaba leer, pero nunca encontraban tiempo. También les gustaba quedar y divertirse juntos, pero…
La tecnología (pero no cualquiera, esa que se nos muestra en las pelis de ciencia…
La ciudad nos habla. Lo hace a través de las paredes, los cuadros eléctricos ubicados…